sábado, 1 de junio de 2013

Amar a consignación.


Lo que se fue no fue amor, sino una consignación de afectos,
una inversión a esa suerte de lotería, en el mercado de las emociones.

Amar a consignación es entregar un cheque en blanco
con la promesa del aval de quienes le firman.

Se entrega si se quiere, quizá con afecto puro y,
pese a lo que sea duro, no se miran los defectos.

Es transarse con afectos, no esperando hallar descuentos.
Que no sean los lamentos, la protesta de lo anulado.

Sí sabrá quien haya amado, mucho duele el descontento.

Te desgarran las rebajas, mucho más que el interés.
Bien reparas si no ves, el amor consignado.

Desagradables los descuentos, si dudaren de tu firma.
El cariño no se afirma, si se da por interés.

¿Qué te dice quien no ve? Sólo un número confirma.
Quien no ame nada firma, todo un cheque en mora es.

El amar es consignar, un valor que se ha otorgado.
Todo aquel que hubo amado, algo dio por un querer.

Es empeñarse, como prenda, por debajo del valor.
Sepan bien que el amor, vale más que tener.

¿Quién anhela en esa suerte, dar pérdida en la ganancia?
Sólo pierde la distancia, aquel quien invirtió bien.

Amar en consignación, es apostarle a la vida
y se borran las heridas, si se quiere con amor.

El azar y los imprevistos, son partes de ese negocio
¿Y quién quiere por divorcio? La moneda del infortunio.

Amar es consignar abonos a la fe, no descuentos.
Dar no es forzar los resultados, sino los aportes.

El amor es una inversión que, primeramente, se consigna.
Las ganancias no son la meta, sino el arte del negocio y,
por pérdida, ganamos experiencias que capitalizan...

¡Teme allí!... Quién no consigne su amor.

A.T.

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