martes, 29 de noviembre de 2011

Amistades de un click.

“Algunas flores, como a ciertas personas, mientras más las cortas, más florecen y crecen”

No me gusta aceptar "amistades" de un click, sino a esas que emergen de lo fortuito, esas que se sostienen en el tiempo, y que te recrean en lazos fuertes, sólidos, profundamente duraderos, que incluso se renuevan y nunca mueren...

1)      Un blog puede ser tu amigo. Allí uno se escucha, se revisa, se piensa, dejando un registro histórico de nuestro avance o retroceso emocional, intelectual o biográfico. Al escribir me escucho lo que pienso y siento y, quizá, soltando esas páginas de la vida alguien tiene tiempo para escuchar a sí mismo, a través de nosotros; pues, aunque no se espera un aplauso, un abrazo o comentario, nuestra experiencia sirve a otras, sea hoy –en este constante proceso de cambios- a mañana, cuando pasen 10 años.
2)      Un diario personal puede ser un confidente o la confidente que necesitas. Es un amigo, una amiga ¡lo que quieras! (pero un registro y reflejo de tí).
3)      Una persona, sin distingo de color, sexo o posición social, es LA REALIDAD MÁS INTERACTIVA que cualquiera busca y se merece…

Si vuelvo a tener la necesidad de una amistad, deseo que sea aquella que me ayude a ver lo que miopía o mi hipocresía no me deja ver, o no me deja delatar, para denunciarla o corrigiéndola.

No quiero amigos para escuchar halagos ni el eco de mis propias palabras. Si vuelvo a necesitar amigas o amigos, no quiero que sea como yo, sino como ella o él pudieran ser (me reservo el derecho de admisión, siempre).

Hay momentos que me enfado con quienes creen tener la razón, cuando ésta no siempre aplica a todas las circunstancias o cuando la mía no evoluciona a la verdad o a una nueva función, dentro los campos de toda aplicación.

Me molesto cuando debo o acepto el sometimiento de mi razón por algo que parece “un logro”, un avance y, muchas veces, es la congelación de los progresos (y mucho tiempo –a los 50- ya no se redime). Hay circunstancias en que uno cree conveniente pasar las llaves a nuestras puertas, a nuestros ojos, que ni se percibe lo absurdo de lo que se hace: Tal como esas vueltas que da el perro, antes de tenderse en el suelo.

Esos pesados candados, esos “invulnerables cerrojos” no son más que un estorbo y el incómodo bulto que rompe algún bolsillo o dificulta en avance de nuestras cargas. ¿Cómo no reír cuando se piensa en “seguridad” cuando alguien se busca la cerradura de 3 pasos, cuando la de una sola vuelta ya es suficiente y, en todo caso, ambas son iguales de inseguras y, a la hora de correr, no se hallan las llaves y 3 candados son más difíciles de quitar que uno solo…

Hay quienes nos reducimos a la suprema capacidad de compresión y minimización. Hay quienes queremos compactarnos en archivo Winzip (o Winrar) para que nadie nos note, para que nadie nos invada: Para que nada ni nadie nos perturbe. ¿Qué seguridad tenemos? Ni los médicos se salvan de alguna clase de contagio y, esa forma de asepsia, más bien, trae otra síntoma o defecto secundario.
No quiero comprimirme ni reducirme más. Aprecio y agradezco a Dios que siempre aprendo y, de algún modo florezco, por así decir. Sé de gente que sufre, que padece y otra que no comprende, pero sólo yo me pertenezco: NO HAY PARES COMPLEMENTARIOS (soy otro más, cada día más diferente del estereotipo).

Me incomodo en esta ciudad. Hay muchas cosas buenas, pero el peso contrapuesto de lo malo, lo que detesto, no subsana ni me alienta a otra cosa. No soy citadino, desde hace mucho dejé de hacerlo y, aunque deseo se haga la voluntad de mis pensamientos, el juicio de mis escogencias y decisiones, yo no soy Dios ni pretendo ni podría serlo. ¿Para qué? Cincuenta años me convencen de que no estoy con lo que hay como opción, ni en lo genuino que comprendo, o deseo en mí.

Soy ajeno y enajenado de lo que alieno. Selecciono, estudio y observo en lo que discrimino y me separo.
¡Complicada la vida! No puedo ni deseo volver ser como niño.




NOTA aclaratoria: 


 Esto es una introspección, un collage de ideas sobrepuestas, ensambladas, que no había completado. Estoy convencido,cada día, de que mi lucha no es de velocidad, sino  DE RESISTENCIA... Si llego al final no es querer, sino por que no me dejaron tirar la toalla, porque no sé cómo abandonar la marcha, y sólo Dios puede darme lo que pienso me falta y, quizá, nada necesito... ¡Qué sé yo!

No hay comentarios: