viernes, 22 de julio de 2011

Cambio Positivo: Olvidarse de uno mismo.

"(...) I soon forgot about myself and felt better for having made a positive difference in someone else's life." (Pronto me olvidé de mí misma y me sentí mejor al hacer una diferencia positiva en la vida de alguien más).

Hace años, en esos días de mi único divorcio legal, dejé que mi amargura saliera al exterior; ya no más en los soliloquios de la exclusividad de mis manuscritos. No debió ser, no debí haber sido así y, sin embargo, valió la pena aprender de la multitud de mis errores: Sin saberlo, buscando una clase de alivio, como ese que imaginamos hallar cuando gritamos -ante el dolor y la rabia- así grité, escribí: Herí, insulté… ¡Responsable soy!

Cuando uno está herido, en realidad ofendido -porque otros hieren cuando herimos- lo que hacemos es similar a dar gritos, lamentar, pero sin lágrimas de llanto. Esa clase de penas se traduce en letras, y no en las debidas palabras para drenar ese mal que gobierna indeseables emociones (…) Fueron años, errores, ensayos y, gracias a DIOS, aprendí un poquito y hasta me envió ángeles sin alas (no haré mención de sus nombres).
Hoy, un poquito más ajustado, no sólo a quien soy o a mis deseos, sino a posibilidades, encuentro grato el no saberme solo, único: Hay millones.

No podré cambiar nada, sino a mí mismo. Jamás podré recompensar a quienes me dieron espacio en sus vidas, en sus palabras y atenciones y, cada quien, dará pasos en la dirección que quiera: Somos exploradores de la vida… y algunos, también, se pierden en su viaje y jamás vuelven.

Quisiera escribir hoy de tanto… No soy dueño del tiempo ajeno.

En todo caso, las cosas llegan solas; otras, hay que buscarlas… Sea como sea, tal me ha pasado, hoy dejo estas palabras conversando a solas, mismas que me envió mi viejo amigo, el pastor Eduardo Muñóz: “En todo lo que hagas, coloca a Dios por fundamento: Él te guiará y coronará de éxito tu esfuerzo.”

sábado, 16 de julio de 2011

Un momento.

Regreso de compras. Hacía meses que no me metía en el tumulto de la gente y, trasnochado esta madrugada, mi hermano comenzó a echarme vaina para que me levantara…
La Flor de la casa, insistía en que desayunara y, a las 10 am sólo me interesa llevarme el dentífrico para borrar el sabor que disfraza el mentol de su dentrífico. Me tendí en el sofá de la sala, mientras me cepillaba. Usualmente despierto con esa buena costumbre de asearme con agua fresca, enjugar mi cepillo y ponerle la “pasta”. No me cansaré de ser igual. Ya nadie me critica el hábito de pasar rato subiendo y bajando, como mirando a la espuma en que mis dientes se acarician.
Mi hermano comenzó con su peo, su apuro, pero ya me había negado –también- a la insistencia de que comiera; no obstante, sólo por hábito, busqué la leche y le vertí café ¡no por necesidad!
-¡Yo me voy adelante! Tengo que buscar mi carta de postulación.
-¡Bajo en un rato! Quiero enviar un mensaje y es cosa de minutos.
Con calma, sin ese pendejo apuro que desgasta, hice lo que hice, y comenté en qué pase mi madrugada: Leyendo en http://www.believe.com/video/Relationships/Singleness/

Caminé por la anarquía buhoneril. El caos automotor, el acecho de gente, ruedas que amenazan golpear, corneteos sorpresivos que me brincan, que me molestan…
-¡Quítate del medio!
-Voy con la luz de mi semáforo.

