lunes, 26 de diciembre de 2011

Si supiera...


Ensordezco en este silencio
El vacío es superior al que oculto, dentro
Tus palabras se esconden del extraño
que sin celos te va queriendo.

¿Qué conoces de esta locura?
¿Tendrás a otro que te ama?
y en la distancia, de éste, quien te llama
no es mudo el silencio que te reclama.

¡Llámame! ¡Llámame!
¿Cómo decirlo más claro?
¡Llámame, Llámame!
¿Hay otro modo, para rogarte?

Si supiera dónde vives
te visitarían mis pensamientos
así como te envío estas palabras.
Si supiera, cómo y dónde,
¿Para qué escribirte, lo que siento?

Nunca es tarde, este lamento,
"cuando la dicha es buena"
porque amarte es "la condena"
de este loco, quien te ama y
ya yo sé cómo se llama
la mujer de este algo incierto.

¿No te importa el desconcierto
de estos versos que no riman?
Son tus labios, son tus besos, 
son tus ojos... ¡que me animan!


domingo, 18 de diciembre de 2011

Te quieren ¿o te desean?


La vida fluye caprichosa.
A veces vamos con el impulso de hormonas y no por lo sanguíneo de la razón.

Te detienes, miras o no miras (te buscan)
y todo pecho abriga un corazón.

Te busco por ser persona,
no esa figura que prefigura,
ni esos ojos que se destacan
o me mal-tratan.

Te quiero, a tí, por ser tú.
Por amar mi yo, y poder compartir,
algo más que no es la vida,
sino el camino a lo que es eterno. 

Diferencias hay ¿cómo no haberlas? ¡Mírate así! ( ¿cómo te niegas? ).
y, caminando a ciegas, tanteando mi camino, elijo mi derrotero y lo amplio del sendero.

Ya no eres doctora y, si lo eres ¡Te querría por eso?
Hoy no eres "suegra" ¿Te amaré por ser la madre de mis hijos, o por la mujer que me acepta, tal como soy?

La conveniencia no es mi búsqueda, sino la conveniencia de dos que intentamos ser uno.

No es sólo ese placer del encuentro de dos miradas, sino el descubrir y desnudar afinidades, más que el fundirnos en uno (ya no seremos dos).

Ya no deshojaré margaritas. 

No deshojaré la cubierta de otras pieles o caretas.
Esos engaños y mascaradas fueron parte del camino, pero no mi final.

Yo deseo que te quieran por el QUIÉN, y no por conveniencias.
Deseo que te ame por el ERES, y no por lo que debes ni el "así me sirves".

Cada pájara ensayará su canto, luego el vuelo y soltará su pico...
Y entre todas las mujeres, te busco, y NO TE HE VISTO.

martes, 13 de diciembre de 2011

El Azulejo.





Es bien sabido que la vida habla a gritos muchas veces. Hay quienes buscan las respuestas en la sinuosidad del humo del cigarrillo, en el las figuras del café y, lo que verdaderamente les habla –las personas o las circunstancias- no se toman en cuenta.

Ya he comentado algo sobre mi plumífero amigo, en Caracas. Si por mí fuera, lo montara en mi hombro para que conversara conmigo, tal cual “lo haría” el loro de un pirata (pero es mal conversador) (aunque canta muy bien: Enamorará a alguna).

En casa (mi verdadera morada) ya he visto crecer varias generaciones de aves –incluso- algunos vecinos lograron criar un par de guacharacas y, al tenerlas como mascotas, éstas se les han reproducido como gallinas, y no es raro que me visiten, que me roben algunos frutos, o me despierten con su “canto”; así que prefiero la belleza de los azulejos y el canto triste de las lechuzas u otras aves (más exóticas) que ya he visto, tanto de día como de noche (en mi casa he visto hasta venados, pues, estoy muy cerca de un denso bosque).

El azulejo de Caracas, no es igual al tucusito (hummingbird) que vive en lo que tengo por baño. El extranjero, éste que vive en la colonia de 5 periquitos australianos y habla un idioma hermosamente distinto a los lovebirds, no suele conversar conmigo; pero yo sí entiendo mucho de lo que sus circunstancias me dicen. Éste me mira, ágil y atentamente, pero no es capaz de dirigirme un “Hola” que nos enlace en un diálogo, pero sí me presta mucha atención, y hasta es capaz de soportarme algún rato de soliloquios o silbidos (suelo levantarme temprano y les destapo la jaula para que ellos terminen de recibir sus días).

En mi montaña, cuando regreso a mi casa, el hummingbird es más efusivo, y juguetón. Éste, para mi sorpresa, lanza una serie de palabras y en más de una ocasión Dios lo ha usado para responder a mis preguntas (hasta se meten en mi cuarto a saludarme, ciertas mañanas).

El hummingbird (tucusito) como todo niño sabe, revolotea en sus alas más rápido de lo que podríamos contar hasta 3 y, en ciertas culturas precolombinas, se le tuvo por emisario, por mensajero divino, y he tenido que aceptar –por muchas razones- el rol que tiene Dios en medio de la naturaleza para que el hombre y la mujer entiendan Sus múltiples manifestaciones.

