viernes, 8 de junio de 2012

¡No abandones!




Me encantaría ayudar o animar a un grupo de personas. Puede que HOY te sientas sola y solo, pero, te digo que, aún aquellos que presumen tener “compañía” están más solos que tú y que yo.

En una medida, en una forma emocional, de esas que tienen que ver con los gustos, las simpatías, las metas, los sueños, etc. medio mundo está más sólo (sola) que tú y que yo. Hay gente rodeada de muchos (as) pero no se sienten bien, no están comprendidas (os) y, por nada que parezcan terminar de hacer, hallan satisfacción en sus vidas ¡Ni aunque lo presuman! ¿Un ejemplo? Algunos artistas del teatro, del cine... El que trabaja en un restaurant, sirviendo a las mesas o tras del servicio de barras. ¿Quieres más? El dueño del local comercial de la esquina, varias personas del edificio -o de la cuadra en que vives- pero ninguno vendrá a decirte: “¡Ey! Me siento solo” ¿Te permites esa “debilidad” de admitir tu verdad? ¡Yo sí! Pero no estoy solo.

Hace años, luego de mi proceso de divorcio, me sentía terriblemente mal. No tanto por no haber sabido manejar una serie de cosas de mi vida, los aspectos económicos o sociales. Sino esa relación con la persona que había escogido como esposa “a perpetuidad”. ¡No! Me engañé, la engañé (y los errores duelen) (también se pagan) y, al hacerlo, perjudiqué una parte del proceso del crecimiento debido de mis hijos y, a largo alcance -mis pecados- perjudican a toda la sociedad (no solamente a mí).

Dios siempre estuvo cerca.

De hecho, por no querer o no saber oírlo, tuvo que enviarme a un ángel (su nombre es Mónica N.). Podría escribirte horas, narrándote las muchas veces que ella me curó, vendando mis heridas mentales -tomándome de la mano- hasta que me puso en el camino correcto. Podría decirte tanto, pero -lo importante- no es lo que ella hizo, ni agradecérselo públicamente (así como tampoco homenajearé a otras ni a otros) porque lo relevante, es que tú -igual como yo- superarás todos tus problemas, y quiero que sepas que (si no ves a Dios cerca) algún ángel te está enviando para darte Su ayuda.

Quisiera sentarme, frente a frente (o a tu lado) y hacerte una cálida visita. Me gustaría  saludarte, como si fuéramos parientes, pero no tendremos esa  familiaridad de confianza. No sólo porque estemos geográficamente muy lejos o físicamente distantes, sino que -en muchos aspectos- somos ajenos (extraños) por diversas circunstancias y realidades distintas. ¿Podemos o sabemos ser hipócritas? ¡No! Y te animo a que sigas, que seas más fuerte, pero nunca te cierres. No te abandones.

¡Sabes! Antes de comenzar a escribir, mi mamá ya comenzaba a disponer de mí. Yo tenía (tengo) un par de compromisos, pero ella ya me ponía en su lista de “cosas pendientes” (y no está mal que lo haga). Con certeza, inmediata precisión, le dije: “Mamá será luego” (y me entendió) ¡Yupiiiiiii! (al fin pego una) ¡Je! Je!

Al salir, con el dinero en mi mano; no me puse a considerar la basura de la calle, el ruido de esa gente... Mi objetivo era inmediato (comprar pan) y no presté atención a otros detalles (mismos que no están bajo mi influencia ni mi control).

Mientras subía, pasando por la escuela de una iglesia evangélica. Observé a una multitud de niños. La maestra, una morena, parecía darles instrucciones, mientras que -un reducido grupo de ellas y de ellos- advertía que yo les miraba, sentados en el suelo y, siendo como soy ¡Les saqué la lengua! ¡Je! ¡Je! (y me quedé con este recuerdo y la sensación de verlos sonreír, tan contentos, llenos de vida) (aún soy como ellos).

Hice mi compra en la panadería cercana. Cambié palabras con una de las trabajadoras que tenía tiempo de no verla y, según noté, su salud luce quebrantada; pero la animé.

Di un rodeo de 180 grados, saliendo tras de mis pasos, y no me inquieté ni sentí mal (por aquello que yo mismo no pueda cambiar o influenciar) ¡La gente es como es!

Al bajar, teniendo cuidado de no ensuciar el interior de mis pies. Notando dónde debía asentar mis pisadas, pasé -de nuevo- por la escuela.

A distancia podía notarse que cantaban pero, al llegar a ellos, mis ojos se clavaron en sus pequeños rostros, sus expresiones y el ensimismamiento interior de una docena -cuando menos- que cantaban, con aquella ingenua pasión, una vieja canción infantil.