Al llegar al sitio, en la Avenida Fco de Miranda, el Mercal estaba hasta las metras. La cola zigzagueante parecía no moverse desde mucho y me hice a un lado, en el último puesto, buscando el cobijo de la fresca sombra. Todos andaban en lo suyo. El que vende bolsas plásticas, el heladero, el tizanero… Vi pasar varias chicas de figura, otras cargaban sus botellas de cerveza, iban y volvía, pues, me tocó parar cerca de una licorería: ¡Qué negocio el de eso oso!
Tras de mí, al poco rato, una linda gordita –blanca y con hoyuelos en las mejillas- preguntóme: “¿Es esta la cola para hacer esas compras?”
- Si nos dejan llegar, así será.
- ¿Ud es el último, entonces?
- -¡No! –le dije riendo- La última eres tú, que acabas de llegar
Cinco tipos charlaban con amenidad. Si conversación giraba en temas de educación, sus opiniones, y –luego de un rato- levanté la oreja para entender sus argumentos, pues, con dificultad se oye lo que dice cada alma, en particular cuando lo que se vende se vende a gritos.

- La matemática de la universidad no sirve –decía uno- Eso puede tener utilidad cuando eres ingeniero o cuando buscas aprobar las materias.
- ¿De qué sirve eso a uno en la construcción? Uno lo que tiene que calcular es la cantidad de bloques, los sacos de cemento… ¡No sirve para nada!
En secreto, sin malicia, reía por algunas de sus opiniones, pero la conversación no era mía. Quería meterme, pero uno no sabe la reacción de la gente.

- ¡Coño! ¿Cómo dijiste?
- ¡Ja! ¡Ja! ¡Me equivoqué!
- ¡Más mejor! ¡Más mejor!
Solté una carcajada. Ellos también la tenían y pensé –en mi secreto- las palabras de Oscar de León, en su “así te darás de cuenta, que si te engañan duele”.
- El pure también se ríe…
- ¡No pude evitarlo! –les referí- ¡Muy bueno el tema que están tocando! Aunque no en todo estoy de acuerdo, pero les respeto… ¡Por cierto! Tú que hablabas del tema de aprender inglés ¡Toma nota! www.livemocha.com
Por allí me les metí, brevemente y, al dejarles porque la cola ya se movía y ellos estaban cerca de la mesa de licores, volví al lugar que la linda jovencita me reservaba.
-¡Gracias x cuidarme el puesto! ¿Estudias?
-¡Noveno grado!
-¡Hmm! Eso debe ser ¿Tercer año del bachillerato?
-¡Sí!
-¿Qué deseas estudiar? (…)

Fue un lindo momento apreciar lo abordable que es la gente, bajo ciertas circunstancias. Incluso, gracias a Dios, hasta el señor que tenía adelante cruzó un par de palabras conmigo y, aunque el sol se posicionaba en su zenit, la brisa –como para volar papagallos- levantaba los toldos del tizanero y estábamos a 10 mts ded la entrada del Mercal.
Mi hermano, ya de regreso de sus diligencias, me llamaba para ubicarme.
- Estoy cerca del Cementerio. ¿Vendrás también?
- Estoy dentro (…) en un rato nos vemos.

Antes de entrar, un joven con su carrito ambulante, trajo música Techno y sonaba tan viva, que olvidé molestia alguna en la sucesión de largas colas (a 10 metros dee comenzar las que habría adentro).
- ¿Es MP3?
- ¡Normal! ¡Normal!
- ¿Tiene interrupciones del locutor? Esas que dicen: DJ X y cosas x el estilo.
- ¡No! Estas son de TIESTO.

Hice un silencio. ¿Qué es Tiesto? Me pregunté, antes de continuar.

- ¿Lo quemaste tú?
- ¡Sí! –me dio por respuesta.
- ¿A qué velocidad?

Hizo una pausa, dejando de mirarme.
- ¡Ahorita no me acuerdo!
Comprendí la mentira, pero le compré el disco igualmente (quería asegurarme de que no tuviera algún virus) (pero tendré que revisarlo y convertirlo a Mp3).

