viernes, 8 de junio de 2012

Visita Médica



¿Hace años, no es cierto?
Me propuse saludarla. Hace tanto no la veo, no la escucho; que me causa extrañeza que el pasado se resolviera como lo hizo.

Muchos fueron mis errores. Algunos no ocultaría y, otros, llevan su marca, su nombre; pero no tiene caso señalar ¿Qué sentido comprender? De mi parte, lo que fue sigue siendo y, si me lo preguntan, muchas cosas no dejaron de ser, ni creo que dejarán ese sitio que tienen: En mis memorias.

Hay cosas que no cambian, sin embargo, la voz de su hija ¿cómo no me la recuerda? El parecido de su risa y, el tono de su voz, me parece hablo con la misma persona que, aunque es ya no es, sigue siendo. ¡Vaya clonación! Sólo espero que Dios no me sorprenda -muchísimos más- en el caso de que llegue a ver a uno de mis nietos.

¿Qué será de su vida? Toda ella (diserto sobre M.P.)

Ya noté algunos cambios ¿Por qué la vida nos hace cambiar?
Aunque oí su voz, como la misma, la noté distante, como importunándola y, para colmo, el ruido de fondo -quizá un televisor encendido- me hizo sentirla distante y, aunque quise visitarla, me pareció que no fue un buen momento... ¿La he importunado siempre?

La idea era saludarla.

Hay cosas que han de quedar donde quedaron y, las que ahora pasan por mi mente, al parecer, no son respondidas: Ni por sus letras ni por sus palabras. ¿Por qué es así? ¡No sé! (pero mejor lo dejo así).

Hoy es domingo.

Tenía planes de volver a mi casa, pero su invitación, no es para rechazarse ¿Hace cuánto no nos vemos?

Lamento haber hecho algo indebido.
Mi intención no es dañar, sino construir y, además, esa niña ¡No es como otras! (además, no podría serlo, jamás).

¿Por qué, Señor, fui tan distinto? (¡No! No me digas. Acepto mi condena).

Una de las diferencias, si no me equivoco, son esos 9 años (pero ella es la mayor) (¡Qué pensará si me leyera?).

Otra, mi adversión a la navidad y, quizá, nunca termine de ser acepto por ese rasgo -judío- que me robé de la certeza de otros que tienen sus razones para no ir por la corriente del curso de las mayorías (y ¿cómo olvidarlo?) (¿La perdí por algún otro motivo que no tuvo que ver con mis argumentos?). Ya no hay espacio a los lamentos

Creo saber y, estoy determinado, a no dar razón a nadie al respecto: Si he de venerar un árbol, si he de cantar gaitas navideñas, no ha de ser por algo distinto a lo que sé o entiendo de Jesucristo.

¿Debería ir? Me pareció tan extraño... (pero me invita) (y ya sé por qué la evito).

De momento -me pareció- era una forma de deshacerse de mí. ¿Estaba cansada! Las rutinas, los horarios... Todo eso afecta. No sólo hiere a la comunicación de la coherente visita, sino a los extraños y advenedizos ¿Y qué soy yo?: Un recuerdo que la recuerda.

¡Me rasuré!

¿De cuando -acá- lo hago en la madrugada de un domingo? ¡Nunca!
Pero recordé, con una sonrisa disimulada al espejo, las veces que ella me daba ese tierno regaño para que me arreglara, me acicalara y; aunque no voy a impresionarla, es lo menos que podría hacer por su amable invitación ¡Ni siquiera pensaba en verla! (y sigue tan hermosa).

Ella decidió su vida, como cualquiera lo haría y, antes de dar aquel pueril paso mío, tuve la oportunidad de verla -cerca de Petare- para decirle: “Me voy a casar” ¡Cuánto no deseaba yo fuese con ella!

Su mamá se lo había advertido... ¿Lo habrá olvidado?

Esa vez, una de las veces en que -no queriéndolo así- tuve oportunidad de verla, no le di un ultimátum, no pedí su consentimiento: Simplemente la informé (pero queriendo que algo en ella me detuviera, que me objetara, o me lo prohibiera). ¿En qué estaría ella, esos días de la UNESR?