Trataré de aclararlo: ¿Han notado las veces que se están haciendo una pregunta –Uds- y las respuestas les llegan por un lado inesperado? ¿Les ha pasado que buscan una cosa, una situación o una persona –por aquí o por allá- y curiosamente LA RESPUESTA les viene por otro lado, de modo inusitado y mucho mejor de lo que se la planteaban?

No siempre son las respuestas o las cosas que uno busca, pero siempre hay respuestas. En mi caso  -que recuerde- he tenido respuestas colectivas, individuales y –en otras- no he terminado de decirlas, cuando una respuesta sigue a otra… Como me pasó la 2da semana de diciembre 2011. Venía caminando por la carretera. Daba gracias a Dios porque fue un buen día de trabajo y, no acababa yo de considerar  apenas  la cantidad de cosas que hice en un solo día, lo bien que gané, etc., cuando un auto azul se aproximó con uno de los vecinos y me pidió que le fuera a reparar su PC ¿No obraba Dios en mis circunstancias? ¿No me hablaba Él, cuando apenas yo comenzaba a platicarle?

Dios habla de muchas maneras. Hay quienes dicen oírlo. Hay otros que aprendemos a interpretar las circunstancias y, ciertas veces, he oído cómo me habla a través de personas… y hasta usando algunos animales.

¿Cómo me lo explico?
Sólo por la recurrencia de coincidencias. No es normal que Ud pida una cosa y, en fracciones de segundos (o en menos de ½ hora) Ud reciba una respuesta (normalmente positiva).

Si concurre una oración, una petición sincera –desde la profundidad del pensamiento del alma- la respuesta, por lo general, ha de venir (conste que no soy mejor ni peor que nadie) (que soy humano, tengo deseos y pasiones humanas).

Recuerdo esos días en que iniciaba mi relación con la incipiente. Emocionalmente yo conservaba trazas de una relación emocional que no terminaba de resolver, de entender y dejar… Yo, como cualquiera, necesitaba una mujer en mi vida, en ese aspecto emocional y físico para el cual fuimos diseñados.
Parte de mí se negaba a desprenderse. Mi hno mayor, de modo inspirado, cierto día fue movido a orar por mí (es algo que NORMALMENTE él no hace) (lo resalto para destacar lo inusual, pero es una forma de ver las manifestaciones de Dios en nuestras vidas).

No preciso cuánto tardé en darle paso a la incipiente a mi vida…

La relación con “la loca” (¡Ja! ¡Ja!) debía terminar, y necesité ceder ese espacio de mi vida para que Dios interviniera, a Su modo y a Su tiempo (y lo hizo).

En más de una ocasión -ante la duda- hube de pedirle que me guiara. No soy de los que fácilmente me dejo llevar por los ojos. Obvio que, cuando veo a una mujer, sé qué busco, sé que miro; pero estaba confundido, encandilado o embelesado ¡qué sé yo! Así que, varias veces le pedí –a Dios- la dirección que debía tomar.
En varias ocasiones, interpretando mi circunstancia, Dios me dio respuestas. Eran momentos en que la una me llamaba o la otra me respondía y una conversación se entremezclaba con las emociones de la otra (¿no sabías eso, verdad?).

Dios me ayudó.

Cuando entendí esa promiscuidad emocional, cuando acepté lo estéril de una relación versus la que necesitaba o deseaba, me sacudí y oré.

Las respuestas fueron distintas, pero precisas ¡exactas!

Cuando cambié el switch, me alejé de la una, para que la otra entrara en mi mente. Ya sé que ninguna de las dos me conviene (en un sano sentido) (somos muy diferentes) pero necesitaba una transición emocional para poder subir a la física (que fue muy buena, aunque breve).

Debo admitir, especialmente a mi edad, que estas cosas no suelen pasarme; pero sucedieron.
Ambas situaciones las disfruté, pero no pueden ser (es como el azulejo casándose con un periquito australiano). Soy ajeno a muchas cosas…

Lo maravilloso, lo que me sorprende, es cómo Dios interviene en NUESTRAS vidas. ¿Cómo me explico eso de pedirle –a Dios- una señal, una guía que me dirija a la persona a quien debo ir (emocional y afectivamente)? y por respuesta, en menos de 10 minutos, resulte llamarme la persona con quien mantuve una bonita relación amorosa (que no duró más de un mes).

¿Cómo me explico, en medio de mis circunstancias y limitaciones socio-económicas, que una mujer hermosa se involucre en mi vida, si no tengo lo que ella busca y yo tenía una relación emocional con un fantasma, al que debía dejar y renunciar?

Dios te pone gente en tu camino para modelar tu vida, para ayudarte a conocerte y reconocerte.
Siempre admitiré lo ajeno, lo extraño, que soy al común de muchas personas. Soy como ese azulejo metido en la jaula, como un extranjero en su propio país.

No soy como los demás y, a decir verdad, cada persona es única, original y, ciertamente, distinta.

¿No es eso un privilegio? Que cada ser puede ser QUIEN ES.