- ¡Suena muy bien! Espero que te quedes, por aquí, un buen rato… ¿Qué track es ese?
- El 3ro –dijo, al otear su equipo.
- ¡Gracias! Ya sé el tema que me gusta.
Me distraje observando muchas cosas, haciendo preguntas…
- ¿Ese cementerio ya no está funcionando para los niños?
- ¡No! Hace años.
- Esas urnas blancas. Esa muerte triste… Yo perdí uno de ellos…

La cola dio el último tirón hasta la ansiada entrada. La recostadera, los tropiezos, parecían nada si ya uno se metía en esa ridícula pérdida de tiempo.
- ¿Queda leche? ¿Queda azúcar?
- ¡Esa vaina es un peo! ¡Se acabó el pollo!
- Raro ¿no?... ¡Vine x mi tetero!
Me hice el pendejo; ya no hay género humano que no quiera filtrarse unos metros “antes” para llegar a comprar primero.

Luego de una apetecible calma, en medio de esa algarabíada anarquía. Las molestias de hombres y de mujeres, se hacía patente…
- ¡Dame mi ticket!
- ¡Me cobraste de más!
- ¡Yo no quiero esa vaina! Yo vine por la leche ¿No hay pollo?

No era mi turno, pero ya “intuía” que no habría mucho para gastar los 100 Bs que me dio mi madre.

- ¡Hágase a un lado!
- ¡Yo estoy primera en la cola!
- ¡Tranquila! No vine a robar, sino a comprar mi tetero.
Al rato, luego de apercibirme de cómo roban estos co*os de su mamá, acordé solidarizarme con un caballero, a mi lado, que se había devuelto porque la “dama” que vente le había cobrado 2 Bs de más (¡un carajo!, pero multiplíquelo x mil personas cada día).

- ¡Deme lo mismo! Dos de azúcar y uno de leche ¡Todo se ha vendido! Pero no quiero arveja, sino lentejas.
- ¡Ya no hay más! ¡Hay que cerrar!

Salí del tumulto. Tras de mí, la cola que tenía, se extrañaba de otros gritos.

- ¿Qué pasó?
- Que la gente quiere cerrar, que desean vender LO QUE A ELLOS LES DA LA GANA y, encima de eso, están cobrando por encima del precio marcado ¡Esto es sucia-limo!
- ¡No!
- Si va a comprar –mire- pida su arveja o lenteja, 3 paquetes de azúcar, y un kilo de leche. ¡No se deje robar! No pague más de 20 Bs.
Al volverme, por un lado, mi hermano volvía de otra cola: No pudo comprar pollo ni enlatados.
- ¡Qué bolas!
- ¿Y si se presentara un peo? ¿Qué se puede comprar en épocas de paz?
- ¡Vamos al otro lado! Quizá se compre arroz, pero habrá que madrugar, otro día.
Estando en otra fila, otra chica, se me coleó.
- Si quieres te pones en la punta… Así te seguiré viendo, en caso que tengan algo para la venta.
- Yo pregunté y vi que el espacio estaba vacío.
- ¡Para ti!
Inicié la más grata de las conversaciones (así como la vivo re-escribiendo) (varias cosas omito).

Mi hermano, nada pendejo, quería entremeterse, cada vez que traía algo, para echarlo al saco de las compras.
- ¿Dónde hay leche?
- En la esa número 5.
- Yo estoy desde las 8 am y no he podido comprar nada.
- ¿Puedes darle el dinero a mi hno? ¡Así te la compra!
Noté su renuencia, una breve desconfianza (¿robar 8 Bs?)
- Luego que salga de esta cola, iré por ella.
Seguí charlando, las aprensiones se entienden…
- Si él no trae o no te la compra, yo te doy una de estas (…)