No creo que la vida nos dé esa clase de ciclos. No creo que, luego de tantos años, las almas se visiten en recuerdos, con pesares o tristezas, para recordarse -en vida- los días de ausencias, las veces que nos dijimos adiós, sin querernos dejar, no queriéndonos ir (nunca quise dejarla).

Hoy no será distinto: Respeto los compromisos ajenos y; aunque emocional y físicamente sigo libre, no comprometido -salvo conmigo mismo- el pasado es irreconciliable; al menos en esta vida, en tanto perduren las condiciones que yo vivo: Es mi cruz.

No echaré la mirada en esos pocos encuentros donde comimos juntos (aunque no olvidaré esa vez cuando un pan se le cayó de las manos y flotó en el agua). No daré vida a esa fantasma que me atacaba o perseguía, en cualquier lugar de Sabana Grade, cuando me parecía verla con cualquier otro, en cualquier mujer que me pareciera era ella; pues, si la ví o no, nunca lo supe, y es un dolor sentimental que no deseo a un enemigo: Era una locura, paranoia de lo que pudo ser amor hasta este día (y no supe hacerlo).

Hoy, en honor a mí, en honor a aquello que llenó tanto (aún me llena) haré una corta visita.

Al momento, por razones que ignoro, una pregunta no fue respondida... ¿Qué me diría? No lo sé y, la forma de saberlo -si es que se sabe- es yendo a esa clínica...

Hacía tiempo que yo no dudaba.

Mi recuerdo morirá conmigo y, por otro lado, ¿será posible la amistad de dos amantes? ¿Será que nuestros hijos superen nuestras diferencias y, de algún modo, rediman lo que debió haber sido, entre ella y yo?

Sería egoísta egoismo.

No soy de los que proyecte mis fracasos o problemas en vidas o situaciones ajenas. En último caso, asumiendo que este encuentro sea de Dios, asumiré el riesgo de volver a verla, de visitarla 5 min, porque -un lugar de trabajo- no es un sitio para hablar, salvo para una visita médica.

Una cosa te diré, aunque mi anhelo y el deseo es tal como el de anoche (donde pudimos conversar un poco los tres: Tú, yo y tu hija) la perfección -aquí- no existe. Y, en el mejor de los casos, si Dios tiene a bien permitirnos estar en la eternidad futura, tendremos la oportunidad de reconciliarnos con muchos, vereremos la resurrección de sueños extraviados, a fin de redimirlos y, en cuanto a ti, entrañable amiga (ahora hermana) te debo la dicha de haber sentido, amado y querido -como jamás viví por nadie- y quizá, cuando finalmente muera (¿Será pronto?) entre algunos otros nombres, el tuyo irá adelante; pues, siempre habrá cosas que en la dicha no se olvidan.

Hay lecciones que toman días, y otras, tomarán años...

¿Por qué no se lo dije entonces?

¿Temía perderla? ¿Temí que el vínculo se basase en interés o conveniencias mutuas?

Debí decírselo ¡No supe manejarlo! (y ésto no me excusa).

Pero no era por poco amor, no era por no querer complacer: Aquel queso -el que no te gustaba- lo compré por no tener otra manera de “estirar” el poco dinero que tenía. MP. Sin embargo, te justifico. ¡Lo entiendo hoy! Mejor que antes. (Efesios 5:25, 28) ¿Qué tanto perdería? ¡Dudaba de la provisión diaria! (no conocía nada de Dios).

Si hubiera sabido...

No viene al caso explicarlo ya pero, las razones para no haberte comprado el mundo -lo que tú querías- no era subvalorarte, no que yo no lo desease: No tenía dinero para comprarte nada y, tampoco hoy lo tengo. ¿Te querría menos? ¿Te anhelaba menos? (y cuántas veces me maldije por no tener lo que hubiera servido para mantenernos).

En alguna medida, bastante hipócrita, me basto vivir día a día y, jamás negaré que debí olvidarme de bobas aprensiones, esos tontos temores, pues, contigo -también- aprendí que, cuando se ama, se da todo sin miramientos ¿Cuántas veces gastaste tu dinero o tu tiempo por estar conmigo? ¿Cuántas cosas sacrificaste, sólo para confirmarme lo que yo no supe confirmar? ¡Estúpido de mí!

Debí haber conocido esa fe que tú ejercías y, el saberlo -ahora- no me alienta...

 May 27, 2012                                       A.T.  (Secular Hermit)

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