domingo, 14 de agosto de 2011

¿Cómo mato mi visceralidad?

He hablado con ancianos. Supongo no querré llegar a cierta edad para no tener que tropezarme con otra realidad distinta a la que manejo y medio entiendo. A esa edad, algunos, no pocos, comprenden qué les pasa, qué desean y otros, no podrían cuantificar, no saben qué hacer y, al efecto, no están haciendo nada (ni pueden).

Hay un viejo que es de mi especial estima. Es el padre de alguien cercano y, en cierto momento, me dijo: “Ya quiero morir.” Ese día, creyéndolo otro, me dolió, no lo entendí, y hasta vi tantas cosas en él que me lo hacen parecido a mi padre (y no busco la figura paterna de nadie). Traté de mediar en su conflicto, ante el argumento de su lógica razón, pero el tiempo me dio respuestas y ya entiendo que –aunque vivo- se muere. No es el mismo que hace dos décadas y, entendiendo, ya no entiende (pero se entiende).

Mi amigo Phil, años atrás, también me decía palabras de su padre. Éste, junto a otros, repetían lo que –a vox populi- nadie te dice y, la verdad, nadie quiere vivir para luego ser castigado, restringido ni suplantado del goce de esta vida: Los que quieren morir es por no tener este disfrute que -de alguna manera- se va o ya no se tiene como antes.

Al envejecer, las adicciones viscerales pueden y suelen acrecentarse, sea el comer, sea el alcoholismo, o ciertas inclinaciones del apego y de la humana pasión (entre ellas el sexo). Se “piensa” en ellas, pero no se resuelven. Se “come”, pero no se sacian…

En la juventud, otra época de crisis (por el cambio hormonal y mental) también hay arranques suicidas que, en esa etapa, algunos tienen “perseverancia", muchos conatos anteceden y, como “logro” dejan este mundo sin haber padecido la completa pasión de la evolución del alma (entendida ésta como la aceptación total de los distintos stadias de la mente –el espíritu- que desde niños crece, evoluciona, se expande y padece, hasta que el cuerpo se le separa) (el cuerpo es el hardware, pero la mente/alma es el software aplicado al espíritu).

Tuve una tía, de la cual no fui favorito, y su vida confirmó el deseo de lo que otros no han hecho. Tuve un amigo, que conocí muy poco que, jugando a la ruleta rusa, hoy no está cerca para afirmar o desmentir lo que ahora escribo. Yo mismo, antes de casarme, pensé lanzarme al lecho de rocas bajo un viaducto –allá en Táchira- y no sabía del ·renombre” que tal lugar ya tenía para aquellos que se negaban a la pasión completa de sus vidas y, ese mismo día –sin esperármelo- (comiendo una empanada) (para hacer “lo propio”) (como aquel que dijo: “barriga llena corazón contento”) un misionero gringo tuvo que estar predicando en una plaza dando un mensaje cristiano que trastornó mi trágico plan para esa tarde (cosa que tuvo recurrencia cuando, harto de acusaciones –no vienen al caso- halé un gatillo, tres veces, y de haber sido más egoísta, de no haber pensado en mi primogénito –quizá por miedo- hoy no escribiría o pudiera estar en un coma vegetal) ¡Sabe Dios!

Nadie quiere ser privado del disfrute de esta vida ¿qué hacen los presos y los encerrados en manicomios?

Nadie quiere ser sepultado en las cenizas del tiempo que se consume, hasta que tarde, muy tarde, no se ve el mal que nos vamos haciendo junto a aquel que hacemos sepultando a otros.

Si voy a llegar a ser como ellos ¡No lo sé! ¡No lo deseo! Prefiero no ser tropiezo a la vida de nadie y que nadie tropiece con la mía.

Si mi parcialidad me obliga a manifestar alguna opinión, en relación a cualquier cosa que tenga que ver con la moral o aspecto filantrópico o religioso alguno, que no mienta –yo- diciendo que amo a la gente o que amo a un país; pues, si no puedo ceder mi paso al ansioso motorizado que me amenaza con el asedio de sus ruedas y el pitido de su molesto y constante corneteo; los ademanes de la intimidación de sus brazos ¿Cómo harán decir que se les amo? ¿Cómo quiero –yo- a gente que me agrede en un país?

Cuando me hablan de ese amor patrio, cuando me dicen cuánto “les duele” ésto o aquello, secretamente río cuando les observo actuar en la cola para abordar el Metro, cuando empujan, acechan o me amenazan ¿Es Venezuela, toda, así? (sé que no).

Cuando hacen una “colita” para comprar la leche de Mercal, noto el amor patriotero de aquellos que se dicen “revolucionarios” (no lo soy). Como pueden, se valen de cualquier forma de influencia para llevarse más de 2 kilos de leche o de carne. Van en combo y, en cada puesto, repiten la cola para la compra del mismo artículo y, los que pueden, tienen la dicha de abarrotar más de lo suficiente en su merecido congelador (dejando a otros sin lo que necesitan, por otras dificultades).

Cuando subo a un ascensor ¡reiré mucho! (para mí mismo) observo la inseguridad que nos han regalado los políticos de esta última década, comparada a la Venezuela de hace un siglo (1998) ¿Quién se atreve a dar “los buenos días” mirando a la sonrisa que debería hallar en otras caras? ¿Quién sube a un autobús, buseta/por puestos, sin la sensación de que un ladrón subió allí, armado, y le robará si muestra el aspecto “débil” de la educación o la cortesía?

Sé que hay gente, todavía hoy –sin ser hipócrita o sectaria- que abraza al pobre, al desvalido, al menesteroso necesitado: Lo sé y las he visto. Conozco a una abogada en Táchira, conozco a una maestra en Los Teques, etc. y, en cierta oportunidad (pocas, en verdad) tuve el placer de ver aquel abrazo que ella le dio a ese anciano (Nicolás) y el viejo lloró como un niño, como un padre, a quien las cosas de la vida lo echaron al abandono (no teniendo razón de ser) (no lo he vuelto a ver).

¿Cuántos, de esos quienes presumen “amar al prójimo”, son capaces de olvidarse de sus prejuicios y deseos, los malos olores de la calle, del desaseo… para extenderle la mano al menesteroso que lo necesita? Puedo atestiguar a favor de Liz Hernández. Puedo atestiguar a favor de pocos, pero soy testigo: Nicolás comió, se vistió y se bañó bajo el auspicio de esa joven señora (no una sola vez).

Cuando me hablan del amor “al país”, “de la nación”, pienso en esos ciudadanos anónimos, sucios, mal olientes que nadie desea ver y menos padecer en su mendicidad en el Metro, en la calle, y mucho menos cuando éstos -o quienes sean- hallan sus víctimas en venezolanos y extranjeros. Si yo no puedo amar a uno ¿cómo puedo decir que amo a este u otro país? ¡Gran mentira! Retórica política!

El amor no puede ser nacionalista, sino universal. El amor no puede ser dedicado a un solo género humano: Si amo a la mujer ¿por qué odiar al hombre? Si amo al hombre ¿Por qué odiar al género animal o vegetal? ¡Eso no es amor! (y te lo digo a ti, si te engañas).

Alguien ha escrito algo muy bueno (Attack the Problem, not the Person, posted by Dr. David Hawkins (Jul 19, 2011) ) (www.believe.com/pastor/David-Hawkins) y hallo aplicación –de eso- en otros campos, no sólo al de pareja, sino al campo individual, familiar e internacional (las fronteras no existen: Las inventamos o las traspasamos). (*)


¿Cuál es el problema? (no importa la persona que lo padezca).


Hay enfermedades endémicas similares a problemas endémicos. Hay cosas que están tan adentro, tan enquistadas, que es más fácil escapar por nuestra salud que pretender un cambio o un milagro -cuando se trata de terceros- y no soy hombre de esperar más tiempo para ver milagros (conozco mi ciclo y no tengo interés por el ajeno).

Mis oportunidades son muy parecidas a la de otros. En un sentido, mi vida ha sido más fácil que muchos y, por otro lado, no será peor que la de otros; pero, si la comparo con minusválidos, seres “especiales” (no me gusta esto, pues, parece un mal disfraz del eufemismo) ellos, en verdad, parecen más dignos de la vida y, de mi parte, he renegado de tantas cosas que no merezco…


El problema, en líneas generales, es que:


  • No hay país cuando no existe el concepto de familia.

  • No hay familia cuando no coexiste una relación interdependiente.

  • No hay relación cuando el individuo, cada uno, no sabe relacionarse consigo mismo primero. Cuando no comprende que lo que debe ser bueno “para mí” puede ser bueno “para otros”. Asimilado así, lo entiende, lo aplica y lo comparte.


No soy especialista de nada. ¡No sé nada! Y siento grandes deseos de abandonar un grupo de cosas… pero seré paciente: Hice un pacto conmigo mismo.



Atacaré el problema y no a la persona (las personas). (*)


Hace mucho Jesucristo, al parecer, dijo muchas cosas más “La parábola del Buen Samaritano”. Haré uso de mi Biblia E-Sword, porque mis Biblias están en casa y, al dejarlas, me siento más incompetente de lo usual (no son mi muleta, ni mi manual de vida, pero son un buen ejemplo con campo de aplicación a lo social y “nacional”).


Alteraré el orden de algunas ideas para significar que, en primer lugar -¡sí!- no me identifico con la venezolanidad (si es que eso realmente existe) y no voy a llegar a la médula de mi problema: Ya he sobrellevado esta realidad demasiado tiempo conmigo, quizá como una de mis patologías, pero hallo similitudes a mis razones en esto registrado en el evangelio de Mateo.



Mat 12:25 Y conociendo Jesús los pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado; y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá.


Aquí, sin mucho rodeo ni parafernalia, Jesús habla de 3 estructuras de una misma cosa: Niveles de organización en “la sociedad” (si es que esto existe, de modo tangible).


  1. En el primer caso habla del Estado o Nación = País (Identificado, quizá, por sus valores nacionalistas, patrióticos, territoriales y étnicos).

  2. La ciudad o la ciudad estado; aunque –en aquellos días- algunas eran como el Vaticano o la Mónaco actual: Un país dentro de un país (gobierno autónomo).

  3. Casa = Familia (la base para la organización del resto de todas las posibles estructuras).


Jesús habla de la división como un problema endémico, no de los individuos ni de nuestra natural tendencia al egoísmo. Jesús habla de la consecuencia estructural de miles de problemas que se solventarían con los acuerdos de LA UNIÓN, LA COMPRENSIÓN, LA TOLERANCIA y todas posibles herramientas del amor (ese que no es diplomático ni retórico).


Venezuela, desde hace años, adolece y padece muchas cosas relativas a la división y al momento –con carácter edémico- los síntomas son más visibles: Un gobierno para los súbditos de la revolución y la anarquía discriminante para los no alineados.


Una nación, para jactarse de tal cosa (nacionalismo o patriotismo) debe cimentarse en valores morales prácticos, realizables y universales, inculcados desde el seno del hogar más que en el adoctrinamiento que no podrá hacer la escuela “comunista” ni “socialista”. Los valores, los espirituales, trascendentes y verdaderos, no están sujetos a la religión del Estado ni al culto personalista de nadie ni a supuestos héroes ni “Libertadores” (y dejo claro que no creo al culto del legado “histórico” de ciertos Estados) (¿Existió un Rambo colombiano, venezolano, etc. o Robin Hood alguno?) (La carrera “libertadora” no fue más que una acción oportuna para aprovechar la coyuntura beligerante de Francia contra la debilitada España: ¿Por qué crearon una “Junta defendiendo los derechos del rey de España?) (Nunca fueron claros –públicamente- con el objetivo de “quítate tú pa´ ponerme yo”) (lo mismo pasa hoy como mañana).


Algo que me gusta del folclore venezolano es el “Arrurú mi niño”... Alguien tuvo la idea de tomar la música del himno nacional y la recompuso en los cantos de las madres o cuidadoras (“Duérmete mi niño, duérmete mi amor…”) y “Venezuela”, el amor por el suelo y sus valores intrínsecos, llegaron a mi corazón por los oídos, entraron con esos abrazos y esos repetidos cuidados, pero –esto- hoy, no tiene valor por el desangre, la corrupción, el homicidio sistemático que veo, que critico y denuncio ante la indiferencia ajena (yo, a solas, aislado).


Sabes qué le dije a Joselo Díaz, en una oportunidad, cerca de Boleíta (no hacen más de 7 años) (¿?) (olvidé la fecha): “¿Por qué no sacas al aire un programa como aquel? Donde te inclinabas ante una imagen, al nivel del suelo, y le decías: “¡Dios mío! Yo no te pido que me des real, sino que me pongas dónde hay”. La respuesta del humorista (no sé si todavía es cómico) fue la siguiente: “¡No me dejan!” y lo comprendo… ¡Cuánto daño hizo ese humor a la conciencia que ya no censura! De hecho, todavía algunos dicen: “Carlos Andrés robaba, pero dejaba para uno…”. Por Carlos Andrés caímos en esto. Y ¿Robar es un valor? ¿Soy digno al robar? ¡Púdrase mi vida para siempre! No soy mejor que nadie y cuantas cosas ya lamento.


En cuanto a Jesús, ejemplo cierto o cuento de caminos, me gusta mucho la parábola del Buen Samaritano. Me gustaría que Él o uno de los suyos, la adecuara a cada regionalismo de país, la actualizara a cada idioma, y fuera más fácil de entender. Para la mente del judío de aquellos días, el samaritano era mitad extranjero y mitad judío. Una parte era pagana (como las naciones del resto del mundo, respecto a su cultura religiosa) y, la otra, era como un familiar que lo había traicionado, de modo envilecido.


Jesús, al usar esta parábola, no agredió A NINGÚN INDIVIDUO. Usó no sólo la imagen de dos “instituciones” relativas a la ley de Dios, supuestamente separadas del mundo, y la contrapuso al estado seglar y vulgar de un extranjero, cuya “mitad” genética se la consideró enemiga de la tierra e identidad de los valores de la nación judía.


Luk 10:30 Y respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.

Luk 10:31 Y aconteció, que descendió un sacerdote por aquel camino, y cuando lo vio, pasó por el otro lado.

Luk 10:32 Y asimismo un levita, cuando llegó cerca de aquel lugar y lo vio, pasó por el otro lado.

Luk 10:33 Pero un samaritano, que iba de camino, vino adonde él estaba, y cuando lo vio, tuvo compasión de él;

Luk 10:34 y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole sobre su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.

Luk 10:35 Y otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuida de él; y todo lo que de más gastares, yo cuando vuelva te lo pagaré.

Luk 10:36 ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?

Luk 10:37 Y él dijo: El que mostró con él misericordia. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.


Hoy, sin tanto adorno, he visto cómo nos hemos vuelto a la indiferencia por razones de conveniencia o “seguridad” personal. He visto cómo me congelo de actuar (ante un arrollamiento automovilístico) porque la razón –ajena a mí- dice que no son mi familia y que no me debo arriesgar porque me pondrán preso o me puedo contaminar con la sangre que, en un par de ocasiones, me he eximido de ser samaritano: ¡Dios me perdone! Pero qué frustración no actuar con mis manos y ejecutar “justicia” (sea Dios juez de mi vida).


En la provincia, o en gente quién no lo esperaba, he visto amor filantrópico con mejor actitud o reacción que en la viciada ciudad. ¡Les aplaudo! (Dios los corresponda). Si no cedo mi puesto a la Sra con la barrigota o con el niño en brazos ¿cómo iría yo a una guerra o salvaría una vida, si no estoy dispuesto a obrar ante insignificancias que sólo comprometen unos minutos, con poca dificultad?


No puedo creer a esos que hablan de una igualdad cuando su tarjeta de crédito puede manejar, tranquilamente 5 mil dólares en el extranjero (por trabajar en este gobierno) y yo –un pobre pendejo- tengo que someterme a los caprichos de un burócrata o de un cubano que ocupa un escritorio que debía ser para el sustento de un connacional ¿Soy un apátrida, entonces? Puede “dolerme” el extranjero dándome órdenes, pero no puedo puntualizar el ventajismo que tienen los funcionarios del gobierno con respecto al ciudadano común: Me dan un tiro, el caso se resuelve con “fue un ajuste de cuentas”. Pero si matan al hijo de tal o cual funcionario, todos los organismos sí se mueven a buscar “la justicia”. ¿De qué sirve eso, si ya estoy muerto? (Ha pasado en todos los gobiernos).


El día de las votaciones ¡venezolano! Recuerde, quien le hizo justicia y quien le fue indiferente. Quien le socorrió y le extendió la mano. Quien le usó o le manipuló y, en último caso, no pudiendo culpar ya a nadie “ya no es el niño ni la niña” Sepa quién le privó de la electricidad para llevarla a las grandes ciudades o quien dejó a toda Maracaibo 16 horas sin ese servicio ¿Terrorismo de la oposición? Lo de las cárceles ¿Maneja la oposición la corrupción carcelaria o portuaria?


No me vendo por un viaje a Cuba, ni por una beca o pensión ¡No estoy a la venta!


Mark Twain, según una de sus biografías, escribió –más de una vez- a la mujer que le gustaba y pretendía: “Estoy dispuesto a cambiar y a dejar todo”: Al parecer, dejó el cigarrillo, el alcohol y hasta abrazó el Cristianismo… Debió ser cierto y, de mi parte, yo –también- conocía a un Mark, y en esta tierra que quiero (no así a su gente). Este cambió y logró lo que quiso ¡me alegro de él! ¿Cuándo pasará, así, a todo un país? No tengo tiempo para ver ese cambio (No quiero esperar).

Al efecto, sigo viendo a Joselo actuar en la mente y rol de muchos venezolanos (no quiero generalizar, pero lo he comprobado). Se valen del oportunismo electorero, buscando un bocado y, sin tomar conciencia, ésto va hacia una catástrofe económica que ellos no parecen entender.


El conocimiento humano abarcó todo el saber necesario para comprender la resistencia de los materiales. Hoy, más que nunca, se ha registrado el comportamiento de los elementos y puede investigarse qué es lo mejor para prolongar la vida útil de muchas cosas, sean herramientas o equipos. Lamentablemente, el control de calidad –mundial- se ha desmejorado para favorecer la venta, el comercio de bienes y no, necesariamente, para abaratar costos, sino para promover las ventas y no para que haya más comercio o mejor distribución de los bienes de consumo, aunque hoy –no antes- puedo tener una PC, pues, la tecnología no se había abaratado, aunque el mercado o la tendencia a la necesidad ya se anunciaba ¿La abarató el consumismo capitalista o sucedió así por la producción en masa “socialista”?


La URSS puso tanto peso sobre las repúblicas que se había anexado que, por crecimiento espontáneo, éstas se dieron cuenta del lastre económico que cargaban por Moscú. Los políticos del Kremlin despojaron a más de un ciudadano, no sólo de sus bienes, sino de muchos valores típicos del ruso. En ciertas batallas, los arengaron con Vodka y tuvieron en menos el valor de sus vidas y, ese regionalismo discriminante, se estratificó a muchos niveles: Les quitaron y les obligaron a creer en la religión del Estado. Pusieron a muerte o en la cárcel, a más de uno, pero la verdad siempre prevalece. ¿Qué existe de la URSS? (Una triste historia) (similar a lo que pasó en varias naciones de África o Cuba).