Llegado nuestros turno, porque ya estábamos lado a lado, observamos que había lo que ellas quería y, al coaccionarle para que llevase LO INNECESARIO, le dí de mi dinero para que lo pusiera en su cuenta, a fin de que, al salirnos, ella me lo diera (cosa que se hizo).
- Dame salsa de soya, azúcar, leche, avena y de ese concentrado.
Al ser atendida, reclamando sus derechos de consumidor QUE PAGA, hubo otro incidente.
- Aquí me falta dinero… ¡Faltan 2 Bs!
- ¡Te los debo! -Le dijo el hombre, con un tapaboca azul, que no dejaba identificarle.
La tomé por uno de sus brazos, procurando calmarla.
- ¿Son 2 Bs? Yo te los pago –mirándola a los ojos- ¿sabes cuánto vale esa misma leche en PDVSA? Yo doy 20Bs x cada kilo… No pares la cola x esa insignificancia (pero multiplícalos x 100 personas haciendo cada compra).
Cuando el antifaz azul se desocupó de las evasiones y esquivos que le daba a mi amiga “Bianca” (así la llamo para guardar su identidad). Vino para atenderme.
- ¡Dime tú!
- Quiero leche y azúcar… El resto ya está listo (antes había discutido con el tipo, pues, bien que quiso robarle dinero y yo la daba la razón).
Salí de ese embudo, junto con Bianca. Mi hermano la sondeaba, la exploraba.
- ¿No le vas a pedir el teléfono?
- ¡Qué cagada! –me refirió ella- Le venden a uno cómo y cuando les da la gana.
- ¡Eres como mi hermana! Pero no te iba a dejar pelear por eso… ¡No valen la pena!
Sacando de su bolsa lo que le encomendé, conversamos un poco y me sentí y tan feliz. Cruzó algunas palabras, reímos un minuto, y nos separamos.
- ¿No le pediste el teléfono?
- ¡No!
- ¿Por qué? Está bien buena.
- Si me quiere llamar ¡Lo hará!
- ¡No le pediste el teléfono!
- ¡No! Le di mi tarjeta. Si quiere ella acercarse –solita- lo hará.
- ¿Sola? ¡Tienes que tener cuidado! No sea que, cuando menos lo creas, viene el marido y te golpea.
- ¡No sé! Pero muy bonita… Como para chuparla toda.

Al retirarnos hacia la parada del bus, bien pesados con el paquete de la compra, mi hermano lamentaba.
- ¿Te quedó dinero?
- ¡Sí! Tómalo.
Sin dilación, volviéndose atrás, procuraba comprar cualquier cosa.
No puse atención al tiempo. Pensaba en esas pequeñeces, en las sonrisas –incluso en otra jovencita- con quien compartí junto a Bianca, en la lentitud de esas colas ¡Qué bella es cierta gente!
- ¡Qué bolas!
- ¿Qué pasó?
- ¡Nada! Volví a encontrarme con tu chica… ¡Otra vez tú! –me dijo- Pero me dio su teléfono.
- ¡Ah! ¡Bien!
- ¡Pero está casada!
- ¡Ja! ¡Ja! Creí irías de compras… A mí me dijo que estaba sola.
- ¿No quieres el número?
- ¿Para qué? Si no me llama ella, no tiene caso.
Al volver a casa, cerca de la vieja, retomamos el asunto de la chica.

-Muchas mujeres se hacen pasar por solteras -que están solas- pero me he metido en peos con eso: Uno tiene que estar alerta. Ya no se sabe quién miente o no te miente... Pero, ¿No quieres el número?
-¡No! ¿Qué te hace estar seguro es el suyo? Pudo haberte dado otro… ¿La llamaste? (…) Algunas cosas son para vivirlas al momento.

jueves, 14 de julio de 2011

“El que se arrima a buen árbol...”

La gente está cambiando. Antes, muchas relaciones se mantenían bajo la cortesía de la hipócrita apariencia, el respeto de ciertos protocolos. Hoy, la informalidad favorece el acercamiento, aunque algunos de éstos no convienen.
Uno podía hablar de ciertos vecinos, quienes encumbrados en el honor que secretamente procuraban mantener, y decir: “Yo le conozco” o “soy su amigo”. Hoy la vanidad es otra y muchas se pueden descubrir tan fácilmente que, sólo niños o ilusos ostentan esa clase de infatuación.