Vi esas caras y sus almas. Vi el interior de sus mundos (mi mundo también) y dí glorias a Dios ¿Saben cuán bello es un niño? ¿Una niña?

No hablo de su belleza externa, lo “bonito” del carapacho ¡hablo de su mundo interior!...

A cada uno de nosotros nos jodieron.

A muchos, quizá a todos, alguien nos dañó nuestro tesoro, nuestra identidad (y nos dejamos robar).

(se me ocurre echarle un anatema a cierta gente) (pero mordí mis labios, porque YO TAMBIÉN TENGO LA CULPA DEL MISMO DELITO y del mismo pecado: Somos tan culpables todos).


A veces, en la calle, me entero de  pesares (los tuyos, los míos).

A veces, sé cómo te sientes y, si me lees, sabrás cómo son hoy los míos: No somos los únicos, ni los últimos ni los primeros.

Conozco la sensación repugnante de ansiedad o la frustración. Hay momentos en que caigo en ese círculo en que nada parece marchar a mi favor y no doy con la causa medular de muchos problemas ¿Me culparé a mí mismo o buscaré a otro “culpable”, si soy yo mismo quien me los lo hice? (más de una vez).

En la escuela de la vida -en más de una ocasión- este interactuar con los demás nos desprogramaba. ¿Tuviste alguna amiga, o amigo, inseparable? ¿Qué les pasó y adónde has llegado con ellos?

Sean cuales sean las muchas respuestas, las excusas y las verdades, ya no están aquí.

Han pasado años, quizá medio siglo, y sigues en la misma pelea (incluso golpeándote a tí mismo) ¿Serás siempre así? (Sé que no).

Hay en mi mente un par de caritas.

Pienso en las niñas, algunas más lindas, que ví en esa escuela.

Pienso en Alexangerla (una niña más hermosa) a la que ví crecer, casi entre mis brazos y, aunque no soy su padre biológico, las circunstancias le dieron mi apellido.

Su belleza no es la externa (es la de adentro, y me ha cambiado varias veces).

Cuando pienso en ella, lo que suelo contemplar, es la circunstancia mía y -también- la de ella. Cuando miro a los niños, no siempre, observo lo que fuimos y, no sé ni cómo, terminamos negándolo, perdiéndolo.  ¿Por qué nos rendimos? ¿Qué nos pasó? ¿Por qué nos dejamos vencer?

Hoy, en 50 años de infancia prolongada, puedo ver cuánto he crecido, que no soy el único loco y, aunque cualquiera me deje, aunque cualquier persona de mi agrado se vaya (o yo la bote) seguiré siendo yo (y tú serás tú).

Es un milagro este momento de coincidencias.

Puede que a ti te guste el color rojo, pero a mí me gusta el azul, el verde...

Puede que no quieras leerme o comprender, pero yo sí puedo tener interés en escribirte, el tiempo suficiente y la atención para hablarte, dispuesto a dedicar algunas horas en lo que tú no quieres meditar o charlar con alguien. ¡Eso está bien! (tú eres tú, yo soy yo).

Cuando voy por la calle, mirando a los ojos, tengo una idea de lo que hay en las personas (incluso lo que ocultan) ¡Es su problema! Siempre que no me afecten.

Uno puede toparse con personas que son dominantes, egocéntricas, habladoras de pajas (otras más mentirosas) pero, en la escuela, ¿no las viste ser así?

Puede que copiaste sus malos ejemplos, de la misma forma en que te copiabas los exámenes. Es posible que, imitándolas, pensaras que lograbas ser mejor que ellas, pues, imitando también se aprende; pero ¿fuiste así feliz? ¿Te sientes mejor hoy?

Yo quiero animarte.

Esa falta de sosiego, que conmueve tus soportes, puede cambiarse.

Hay en esta vida -una extraña energía- que nos fortalece en medio de nuestras reticencias. Puede que no sea “mi” ángel, pero puede que pronto halles a la que será tuya. Es posible que a nadie “tengas” (tampoco “tengo” a nadie) pero hay muchas personas que se “tienen” y, lo que nos dejan, sirve para el resto de lo que nos quede en la vida (no es tan mala, a pesar de los muchos o pocos trancazos).

Podría decirte que vivir tiene algunos ciclos pero -mejor- descúbrelos tú.