Mi relación –con ambas personas- ya no existe (en el original sentido).

Todos -y cada uno- seguiremos en nuestras jaulas y, lo que no fue ya no será.

Las 5 patas del amor.





Hace algún tiempo cierta persona escribió un blog muy acertado e interesante (link de Dulcidq). De mi parte hubo cierta réplica (link) y, asintiendo con sus opiniones, me atreví a pensar en otras posibilidades: Que el amor no fuera sólo visceral o platónico, sino algo más que trascienda a nuestra vida, más allá, hasta lo espiritual.
Puede que no tenga argumentos para apuntalar esta teoría (no soy catedrático ni estudioso) pero la escuela de la vida, en medio siglo, me dice que hay algo más que un deseo o un sublime sueño, que nos mueve a esa necesidad de procurar el amar: No sólo ese amor que nos damos a nosotros mismos, sino el que podemos compartir, dar, incluso por encima de lo filantrópico, lo transparentemente misericorde, o aquello que pudiera ejercer una presión moral o visceral, por encima del control de la autonomía de nuestras vidas.
Sé de casos de amores que no debieron ser, esos que una parte o la otra percibían la antipatía, el antagonismo y, por la coincidencia de cosas fortuitas, ambos terminaron acercándose, juntándose sexualmente y, como casi todas las relaciones, terminaron en una separación mayor, peor o en una amistad que les une, sólo en lo platónico o por el “nexo” consanguíneo de hijos.
Sé de amores que no pudieron ser, esos intensos, supra-románticos y rete-idealizados, que contaron con antagonismos y fenómenos externos que los llevaron a matrimonios distintos, con personas quienes no debieron, pero por producto de la influencia familiar, de la presión de las conveniencias y necesidades, pero no por la decisión absoluta del alma (y no creo en el destino, ni en la predeterminación de nuestras vidas) (¿Dónde estaría el libre albedrío?)
Las cuatro patas –comunes- se apoyan en el sexo, la afinidad, lo social y económico. Visceralmente he conocido y convivido por la afinidad sexual. No había conocido el amor por las razones de afinidad filial, pero es obvio que muy pocas personas invertirán toda una vida con personas con quienes no hallen una pizca de afinidad, una milésima de simpatía por sus gustos, modos y maneras.
Una cara bella, un cuerpo sexual o atractivo no determinará una década separado del resto del mundo. En el amor uno tiene que hallar algo más que un cuerpo deseable y apetecible, debe uno enamorarse de aspectos personales que se palpen con el trato o se tientan por las conversaciones y los encuentros.
Para clarificar las 4 patas del amor debo retrotraer ese o aquel artículo y, hecho eso, “buscando las 5 patas”, podría agregar lo que parece el azar, lo fortuito, pero estoy comenzando a creer que es –más bien- un factor espiritual que interviene en nuestra vida, a fin de catalizar el crecimiento y el desarrollo de ciertas cualidades que, si no fueran manejadas (aprendidas) nos dejarían en esta tierra como niños o enanos, y no nos darían el acceso a la siguiente vida.
Me explico:
Hace una década, cuando menos, mi lejano amigo Tom Powell conversaba de una creencia. Ésta, para muchas personas, era que los lisiados, los enfermos, venían al mundo para influenciarnos (a nosotros) (a quienes nos jactamos de ser seres “normales” y esa “normalidad” nos hace actuar anormalmente).
No estoy totalmente de acuerdo con esa “creencia”; sin embargo, lo dice la historia y el testimonio de quienes aún viven, la gente que luchó y creció bajo esas condiciones “limitantes”, bajo esas presiones sociales, escarnio burlesco o el abierto rechazo, han desarrollado un carácter más fuerte que muchos de los que nos consideramos normales (soy anormal). ¿Aman esas personas? ¿Cuánto han influenciado -con sus vidas ejemplares- el producto del disfrute de nuestra sociedad?
En mi opinión, no necesariamente uno nace ciego o mocho para influenciar a otros, sino para aprender a luchar con espadas no teniendo evidentes manos. Uno no es cojo, tartamudo o manco para que nos sientan lástima; así como tampoco se es pobre para que venga otro y nos mantenga o nos alimente. Ciertamente, la idea errónea de esa creencia –relacionada al pecado o al castigo- es antigua y, como prueba de ese prejuicio, la Biblia misma cita el momentum cuando Jesucristo fue preguntado o cuestionado, y lo dicho ayer tiene vigencia hoy.
Juan 9:2  Y sus discípulos le preguntaron, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?
Juan 9:3  Jesús respondió: Ni éste pecó, ni sus padres; sino que está ciego para que las obras de Dios se manifiesten en él.