En aquel entonces, tomarse una fotografía con esas personalidades serviría por credencial para poder entrar en ciertos círculos, tal como una tarjeta de presentación firmada serviría al mismo objeto que una presentación personalizada. Ahora, un SMS, un mail y un mensaje de voz, incluso un Tweet hace lo mismo, pero más rápido. Aquellos quienes buscábamos un empleo, en la Venezuela de “antier”, debíamos escribir largamente las mismas cosas, repetirlas o memorizarlas, hasta ese pendejo cansancio –típico del “Coronel quien no tiene quien le escriba”- pues la llamada no llegaba ni la contratación rápida se veía.

Aquel apretón de manos, ciertamente insincero, medía el nivel de interés (en ambas partes) y alguno intuía que se habría perdido el tiempo y un volumen de fotocopias. Hoy, para bien de muchos, un mini-DVD o flashdrive sirve para lo mismo, dejado y olvidado en el desktop de alguna PC…

Quién querría asegurarse alguna forma de trabajo (empleo) debía desarrollar una serie de actitudes y tener el domino natural de aptitudes, que no se enseñan en la escuela con la formalidad que debería (como materia académica). Uno debía interpretar que, el éxito, como lo muestra el ambiente farandulero, es una clase de bien que produce favores, clientelismos… dinero.

No puedo desvirtuar el valor cultico desarrollado alrededor del materialismo monetario; igual como no puedo luchar contra el espíritu material de lo que es o considero bello: Esa cultura me ha hecho súbdito, si no, un adicto a ese standard. Sea de la forma que sea -pobres-ricos- feos o bellas, la imagen que tengamos en lo medular de la autoestima, presta un gran servicio a la inserción pública: Laboral, social, económica o sensual.

“Dime con quien andas…”

El silogismo de aquellos días ya no lo es. Los giros impredecibles en las costumbres, en los valores no inmanentes –de una generación a otra- desvirtuaron todo. No queda referencia al compás de aquellos preferidos 360º. ¡Todo es historia! El buhonero puede hacer más dinero que el académico que cumple un horario de 8 horas. El político corrupto puede gastar más dinero –en un día- que aquel quien hubo de trabajar 30 años para poder jubilarse.

No hay referencias. Pobres que viven como ricos y ricos deseando ser ignorados por pobres. ¡Qué locura! Mujeres y hombres jugando los inventos de su “2nd life” porque –la presente- no ha servido mucho, ni para escribir alguna película de sus telenovelas.

No creo en un mundo de líderes. Puede que uno escoja a sus padres, pero no fueron siempre líderes. Puede que apreciemos lo que nos dieron en la escuela, pero no fueron magistrales para ceñirnos a esa forma de liderazgo, a sus normas, ni a los recuerdos de pocos maltratos.

No creo haga falta uno, ni miles, que se propongan en tomarnos de las manos y llevarnos en sus caminos; pues, fuimos dotados con la bendición de extremidades interdependientes, piernas y brazos separados, y una primitiva noción de lo que nos gusta, de lo que queremos o deseamos.

En ese particular, doy gracias a Dios, a los míos… y, las veces que creí en otros (…) en suma, fueron lecciones para aprender a creer en mí, y en lo que quiero y a quienes quiero.

A mi edad, poco importa la sombra que otros proyecten, siempre que no estorben a mi camino. No se necesita de muletas, cuando se aprende a estar en sillas de rueda. Ya no hacen falta las lisonjas, pues, cuando quieres y te quieren, eres tú quien lame o besa esas manos.

Pasamos media vida creyéndonos apuntalados, seguros. ¡Qué inseguridad! Basamos nuestros valores en esas cosas que –a la sazón- son ellas las que nos tienen y cómo cuesta soltar sus amarras o abandonarlas como al lastre del viaje.

No soy más cuando recurro al prójimo para beneficiarme de lo suyo. Soy menos cuando recursivamente busco la catapulta humana ajena, dejando el deshonor o la insuficiencia, en aquel a quien hube mentido… ¡Gracias papá! (fuiste un maestro mudo de varios ejemplos).

Cuando llegues al umbral, a éste cuando comienzo a tocar los portales de la decadencia, recuerda las lecciones que te dieron los discípulos de la vida. Si creíste, alguna vez ser mejor que esos quienes te rodearon ¡pensaste mal! Eran tus “maestros”…

Ciertamente, incómoda, muchas veces es esta escuela; pero los condiscípulos son (han de ser) para este fin: Enseñar.

