viernes, 2 de diciembre de 2011

A quien creer.



"Lo único que quiero es a alguien en quien creer… "

La frase anterior no sé si sea el corolario de una persona. Lo ví y me lo robé. No que lo necesite, sino por parecer (o ser) realmente sincera en el pensamiento de esa opinión. Uno puede preguntarse: “¿Qué la llevo a llegar a eso?” “¿Habrá padecido la acidez de tanto desengaño?”. ¡Sabe Dios!

Me llegó el pensamiento de esa frase.

NO es una proclama, pero es un reconocimiento –indirecto- a la necesidad de verdades. No es una apelación a la verdad, sino a la necesidad de vivir en las que son nuestras o podemos apropiárnoslas…

Ahora que leo esto: "Lo único que quiero es a alguien en quien creer… "  comento otras palabras que leí en un cartel que acabo de ver sobre el recargado mostrador del negocio de un zapatero.

El kiosco está atiborrado de bultos. Casi no tiene espacio para entrar, poca luz emocional…

Al ver lo que decía ese afeado papelito: "Sólo creo en Dios". Por un lado, imaginé las razones que impulsaron al escrito. Era la misma proclama, en un tono distinto. Pensé: “¿Tan mala es la gente honrando deudas con ese hombre? ¿Habrá solamente perdido la fe en las personas, que vale más que el dinero?

Hay gente que no merece eso, el ser llamados o tratados como clientes?

Pensé en el abarrotamiento de zapatos que la gente deja; pero que nunca recuerda pagar o retira a destiempo.

Pensé en las molestias de repetir ciertos anuncios de cobro.

¿Sólo se pierde tiempo y dinero, o LA FE EN LAS PERSONAS?

Soy positivo en creer que no todo está perdido. A mi edad de quasi anciano –todavía- veo la posibilidad de creer algunas palabras.

Al día siguiente hablé con el dueño del negocio. La gente sólo piensa, primero, en sí misma y, de carambola, recuerda que tiene cierta responsabilidad que no quiere asumir…

¡SÍ! Sólo creo en Dios, y no lo veo.

Sé de Sus palabras, y no le oigo.

Le siento, pero es intangible.

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