¿Cómo se manifiestan las obras de Dios en nuestras vidas?
Una de Sus manifestaciones es el amor; sea para con nosotros, o sea el nuestro para con el mundo (si no me amo yo, no puedo amar a nadie).
El amor es una obra de Dios (1Jn 4:8). El sexo es una expresión humana y una extensión del amor mismo (1Jn 4:7), y casi estoy por abandonarme a la idea de que se puede amar sin esperar ser correspondido en forma alguna (aunque no haya tenido a quienes quise tener o aunque no tengo culpa de tener a gente que no supe o no quiero querer).
Este no es un blog teológico (soy malo para eso) sino otro registro en la bitácora de lo que aprendo… pero, ¿cómo me explico la aparición de tantas cosas coincidentes en los equívocos de la vida?
Uno se casa, y no debió haberlo hecho.
Otro se divorcia, y no debió hacerlo.
Uno tiene hijos, y nunca los debió haber concebido (de hecho, ni hubo consenso para tenerlos... Son productos de la unión).
¡Aprendemos por ensayo y error! ¿Quién ha querido llegar a malos términos? ¡Nadie!
Vivimos y vamos a tientas; aunque la intención usualmente es buena.
¿Qué nos queda de esto?
Ya sabemos quiénes nos gustan y quienes NO nos gustan.
Ya sabemos qué hicimos y qué no deberemos volver a hacer.
Ya sabemos qué sentimos y qué no volveremos a sentir.
Es mucho más, mucho más…

Tenemos esa mesa, a la que le reconocemos varios apoyos: la pata sexual, la pata afectiva de las afinidades, la vida en sociedad; pero ¡cómo nos gusta que se caiga o que cojeen! si no es que debiera quedarse renca.
Parte de mí, día a día, se convence de que este tantear emocional, este caminar renqueante a ciegas, tiene una razón de peso que sirve a la vida hacia la eternidad.
Sé qué es amar.
Sé qué es querer o ser querido.
Entiendo el dejarse querer o el pedir dejarnos amar; pero cada ser compone o descompone su propia mesa, buscando sus 5 patas.

A.Toro    Dec. 12, 2011

No eres la única!

¿Sabes qué? ¡No estamos SOLOS  en eso!



Yo, hace pocas semanas, me retiré de una bonita relación PORQUE ME AVENTURÉ CON UNA MUJER QUE TIENE MUCHAS COSAS DISTINTAS A LAS MÍAS...

Si fuera amor ¿Ella y yo no nos habríamos puesto de acuerdo para CONVIVIR con esas ciertas diferencias?

¡Sí! pero si ella no es cristiana, si es frecuentemente bonchona, etc, etc. (y yo soy medio judío, medio anti-secularista) ¿Cómo iba a funcionar eso a largo plazo?

pero ESTUVIMOS JUNTOS UN MES.

El error, el de ella, fue intentar "cambiarme" (accedí, por seguir en una relación tendiente al amor).

Sin embargo, Yo la acepté COMO ERA (no le pedí cambios) (creí era aceptado como soy).

La advertí de nuestras MUCHAS diferencias y hasta me alejé y traté de alejarme.

Yo creí a sus sugerencias, me regresé en la distancia del corto camino (valió la pena); pero [u]uno no puede convivir con quienes ven el mundo distinto[/u][b][/b] a como debiera verlo el cristiano o el judío y, COMO ELLA DEJÓ DE HABLAR Y DE COMUNICARSE, de manera auténtica (conmigo), allí si cerré mis puertas y me retiré de la relación (especialmente porque no me aceptaba tal cual soy, y ella esperaba fuera un ser ajeno a quien soy e intento SER).

Pregunto ¿Nos acepta DIOS como somos?

Al hacerlo, ¿No somos -nosotros mismos quienes comenzamos a cambiar y auto-corregirnos? (para bien nuestro, NO PARA COMPLACER A NADIE) (que no fuera Él mismo).

No somos los únicos en hallar discrepancias, pero no podemos andar la vida con tantas exigencias, sino con tolerancia -no conveniencia- en miras a consolidar un amor.

NO creo q seas aburrida y si lo eres ¿En qué lo eres o cómo lo eres? (Esa es tu opinión o lo que "dicen de tí"). Si es así, es algo que debes arreglar contigo misma (no creo que aburras: Me estás poniendo a escribir, aunque sea a solas) ¿Eso es malo o es bueno? (Es un "aburrimiento" positivo) (Apuesto a que escribes más que yo) ¡Borra esa página que te subestima!

Si lees o tocas música, si ves películas -cuando menos- podrías hablar 5 min -con cualquiera- sobre el Hombre Bicentenario...

Obvio que es una fantasía, quizá no es FANTASTICA (como muchas de las mentiras del cine) pero ¿Sabes? Hay gente que VIVE sus vidas sólo por terminar de acompañar el viaje de otras.

¿Sabías que hay gente que quiere morir? Que sus vidas ya no significan nada, excepto por estar con quienes tienen a sus lado (incluso tienen "sentido" por esos seres que ignoran y odian).

Es algo así como esos perrros q se sacrifican por salvar a quienes ellos aman... La situación, la de esa pelicula (en particular) no es sólo la ficción, sino la relación con las personas ¡Incluso! el poder volver a ENAMORARSE.


Coincidencialmente, El robot -en la pelicula- pudo enamorarse de la nieta de una mujer a quien quizo mucho...