Lo que motiva al género humano hacia la competencia, no es el amor, sino la posibilidad de tener lo que no tengo. Lo que me impulsa a producir no es el obrar, sino lo que puedo comprar con ese esfuerzo. ¡Quítame eso! Mata mi voluntad y todos seremos -cada día- más iguales y más pobres. Prívame de mi libertad, de este deseo de terminar mi carrera por vivir, y sólo verás un paisaje lleno de la fría desolación: ¡Esa es su igualdad! (pero descubre qué es lo que ellos retienen para sí, para los suyos, cuya complicidad nunca les delata). (El pranato carcelario es una muestra de esa sociedad de complicidades que produce “igualdad” y dinero).


Hace años, por ejemplo, una batería de autos o una llanta duraba un poco más. Los costos siempre fueron altos pero ¿qué pasó con el control real de la calidad? En Venezuela, por decirlo así, dejó de entrar lo bueno por aceptar lo de segunda. Por fortuna, no todos los países tienen este control arancelario ni aduanero. Hay algunos en los que puedes comprar lo que te dé la gana (si tienes el dinero) ¡Claro! ¿Cómo se adquieren esos derechos, si no es la vía del dinero?


En la colonia, todavía por los años de 1830, España tenía un monopolio comercial que “regulaba” el tráfico comercial de sus colonias hacia Europa y el mundo (casi el mismo pedo que dio origen al descubrimiento de América). Cada ítem que se comerciaba desde Latinoamérica debía pagar impuestos a la corona española ¿Quién se iba a calar esa sanguijuela toda la vida? Venezuela no podía comerciar, libremente, con Colombia ni ésta con el resto de las colonias… Para resumir, la libertad de comerciar estaba mediatizada y constantemente tasada. ¿Hay parecidos a nuestros días? Para desgracia nuestra sí.


Los gobiernos, no siempre por razones de soberanía, impiden el libre flujo de bienes de una nación a otra. Ud puede creer que es libre pero no puede introducir –ni sacar- ciertas cosas del país en que vive porque el Sr Estado dice “No” a sus derechos. Puede que pague, puede que haga ciertas cosas, pero no meterá ni sacará LO QUE PRODUCE con la libertad con la que Ud produce (dentro de un territorio o país).


Para birlar esos controles arancelarios, punitivos, que socavaban la economía del productor, se inventó la piratería, el contrabando (no pagar impuestos) (fletar lo que un Estado declaraba ilícito) ¡Incluso! Hasta la Biblia fue “un ílicito” en las naciones socialistas-comunistas (para ellos, la religión es el Estado y los planes de sus intransigentes gobiernos) ¡No le pare bolas a los muertos de cada semana! (las cifras oficiales nunca las sabrá en este mentir y desmentir) (hasta que la fatalidad caiga en una de los suyos) (si no es uno mismo).


Lo malo, por una parte, no es la piratería o el contrabando, sino el descenso del control de calidad, cuando el consumidor ya no tiene garantías del fabricante y, ante la escasez, cualquier cosa es buena y ya sabes de la leche mala, vencida y cosas mal hechas que no te cambian porque ni garantía de un mes te otorgan.


Hace una década no había tanta imitación, tanta falsificación ni el desmedre en la calidad de muchos productos. Recuerdo que, algunas cosas, podían ser reparadas y la vida útil de las cosas se prolongaba por años. ¿Reconstruyen las baterías de autos? ¿Vulcanizan mejor las llantas? ¿Qué tanto tiempo duran las cosas? (Tengo ya pocas herramientas con más de 50 años, desde su fabricación) (Hay cosas que no durarán + de 3 años consecutivos).


Un sistema político puede insistir en el bien para la sociedad versus el bien para quienes ese sistema económico haya sido hecho. ¿Es el comunismo para bien de la sociedad o para EL BIEN DE QUIENES DICEN SUSTENTARLA?


Sea cual sea la respuesta, de no ser por el capitalismo, no habría la “evolución” que permite el abaratamiento de la producción -en serie- que hoy nos beneficia. El valor más importante NO ES EL DINERO, pero sigo viendo la importancia que se cifra en éste para “reconocer” la responsabilidad y una docena de valores que coadyuvan a una buena relación de parejas: Si no tienes “suficiente”, estadísticamente, se reducirán muchas de tus posibilidades (no hablo sólo de dinero).