Quisiera animarte y, aunque lo intente, esa es tu parte, en el arte del vivir: Puedo pasar toda una semana feliz y, al venir el día aciago, puedo olvidar “toda” la dicha que haya tenido, dándole permiso a la adversidad para PERJUDICARme, incluso dejando salpicar a todo mi pasado, a todo mi presente, como si el “futuro” no dependiera del HOY. ¿Sucede así, contigo?

Toda esta semana me han estado llamando, consintiendo, mimando y -si ella no me busca- si ella no me llama ¿se acaba el mundo para mí?

¡Pardiez! Eso es egocentrismo y, en caso que ella (o tu él) no estén ocupados... ¡Llámalos y búscalos tú!

Si es un “mal” momento. Si están alquilados por la dictadura de cumplir sus horarios de trabajo ¡Envíales un mensajito! (Demuestra cuánto les quieres) LAS ACCIONES SE OYEN MEJOR QUE LAS PALABRAS (no lo olvides, amiga y amigo desconocido).

Si no te notan, si están enojados, demuéstrales que TÚ HICISTE TU PARTE (el resto queda a responsabilidad de ellas y de ellos) ¿Es humillante amar? ¿Negarás y huirás de lo que sientes?

Te animo a no abandonarte (ni a abandonar a nadie).

Te escribo para decirte que yo he estado allí, donde estás, o dónde estarás.

Hay que salir, dar la cara y hacer ciertos esfuerzos: Valen la pena. Se re-valorarán.

Hay momentos en los que pedirás una señal (quizás demasiadas) y, lo que pides, puede ser justo y necesario ¡Es válido! Porque esta vida es valedera.

Quizás alguno alzará la vista,  a la morada del Sempiterno, y le dirá:
·         ¿Me olvidaste?
·         ¿Por qué me haces esto?
·         ¿Me lo merezco?
·         ¿Qué hice yo?

Pero, en el fondo, uno le busca -a Él- como el culpable. ¿Tiene Él el deber de reparar lo que nosotros estamos dañando?

¿Dios es culpable de todo lo que nos pasa? (¡Bienvenido al grupo de equivocados!) (Dios es inocente).

Hay momentos -en la aridez de las dudas- que se mira a diestra y siniestra, pero no comprendemos las señales barajadas en la respuesta que NO reconocemos por lo escondido del camino.

Por otro lado, para evitarte la ilusión del engaño, debes aprender que: Lo que fácil viene, fácil se va (esto para que valores -algo más- la dicha, las personas, que hoy tienes contigo).

Esa guía “universal”, multiuso y aplicable a toda circunstancia: NO EXISTE. ¡Sé realista! (madura).

Muchos de nuestros problemas, existenciales como todos, tienen que ver con dinero, autoestima, la salud, el trabajo, un divorcio, alguna disfunción, etc. etc. ¿Te rendirás?

Cuando el dinero escasea -la falsa sensación de seguridad que proporciona- se estremecen los cimientos del ego, los vínculos que apoyan las familias e incluso, se resienten aquellas  relaciones que creímos sólidamente basadas en auténticos afectos (no olvides: “No todo lo que brilla es oro”). ¿De qué está hecha tu familia? ¿Con qué se une el bloque de quienes consideras tus hijos, tu esposa (o) y los que “tengas”? (Piensa en ello: Descubre si, lo que sientes o haces por ellos y ellas, es realmente genuino).

El dinero, la economía, son sólo un aspecto de tu vida. Si todo gira por este ídolo, si todo -en tí- se basa en su uso o tenencia: No tenemos nada (y somos más pobres).

Sacando ese aspecto de los motivos que inducen la soledad, sea emocional o física (porque, quienes tienen “muchísimo” dinero, se sienten más solos que nosotros y, más de una vez, en diversas etapas). Hay que ver qué aspectos adicionales nos producen desventajas: ¿Somos leales o infieles? ¿Valoramos o subestimamos lo que recibimos? ¿Nos alejamos de quienes se acercan? ¿Somos ingratos desagradecidos?

Algo falla en nuestras vidas y no todo puede achacarse a otros. No podemos seguir  endosándole a terceros nuestras faltas.

Esta semana, pese a mi buena voluntad, compré algo valiéndome de la internet. Normalmente, me gusta hacer todo en persona, me gusta dar la cara y que me den la cara, pero -el tiempo o el dinero- me molestan (no soy el único). Quise viajar a Maracay, hacer la compra en persona y, al considerar los costos, supuse sería “más caro”; así que tomé la internet, pensé todo iría como “estaba” diseñado (y fue un error). ¿No te equivocas? ¿No lo resuelves?