Extrapolando esa situación (humana) yo he podido enamorarme de gente que se parece a quienes ya no son, ya no están o ya no veo, por el simple hecho de SER QUIENES SON, pero tienen un gran parecido con otras personas (cuando tengas 50 sabrás de qué te hablo).

Cuando seas madre, sabrás que es [b]amar a tus hijos[/b][u][/u] y PODER AMAR A TUS NIETOS por el parecido que tendrán con tus primogénitos o ese vínculo que te ató (afectivamente) a ellos y esa relación única.

¡Lo verás! De algún modo, con tus propios ojos y con el alma de tus sentimientos.

domingo, 11 de diciembre de 2011

¿Te sientes enjaulado?



Esa sensación de frustración, de limitación o de algún tipo de impedimento al logro es frecuente, mayormente cuando uno vive en una sociedad o mundo emocional que tiende a empujarnos hacia la dispersión de objetivos, más que a la calma de una sana diversión o vida sana.
Por lo general, si viviésemos en una vida bucólica, simplísima, nos ocuparíamos de una sola cosa (producir comida) y nuestras ansiedades serían enfocadas al clima, a los hijos, la ropa y simples placeres hogareños; pero, en la complejidad citadina, ese todo sencillo se complica, y se enreda con el número de miembros del núcleo de la familia (si la tenemos) y se amarra o empaqueta con las facturas, las presiones del alquiler o el pago de los giros del auto, la casa, los equipos o la acumulación de deudas (sumar las que otros depositan en otros).