Ese corto protagonismo de la juventud, es un bello engaño ¡Sublime! Muchas veces, pero se va (se está yendo) y, mientras yo voy, por pequeño que sea mi avance, me conformaré, estaré contento ¿Cómo lucho contra los imposibles?

El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente.
(Salmos 91:1)

Ese es mi camino, la búsqueda que ha de terminar en Su regazo, en Su compañía. No soy menos ni más con ello; sólo es el curso natural de cosas y, para nada me sorprenden las críticas, los reproches: Es sólo envidia preñada de confusión y misterio (yo era así, pensé igual de otros).

No pienso, con ello, en la búsqueda de una forma evasiva de perdón psicológico ni espiritual. No es el dogma o la opinión ajena lo que yo sigo, sino a la razón de mis vivencias, mismas que parecen a las de otros (quienes también se rindieron).

El abrigo del Altísimo, ese que cada ser busca con intensa o mediana ansiedad, cualquier momento de sus días, no es para un solo grupo de razas, condición socio-económica o nivel cultural: Es para todos. ¡Líbreme Dios no tener de Su sed!

Sus alas, no lo he visto, son un oasis al moribundo (tómame como a uno de ellos) y su abrigo, mejor que cualquier muro de viejas fortalezas…

“Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.”
Salmos 110:1

Suena retórico, hueco, no entender lo que atañe a Su gracia. Si se dijera: “Ríndete y, al hacerlo recibirás el sueño de tu vida” quizá alguien se aperciba y venga, y corra tras del escondido premio, pero –tampoco yo- lo entendía, en mi mal momento.
La estrategia de Dios se parece mucho a la del torero… Cuando el animal se cansa, luego de mucho capoteo, clava Sus santas banderillas y comienza un proceso de desangrado. Si uno comprende que nos hacen un favor, uno termina cambiando de actitud o viviendo con una nueva. Puede que, a regañadientes, hayamos puesto una o dos rodillas en el suelo. Puede que nos resistamos a la espada o que nos sometamos a Su señorío y, aún tras la última estocada, nos levantaremos a la vida: Una vida nueva.

Maldecía Su nombre. No daré detalles y no vienen al caso… y, aunque doble una parte de mí -quizá dos- todos mis miembros caerán a Su señorío: Nadie puede escapársele (Es Dios quien exalta a Su hijo: Siempre cumple una promesa).

Humilde o no, he de rendirme de un todo y no de forma externa, con un par de miembros; sino en todas las dimensiones.

Pródiga mujer de 40 lunas

(DRAFT)

(...) La prodigalidad sobreabunda, se devuelve PRÓDIGA, aún fuera de esos recovecos que se sondean dentro del alma de cualquier persona. Aunque se crea egocéntrica -quien quienquiera que sea- las voces interiores traspasan sus definidas fronteras en las intenciones terrenales y, sin pensar en alguien más, piensa para un mundo (quizá minúsculo) que la sigue, la lee o la quiere, aunque a sus ecos personales no entiendan con sus naturales vivencias (pero es oída).

El que oye, muchas veces, escucha sus impresiones de lo oído, no lo que fue dicho ni para qué se dijo; aún así, esas palabras van, vienen, bailan y vibran con tu luna... y sabe Dios dónde se revuelven.

lunes, 4 de julio de 2011

PALABRAS que ACARICIAN.

Hace años, me enamoré de una colombianita (...). De ella supe, también, que en su vida no querría vivir con un hombre pobre: Lo dijo mirando el techo de la casa ¡Donde viviría conmigo!