La competitividad, o la abrumadora necesidad, hoy impulsa a centenares de personas a vender su fuerza de trabajo por debajo del valor convencional estipulado. Lo veo aquí y en el entorno de otras fronteras. ¿Ya no quedan valores “absolutos” sino relativos? (Esto es peor para el hombre citadino que para el hombre de campo, quien todavía tiene otros recursos naturales que la ciudad ya no dispone).


Visceralmente quisiera vincularme al hombre interior quien reconoce ciertas contradicciones que atentan contra la libertad verdadera; pero racionalmente comprendo –al mismo tiempo- que mi realidad ha de ser otra y que la situación puede ser individual, espontánea, no de un grupo (a mi edad).


Actualmente hay muchas condiciones que dejan al hombre interior desnudo, golpeado, inhabilitado y despojado ¡sangrante a veces! Y debe ser –uno mismo- ese buen samaritano que ya no se encuentra en todo camino, producto de la crisis de valores o la deslealtad existencial. ¿Cuán dispuesto estoy de ceder mi plaza de trabajo al neófito, al joven o a quien cobre más barato?


Alguien vería el egoísmo, la conveniencia. Mismo caso aplica a los que juegan su papel protagónico en la política o en los sistemas que giran en las corruptelas ¡Incluso! Algunos se dirán con indulgencia y auto-justificación: “Si no lo hago yo lo hará otro”. Así que, sin mirar los sonidos de la conciencia, lo que haya de hacer, lo hará sin miramientos.


¿Quién publicará el denuncio? ¡Yo denuncio!


Ago 13, 2011

(*) Atacar el problema, no a la persona.

Resumen:

El terco individualismo está en la raíz de muchos de los problemas con relación de parejas.

Las parejas que vienen por terapias de grupo, en lugar de atacar sus problemas como equipo, se atacan unas a otros.

UNA NACIÓN DIVIDIDA

  1. Sentarse con un espíritu de reconciliación.

  2. No pelear uno contra otros.

  3. Determinar la causa de sus problemas.

  4. Prepararse a enfrentarlos como equipos.


ATACAR LOS PROBLEMAS NO UNOS A OTROS.

  1. Discutir con tu pareja erosiona la integridad de tu relación con ella. Los argumentos que van a más del problema conducen a la amargura y al resentimiento. Prolongar ciertos asuntos en las naturales peleas, crea enemistades.

  2. Asumir una postura, respecto a la pareja, es –en sí mismo- divisivo. Es fácil hacer un enemigo de un compañero. Vayan despacio. Suavicen el punto de vista PARA INCLUIR EL ENTENDIMIENTO DEL PORQUÉ tu compañero o compañera cree del modo que cree o piensa.

  3. Practiquen la empatía. Aunque alguno en la pareja puede ser muy rígido, la empatía -en ciertas cosas- puede aumentar las oportunidades de suavizar las cosas en lugar de confrontarlas sin una solución.

  4. Encuentren puntos de acuerdos. Descubrir puntos de coincidencias es mejor tratarlos que los divergentes; así que, es mejor concentrarse en acuerdos sobre éstos que aquellos que causan desavenencias. Siempre encuentren sitios en los que sus opiniones tengan coincidencias y construyan sobre ellas. Este enfoque disminuye cualquier tendencia a los desacuerdos.

  5. Peleen contra los problemas, no unos contra otros. Acuerden convertirse en mejores comunicadores, buscando medios para que esto pase. Acuerden pelear menos, buscando maneras sanas para la resolución de conflictos. Reconozcan que tienen lugares en conflictos –lo que es natural- pero encuentren medios que los animen a comprometerse en esa tarea de resolverlos. Enfatícense, unos a otros, “somos un equipo y vamos a resolverlo juntos”. Noten cómo esta actitud los acerca y une.

Trabajar como equipos no sólo sirve en la arena deportiva, sino también en el campo de la construcción de relaciones interpersonales.


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