La religión, en cualquiera de sus formas, es una válvula de escape (pero no es una forma o norma de vida hasta que no se interioriza o no se practica). El alcohol, las drogas, la comida o el sexo, tienen un nivel que varía el impacto de esa sensación de frustración, lo mismo que haría el deporte, el ir al teatro, al cine, etc., porque esa corriente de energías MAL represadas tiene que drenar por alguna parte y en alguna dirección.
En esto de la vida y sus complicaciones citadinas, un día podemos amanecer en paz (tal vez un sábado o domingo). Amanecemos como muertos a muchas cosas, pero intensamente vivos a las importantes, a las personas y ya no al empuje de las cosas intrascendentes. Podrías levantarte a oler una flor, pero no tienes flores ni un jardín en tu casa. Podrías levantarse, abrir tu ventana al aire fresco, pero estás rodeado de altos edificios o feos ranchos, y es poca la brisa que pega en tu pecho a cada mañana (sin embargo ¡vives!).
Es cuestión de actitud. Todos somos aptos para cambiarla. Tenemos aptitudes al cambio, a la mejora, a la superación, pero hay que tonificar la ACTITUD (siendo más aptos).
En casa de mi mamá (la que usualmente me interrumpe que jode) hay una jaula de aves: 5 periquitos australianos (lovebirds) y 1 azulejo. He contado, en otro lugar, que mi hno “A” lo rescató cuando éste se cayó del nido y terminamos alimentándolo en nuestros puños… (hacen 6 meses) (Mi hno lo salvó en Junio 2011).
Una parte de mí se ha encariñado con ese animalito. En 1er lugar, su canto es totalmente distinto al sonido que emiten los australianos (el azulejo es el “extranjero”, dentro de esa colonia de 5). Una parte de mí quiere soltarlo, pero no soy el dueño y, aunque lo hiciese, hemos considerado que no tenga la autonomía de vuelo o la suficiente vivacidad para insertarse en una colonia de SEMEJANTES o, por otro lado, tememos que los gatos del vecindario se lo coman (aunque hay bastante basura, alrededor, como para que lo subestimen).
Ese azulejo, que alimenté varias veces en mis manos (no fui el único) me agrada y, mi deseo (frustrado) por dejarlo ir me hace pensar en él, más que en mí. ¿Cómo amará a uno de los suyos, si no está con ellos? ¿Cómo tendrá sexo, si los periquitos australianos son tan distintos, copuladores, y éste, ni sabemos si es hembra o macho?
No sólo me ocupa pensar en su vida sexual ¿sobrevivirá y se insertará en la comunidad de los suyos? (seguro que sí ¡Canta muy bien!). Sin embargo, saberlo libre, independiente, me traerá más dicha (aunque sus padres y probablemente otros venían a esa jaula para alimentarse, mientras lo tuvimos en otra parte del edificio).
Esta mañana, cuando le oí cantar ¡tan gozoso y lleno de las energías de la vida! El azulejo me hizo recordar muchas cosas (lástima que no escribo tan rápido como pienso y la mente se me dispersa en lo que otros piensan).
Ese emplumado cantor prisionero me hizo recordar la historia de José, el hijo predilecto de Jacob (Israel). José, siendo la envidia de sus hermanos por tal predilección, fue vendido a extranjeros, desterrado y excomulgado del amor de sus padres ¡por simple envidia! (podría imaginar que otros polluelos sacaron al azulejo del nido… pero no lo hicieron).
José creció enjaulado, pero no prisionero.
José creció limitado, pero no impedido y, asumiendo creativamente parte de esas circunstancias frustrantes -en ese cerco de encierro- sin mirar sólo las limitantes, procuró ser el mejor y, al hacerlo, sobresalió, no sólo al resto de los que compartían el mismo lugar, sino que se desprendió de lo que pudo ser el mismo destino (Gen. 39:22).
¿Reconoces al José que hay en ti?
¿Comprendes las veces que pudiste ser distinto, y te adaptaste a ser como los demás?
José, a sus 17 años ya TRABAJABA (Gen. 37:2) En ese entonces no había internet, no había una biblioteca en la esquina; pero tampoco “estudiaba” para que el papá le comprara un Ipod o la mamá una laptop (su presión “social” era otra) (su responsabilidad familiar era otra).
Como cualquier muchacho (o viejo) José tenía sueños. No sólo soñaría despierto el hacer los planes para el logro de sus cosas, pero la vida le jugó algunas trampas (debidas a la envidia de SUS HERMANOS) y, aunque fue así, tarde o temprano, la vida misma le devolvió la reconducción de esos sueños (Gen. 41:45) (no fue tarde en su vida) (¡Ojo! Nota que LE DIERON UNA HIJA DE SACERDOTE. Uno no puede convivir con quienes no tengan la misma educación o convicciones de fe).
Cuando uno modela la ACTITUD, cuando uno reconduce la indisposición (mediante muchos intentos, usando la aptitud) uno logra progresos.
José le echó bolas al trabajo. Su disposición a HACER LAS COSAS BIEN fue reconocida por los ojos de quienes le rodearon, aunque otros lo ignoraron (tienen completo derecho a ignorarte, así como tú puedes hacerlo).
Al salir de la cárcel (por algo que parecería fortuito) subió de rango y, en apariencia, era un cambio social (pero, igual, su trabajo era de siervo, mas no de cachifo) (¿Tu mente –hacia el trabajo- es de cachifo o de siervo que sirve?).
Un cierto momento antes, una mujer le propuso una interesante tentación. Sexualmente uno puede pensar en muchas cosas y hasta se resbala, pero ¿sería por amor? ¿Cómo sería de incómoda una relación furtiva y extemporánea? (la mujer siempre sería la parte dominante, por el rol de ser la esposa del jefe) Gen_39:7  “la mujer de su amo miró a José con deseo y le dijo: Acuéstate conmigo.”  ¿Tan buena ERA o estaba, que su marido no la atendía? (eso sucede a veces, en cualquier parte) (es posible que ella o su esposo ya tuvieran la costumbre de dormir con quienes les gustase).
¿Qué debe hacer uno, cuando le ponen esa concha de mango? Cómase su mango, pero ¡no la concha ajena!
Hace poco, estas primeras semanas de diciembre 2011, conocí a alguien que hizo como José (no se acostó con la mujer de su amigo). Si éste le dijera –a otros- lo que no hizo, seguramente le tildarían de “pato”, “pendejo” o lo q sea… Este mundo está lleno de “amigos” que se acuestan con la mujer de su hermano. Gente que no les importa lo que hacen, sino satisfacer la inmediatez de sus “urgencias” sexuales y actúan peor que perros, y sabe Dios si realmente sus hijos son sus hijos (en lo biológico).
Yo felicito a José, quien quiera que sea (hombre o mujer). Yo alabo y exalto a Dios porque los tales todavía existen, por pequeños o grandes que parezcan a simple vista.
Y es curiosa esta contemplación mía y relacionarla con pajaritos.
La verdad, muchas veces –es que nosotros- somos como ellos. Podemos encadenarnos a personas, a situaciones (por dinero, conveniencias materiales, sexuales o geográficas) y no percibimos ese momento de cambiar de actitud apelando a la aptitud.
Ayer oí a una mujer llorar... No era ese quebrantamiento del alma, pero era su llorar (ante un desengaño amoroso). No era ese lloro interno que reconozco o manifiesto al ver las limitaciones del azulejo (o las mías) pero eran las ajenas, las que padecemos todos

Hay que VIVIR A LO QUE SE QUIERE, para quienes se quiere y NO siempre por “lo” que se quiere.
En mi mente veo a quienes no he visto y conozco ese aprecio (que ya no es pasión o dependencia). Les saludo, les aprieto con un abrazo de letras… pero ya las interferencias me apremian con estas cosas a las que soy invulnerable estando bajo mi propio techo, en ese lugar que DIOS me ha dado y he pagado con cuotas de esfuerzo y amor.

lunes, 5 de diciembre de 2011

¿Quién era el asno?