La mercancía no ha llegado. No caí en la ansiedad de recriminarme y dejé ese asunto en manos del pastor Eduardo. Él, por su trabajo se inquieta y, con premura necesita usar el scannner. La pieza que esperamos no la hemos visto, sino en fotos y en un monitor. Se supone vendría, en un “rápido despacho”, pero ni los mismos empleado de la firma sabían cual era el destino ni qué mecanismo emplearían para saciarnos en le angustiosa espera (no es un parto, pero sí lo parimos) ¡Je! ¡Je!

Gaby, una empleada de esa compañía, me había llamado. Me alegré, la saludé, pero -para mi sorpresa- ella me preguntó “si yo había realizado el envío”. ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! (Dios) Nosotros mismos hicimos la compra, pero ellos debían hacer la entrega...

Hablamos un buen rato. Nada que tuviera que ver con una relación comercial, sino de cosas de esta vida, abandonando otros intereses mundanos: Supe de su hijo, lo que ella estudia y lo que ella le enseña a su bebé de 5 años (pero ¿y el paquete está en camino?) (ella investigó los datos).

La primera vez que la oí -sólo la “conozco” al teléfono- me produjo cierta decepción: Una rabia repentina. La escuché, controlé mis emociones y, no sabiendo quien era, le solté mi inmediata respuesta y ella la procesó, cambiando su actitud... (me estaban cobrando 20Bs INJUSTAMENTE adicionales, mismos que -en la compra “ON LINE”- ninguno de ellos argumentaba ni anunciaba como accesorio adicional separado)La lógica reacción fue coger una “red chair” para golpear  a ese negocio. ¿Cómo advertir esa clase de trampas).

Han habido una serie de mensajes, re-confirmaciones de datos de envío, mismos que me demuestran el desorden administrativo de algunas compañías, las vulnerabilidades humanas y NUESTRAS malas mañas. Gaby, siendo empleada (pero mujer) recibe instrucciones... ¿Qué pasaría si la sacan de allí? ¡Ya lo sé! Pero hay gente como Gaby en nuestras vidas, tracaleros como Emilio en algunos de nosotros, y LA FAMILLIA (a la larga) es la entidad más perjudicada por nuestros “desórdenes” administrativos. Mentir es un desorden. Tratar de sacar ventaja de las necesidades ajenas es DESORDENAR. Engañar, incumplir, etc., son símbolos de nuestro desastre administrativo, nuestro desorden emocional ¿Buscará Gaby otro empleo? ¿Seguirá Emilio teniendo gente eficiente en su empresa? ¡Quedará solo!

Conforme es adentro, es afuera.

Insisto, el deSorDen se puede reparar.

Hay que hacer algunas tareas para cambiar: Lo de adentro, para que se vea afuera.

Hay penumbras, densa incertidumbre, pero -LA LUZ- siempre llega (a menos que adores la apatía).

Siempre hay una llave para salir de la cómoda holgura que corroe -herrumbrosa- las puertas que solíamos abrir con PEREZA en un simple giro de manos.

Los equívocos de fallas, irreales expectativa, estrangulan ciertos planes (proyectos fallidos) y no debemos dormirnos en los oscuros abismos de la desidia.

Ciertas consecuencias no deberían determinarnos y, otras razones, no parecen concluir este proceso de entender o aprender: La razón es y está en nosotros ¿Nos gusta ser o estar así?

Quienes nos aprecian, no lograrán guiarnos y sólo nosotros debemos enrolarnos en la búsqueda de nuestra verdad. Ese entendimiento (de quienes somos) viene tras la reacción a la revelación que nos asusta, una vez expuestos nuestros verdaderos motivos, olvidados en las incoherencias de los recursos de la mentira.

La soledad, como factor de cambio necesario para entender la crisis del ego, desvirtuando la necedad del altar del egocentrismo, deja colar a la razón que nos ciega (razón visceral, razón emocional y razón moral-espiritual).

La tristeza depresiva ensombrece el pensamiento cuerdo, lúcido y auto-analítico. El pesar despliega sus alas aciegas de la negación, para soltarnos en la miseria de su negra oscuridad.

¡No estás sola!

No estoy solo: Tampoco tú.

He soltado -a medias- parte de mis amarras y siento el vacío de separarme de mi ancla, de lo que me retenía... Pero ¡Voy contigo! También.

Si quieres llamarme, te invito a hacerlo.
Si quieres oírme, invítame a tu vida.
Si no sabes cómo, he dejado mi marca...

¿Difícil, es para tí, buscar a otro igual?

No puedo hacer más.

Depende de tí: Hice mi parte.

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