sábado, 27 de septiembre de 2008

La Montaña





Es difícil entender el todo de las personas. No ha logrado uno entenderse cuando nota que el resto de los "conocidos" va evolucionando en su camino y tenemos que retomar el hilo y volver a repasar viejas costuras...

Hoy, bajando de casa, "la montaña fue a Mahoma". Seguía mi camino luego que saludase a un par de personas y me dispusiere a venir al cyber para comunicarme con mi "cercano" amor (Mónica y su Valle).

Masticaba la idea de un trabajo de pintura. Notaba algo que percibo como la confirmación venida del "destino", cuando sé que mucho depende de lo ALTO y de Dios.

Estuve a punto de devolverme a mi casa al notar un objeto olvidado en la frescura de mi casa… Saludé a Valentín, a otros que estaban en los linderos de sus casas y retrocedí. No porque suela hacerlo, sino porque mi descuido puedo arreglarlo mañana, aunque no siempre tenga un mañana para enmendar y corregir.

Recibí un mensaje para no apurar mi marcha. Barato es el perfume que se echa cuando la mañana no termina de despertar y vestir un cuerpo deseoso de su naturaleza, pero los compromisos son responsabilidades.

Hablé con el empleado de mi amigo y, estando al paso de irme, me informa de que su jefe me espera. “Será después –le dije- Creo que debe andar cómodo en casa, y no le quiero importunar… ¿Sabes qué será el trabajo?”.

Con una simple respuesta, supe de la clase de hombre que un vecino ha contratado; aunque esta clara mañana se antoja al descanso de hábiles manos.

Pasé las blancas paredes del Club. Sus tejas poco cuidadas ni me distrajeron del paisaje verde de los bambúes ni del asfalto que mis pies golpeaban. Meditaba mis cosas, miraba estas montañas y un auto negro –conocido- me indujo a levantar mis señas, como quien quiere ser llevado más rápido y Alcanzar otra meta.

-¡Caray! Estuve a punto de visitarte… ¡Ahora eres tú quien viene a mí!

Sonriente y sorprendido, retomamos nuestros saludos y comenzamos a charlar. ¡Lástima que tantas cosas pasan sin un registro de audio, de imágenes!

-¡Coño! –le dije- a veces me pareces un maestro. Deberías tener un programa de radio.

Sin meditarlo (pienso ahora) solté una serie de halagos que no hubiera maquinado. No preguntaré qué pensó o qué sintió, pero comenzamos a hablar de esas cosas que, no siendo muy profundas, son nuestra filosofía o nuestra verdad.

-¿Y cuál es la verdad, Jean?
-¡Hay una!, y son pocas las veces en que uno la tropieza.
-Creo que es una; pero es la tuya, tanto como la mía.
-Hay una, pero es colectiva, en beneficio de todos y de la humanidad.
-Creo que es la mía. La que llevo dentro y yo sólo poseo ¡Nadie me la puede quitar!
-¿La de Adolf Hitler o la de cualquier asesino que “poseyéndola” viene y mata a cualquiera que hiere? Hay algo más, mucho más que la simpleza de la verdad que alguno crea tener…

La cosa se extendía. De momento sentí lo tonto de no haber dejado mi teléfono encendido grabando nuestras conversaciones, pues, llegamos a cosas que la simple imagen pública, la convencionalidad de algunos encuentros no nos deja ver en las personas, por muy públicas que sean. Uno aborda temas que ni lo insulso de las entrevistas o las charlas de sobremesa registran un par de minutos y luego se olvidan.

-¡Perro! ¿Ves que esto es una clase magistral? No todo el mundo conoce estas cosas de nosotros, aunque no seamos los únicos que de este modo podamos pensar; no obstante, y hasta sin quererlo, recuerdo el grito que me diste ese día, por aquellas tejas que no pinté como tú querías.
-¡Ja, ja! -rió Simancas- ¿Lo recuerdas?
-¡Claro! Y más aún –añadí- todas esas cosas que uno aprende de ti, de otros; pero sólo es uno el que es capaz de aprender de las experiencias de terceros que hayan vivido más que nosotros.
-¡Sí! Pero apaga esa máquina que me incomoda...
-¡Coño! Ya me vas a poner a hablar con tu representante para cobrarme el minuto de esta grabación… ¡No tiene audio!
-Aún así, tengo que verla y revisarla –riendo, pero con la solemnidad del caso.
-¡Ja, ja! ¿Cuántas cosas no se pierden cuando estamos conscientes de que nos están filmando? ¡Pero díme algo! (ya que no hay público) ¿En verdad eres fotogénico?

Mucho nos dijimos. Magnífico si hubiera atesorado lo hablado en una buena grabación; pero la marcha a Las Tejerías fue un poco inquieta, pues, él notó que un auto se había salido de la carretera y la fidelidad de mi video no lo reproduce con la vivacidad que desearía ¡qué importa si tenemos la mente! ¿No es una bendición el milagro de esta vida?

Henos aquí, conversando y aprendiendo, y es como un milagro que nuestras ideas puedan represarse en letras, repetirse en imágenes y esto y lo otro era lo que comentábamos Jean y yo en 15 minutos de viaje.

¡Qué Bolas! Tenía años pensando grabar algo de esto, y hoy es que se me ocurre guardar un instante…

¡Gracias Dios! Eres tú quien nos hace eternos.