Cierto día, mientras terminaba de escribir mis notas en la PC, mi mamá -a mi espalda- interrumpía regularmente mostrándome algunas fotos viejas… Distrayéndome (ya poco) soltó otro detalle que olvidaba registrar:
Cuando era yo un niño,  a veces ella me enseñaba a leer. En alguna parte de la historia, había una cartilla ilustrada con el ABCdario (¿las habían inventado ya?) (¡Sí! ¡Je! ¡Je!).
Ella me ponía a reconocer las imágenes comparándolas con el sonido de las letras y, como todo muchacho que NO LEE, asociaba la imagen con el supuesto sonido del animalito o cosa que veía en las ilustraciones que me inducían: “C” = Caballo, “F” = Foca… Pero, al momento de la revisión general, me regresaba hasta la “A” inicial.
Como yo no sabía leer (todavía no lo sé) ella solía regañarme (aún lo hace) pues, se supone que, al momento de llegar a la “A”, yo debía identificar todo animal que la cartilla ilustraba:
-          ¿Qué letra es esa, Nené?
-          ¡La B! –le respondía, con segura certeza.
-          ¿Cómo, hijo? Esa no es la “B”
-          ¡Sí, mamá! Es la “B”.
-          Pero si ese animal es un asno... La Letra de “Asno” es una “A”, no una “B”.

Según ella me cuenta, yo tomaba la cartilla y aguzando bien la vista, le decía:
-          ¡No, mamá! Ese animal no es un asno ¡Es un burro! Y Burro se escribe con “B”.
-          ¡Muchacho del carajo!... ¡Tú siempre llevándome la contraria!
-          ¡Pero si ese asno parece un burro! –excusándome- ¡Yo no sé!

Plan Suicida.



Plan Suicida.


En un sentido humano, visceral, no sé qué nos hace inconformes. Podemos ser ricos y vivir como pobres. Podemos visiblemente pobres, y pensar como ricos. Puede que tengamos suficiencia o abundancia, para cada día y –aún así- acusar ese vacío y tratar de llenarlo con golosinas, necedades, que ni llenan ni nos sacian.

Ayer, en uno de esos momentos de tregua, mi mamá me refirió uno de esos cuentos que le había dicho el hombre que la crió. Se trataba de esas moralejas, hecha cuento, que circulaba en la Caracas Vieja, de aquella que hablaba del Puente del Guanábano, como ese trampolín que despedía algunas vidas y las catapultaba a la siguiente dimensión:
Cierto hombre estaba muy de deprimido. Nada, al parecer, lograba salirle bien, con éxito y, por el contrario, pese a sus repetidos esfuerzos, su vida parecía un desastre. En los negocios, ganaba en pérdidas. En el amor –según decía mi abuelo- las mareaba, pero no las mataba…
Sintiéndose tan miserable, con demasiada vergüenza de sí,  decidió quitarse la vida y se fue camino de La Pastora, hacia el Puente del Guanábano. Al llegar, aquella mañana, no vio a quien le detuviese en su final propósito. Al punto de alzar la primera pierna, observó cierta dificultad en una de sus bolsillos ¡Había olvidado comer el cambur de esa mañana!
Ya era un hábito mañanero y, de tanto pensar, había pospuesto tal costumbre… Lo sacó de su bolsillo y, pensativo, dio el primer mordisco, arrojando un pedazo de la concha, hacia el lugar donde habría de caer.
No tardó mucho en comerse el cambur y, tras haber terminado, arrojó lo que le quedaba por el lado donde se habría de tirar. Alzó sus ojos al cielo y, en silencio, dio a Dios las gracias y al momento de lanzarse -ya decidido- contempló el sitio dónde habían caído las cáscaras del cambur: Un pobre hombre, ya anciano, las había cogido y comenzaba a comérselas.”

La historia no es tan fraguada. ¿Quién la inventó? ¡No lo sé!
De hecho, cerca de 1994, yo mismo pensé en lanzarme desde “el Puente del Viaducto”, por un lado de San Antonio del Táchira, Venezuela.
Ese hombre, si existió o no ¡Sabe Dios!; pero puedo dar fe de que, en esos momentos de emociones intensas y sentimientos contrapuestos, la mente NOS engaña y terminamos comiendo “algo” y, finalmente, el plan suicida se aborta.
En mi caso, visceral también, recuerdo la sensación de imaginar la caída, el impacto y las consecuencias. Para ese entonces no estaba casado, no tenía hijos y pocos se afectarían… si lo hubiera “logrado”. Alguien podría pensar en aquella canción del “Mala Suerte” (que no es igual a mala muerte). Uno puede decir: “Esa clase de gente es cobarde a las cosas de la vida” ó “Son tan perdedores o fracasados, que ni siquiera pueden hacer lo más simple…” ¡Qué sé yo!

Una cosa he aprendido de quienes he subestimado: “Perdiendo –también- se gana”.

Ese tarde, cuando miraba el gran tamaño de las rocas blancas que me partirían los huesos. Apenas asomé la mínima idea de contaminar las límpidas aguas con mi sangre, me detuve... No había puesto un pie en la baranda (misma que han alzado a varios metros, para dificultar la tarea suicida) cuando mi mente tuvo la idea de ir a comer algo (supongo que buscando una tangente en el margen de tiempo, una excusa más para posponerlo, o una solución salvadora que me sane).

Quedaba algo más de dinero en mi bolsillo. En Táchira vacié la cuenta de todos mis ahorros (no eran muchos) para mudarme a ese Estado... Las cosas no salían como se pensaban, odiaba a Caracas por ciudad (ya no, sino a su gente) y no quería vivir en ese hacinamiento citadino.