Mark, para no decirte el apellido, estaba merecidamente enamorado de ella. Él solía visitarla con frecuencia, con el pretexto de fortalecer su amistad con la familia, pero –más que eso- era para ganarse el afecto de quien lo desdeñaba por estar gordo (que no es lo mismo a ser gordo o caer pesado).
Mark era un talentoso misionero gringo. Hábil en la programación y configuración de computadoras… pero gordo (incomodado y preocupado como algunos).
No le conocí profundamente. No fuimos amigos –no me interesaba- y esto es una versión de algo que solté en uno de mis blogs ¿Sabe Dios dónde!
El tipo se propuso cambiar. En cosa de días (no recuerdo los detalles) cambió su vestuario, reforzó su entrenamiento en el gimnasio y, ¿cómo negarlo?: Amigos y conocidos hacían buen comentario por lo que decidida y sabiamente hacía aquel; no sólo se cortaba el cabello o, se mandaba a limpiar la cara y le hacían un “manicure”… ¡Hasta un auto nuevo se compró!
En la medida de mis posibilidades -pocas- seguí mi ritmo normal de vida. No me puse a competir y, menos a rivalizar, porque no me gustan las carreras y menos las competencias (en todo sentido). Además, siempre dejo que cada persona decida por sí sola.

Al comienzo supe que éste, como cualquier hombre, se sentiría atraído por Teresa (del mismo modo como su humildad y encanto exterior, me atrajeron).
No preciso cuánto tiempo ella y yo estuvimos de novios; pero la noticia no fue del agrado de “mi” rival y, luego que la chica y yo termináramos, Mark vino a confirmar o a buscar respuestas a inciertas dudas.
Yo sabía que, frente a lo que él hacía, no podría maquillar nada y -ni a largo plazo- cambiaría mi situación económica, ni recibiría el apoyo “casamentero” de la familia a quienes ambos visitábamos.
Además, Mark tenía el apoyo y el dinero de sus padres y, como a las colombianas les encanta la nacionalidad gringa... ¿Quién se quedó con Teresa? (no fui yo) (él hizo muchos sacrificios y consecuentes decisiones de mi admiración y mérito).

De esa lección real de mi vida aprendí algo:
1) Cuando uno quiere un cambio: HAY QUE PRODUCIRLO.
2) Yo no amaba a Teresa: Su anhelo no era el mío.
3) Yo estaba + interesado en ser amado COMO SOY que en amarla "como" era ella.
4) Debo buscar mujeres de mi mismo nivel económico, "religioso", rango de edad -que me gusten- y que su espiritualidad tenga fundamentos parecidos a los míos.

Ella vivía como una cachifa trabajando en la casa de su hermano. Sentí molestias verla en eso. Yo la imaginaba como la cenicienta y no supe cómo sacarla de allí… Pero el tiempo me dio la impresión de que a ella le gustaba vivir en Urb Santa Fe.
Ella soñaba con "subir" (no sé a qué altura); pero yo estaba cómodo en mi espacio, sin preocuparme del status social. ¿Qué me importa ahora? No entraré a esos lugares donde no pertenezco y no hablaré de la opulencia -que algunos ostentan- porque sólo gano lo suficiente para cada día.

Y mientras revisaba mis recuerdos, vinieron a mí imágenes de un conocido que –harán 2 años- le hallé en la ONIDEX. Sin saberlo, de momento presumía con lo que pagaba por usar el aire acondicionado o comprando con su tarjeta de crédito. Me habló, con natural orgullo, de su nuevo auto y de cuánto pagó por la hermosa moto que yacía a nuestro lado.
Yo vivo con lo necesario, contrariamente a cualquier deseo. No gano más, porque mi trabajo depense de las necesidades ajenas –sus problemas- y prefiero que nadie padezca necesidades, y me conformo con lo suficiente…
¡Pero si me gano el Kino? ¿Cómo sabré QUIÉN ME QUIERE POR SER YO?

(yo lo sé).

¡Ja! ¡Ja!

Pero lloro cuando quiero y puedo.
Vivo mi realidad (cuando me dejan) y me gustaría hallar el sueño de mi vida y, si no la hallo -cosa posible, también- no lo lamentaré; porque viví con una ilusión toda esta larga y loca vida.
Lo contrario sería trivial, convencional, y procuro no serlo; aunque como, "cago", tengo necesidades y hieden mis pedos.
Soy humano, mientras pueda.