¡Fui a comer!
No recuerdo cuántas cuadras caminé. Sólo sé que, a mi paso, hallé pocas tiendas abiertas y compré boletos de la lotería instantánea y NINGUNA ME DIO UN PREMIO (¿Quién inventa un negocio para perder?)

Dentro de mí reconocía ese resentimiento, esa molesta frustración de que uno hace LO MEJOR QUE PUEDE, pero las cosas no salen o no “nacen” como una desea o calcula: El trabajo estable que me habían ofrecido, se disipó... El alquiler de un lugar -para vivir- ¡se lo habían dado a otro! (¡Coño!) ¿Nadie cumple su palabra?

Llegué –finalmente- a una arepera. Tuve la previsión (o cordura) de no seguir haciendo apuestas azarosas pues, de lo contrario, no podría tener dinero para comerme una arepa (que era la idea propuesta, antes del suicidio). No preciso qué comí, no recuerdo qué tomé; sólo recuerdo que estaba frente a la plaza Bolívar de San Antonio del Táchira.
Había mucha gente (así me lo parece). Era una reunión de evangélicos pentecostales (ortodoxos) y, tengo la impresión de que ví más gente allí que en el resto de ese pueblo (en aquel entonces) (1994). Luego de la musiquita sonsa (que ponen de introducción) apareció un gringo predicando. La traducción de la chica, una andinita, no coincidía con la mía; así que –por mera curiosidad- tuve que acercarme ¡Casi no oía! (quizá Dios me jugaba una).

Creo recordar el papel grasiento de las empanadas en mi mano. No voy a negar que muchas de las chicas me atraían por su forma de vestir (sólo se ve lo externo, no se ve dentro del corazón); pero algo en el mensaje era para mí, así que me adelanté entre algunos y me puse en primera fila (además, así oía mejor y miré de cerca a la andinita).

No sé cómo –pero DIOS lo hace- perdí el interés en traducir, en medirme con la chica o compararme con otros. El mensaje, las preguntas, parecían PARA MÍ y yo respondía ¡Ya lloraba! ¡Respondía a gritos!
Luego del mensaje -la gente de la iglesia- comenzó a buscar a los arrepentidos, a los conmovidos y varias de las muchachas les acompañaban… (no era mi oportunidad ¡Ja! ¡Ja!).

Tal vez tomaron mi nombre; no supe darles una dirección, ni un teléfono ¡Era un ave de paso! (quizá, por eso, no me pusieron más atención: Las iglesias tienden a RECLUTAR PERSONAS, no al proceso de sanarlas) (pero lo hizo DIOS).

No sé cómo volví a la casa de mi hermano.
Ya era de noche, estaba perdido en una ciudad ajena (que no conocía) y supongo hice algunas llamadas telefónicas…

¡Era obvio! Me distrajeron.
Aborté ese plan suicida (y sigo comiendo mis cáscaras vacías).

(Para tu gloria, Padre)

viernes, 2 de diciembre de 2011

A quien creer.



"Lo único que quiero es a alguien en quien creer… "

La frase anterior no sé si sea el corolario de una persona. Lo ví y me lo robé. No que lo necesite, sino por parecer (o ser) realmente sincera en el pensamiento de esa opinión. Uno puede preguntarse: “¿Qué la llevo a llegar a eso?” “¿Habrá padecido la acidez de tanto desengaño?”. ¡Sabe Dios!

Me llegó el pensamiento de esa frase.

NO es una proclama, pero es un reconocimiento –indirecto- a la necesidad de verdades. No es una apelación a la verdad, sino a la necesidad de vivir en las que son nuestras o podemos apropiárnoslas…

Ahora que leo esto: "Lo único que quiero es a alguien en quien creer… "  comento otras palabras que leí en un cartel que acabo de ver sobre el recargado mostrador del negocio de un zapatero.

El kiosco está atiborrado de bultos. Casi no tiene espacio para entrar, poca luz emocional…

Al ver lo que decía ese afeado papelito: "Sólo creo en Dios". Por un lado, imaginé las razones que impulsaron al escrito. Era la misma proclama, en un tono distinto. Pensé: “¿Tan mala es la gente honrando deudas con ese hombre? ¿Habrá solamente perdido la fe en las personas, que vale más que el dinero?

Hay gente que no merece eso, el ser llamados o tratados como clientes?

Pensé en el abarrotamiento de zapatos que la gente deja; pero que nunca recuerda pagar o retira a destiempo.

Pensé en las molestias de repetir ciertos anuncios de cobro.

¿Sólo se pierde tiempo y dinero, o LA FE EN LAS PERSONAS?

Soy positivo en creer que no todo está perdido. A mi edad de quasi anciano –todavía- veo la posibilidad de creer algunas palabras.

Al día siguiente hablé con el dueño del negocio. La gente sólo piensa, primero, en sí misma y, de carambola, recuerda que tiene cierta responsabilidad que no quiere asumir…

¡SÍ! Sólo creo en Dios, y no lo veo.

Sé de Sus palabras, y no le oigo.

Le siento, pero es intangible.