sábado, 24 de marzo de 2012

Sin palabras



Ya no deseo emplear el tiempo de estas notas para hablarte a las vistas.
Hoy no deseo escribirle páginas a un diario público, sino al corazón privado de tus oídos.
¿Crees me agradan las sandeces de un muro y las menudencias de un Tweet?
Sin embargo, he recurrido a ellas para alcanzarte, para hallarte, y aún no te he visto.

No puedo convencerte de que sea un ser mejor, no siendo igual a alguien; sólo sé referirme a mí en lo que sé ya soy distinto, y no peor a otros…
¿De qué sirve eso si no te veo? ¿Cómo podría ser único o mejor?
¡Ni siquiera te tengo! Y no sé si estás.

Hay momentos en que quiero alejarme.
Sé que tengo que salir y seguir en mi ermita, pero –por otro lado- como cualquier humano, necesito ese espacio en la comunión de la comprensión; no tanto en que se me entienda, sino para estar a tu lado... No tanto para que se me oiga (me basto a mí mismo) ¿pero no hay nadie, allí afuera? ¿Es este mundo tan hueco, por la convección de múltiples diferencias paralelas? ¡Qué sé yo!

Desearía no tener que escribir, sino hablarte… ¡muy cerca!
Desearía no dispersar mis ideas en letras y tocarte con cada una de mis palabras. ¡Pero he sido tal tonto!
No veré contigo un partido de baseball ni football. No consentiré tu alegría viendo a otros hombres, así como tú –tampoco- aceptarás que admire los glúteos ajenos, la belleza de otras piernas o el encanto de otra voz que no es ajena… ¿Te quedó bien claro? Así es mi celo (no sé del suyo) pero, la relación que hay en el fondo de esa clase de fanatismos, no es tanto por sus victorias o sus derrotas, sino por los apegos de nuestras vísceras; pero somos tan hipócritas para darnos cuenta: ¿No soy vulnerable a una voz que cante distinto a la tuya? ¿No me estremezco cuando un labio carnoso se acerca a los míos con aliento? Y ¿sólo me gustará ver tu espalda desnuda?

Soy humano. Como tú y como cualquiera.
Conozco mis defectos, mis limitaciones, y hay momentos en los que no deseo acercarme a una pantalla y mostrar lo que no soy y soy.
¿Por qué es tan difícil?

Ayer viernes, regresando a Caracas, pude recordar y ver cómo ellas y ellos son: No soy igual (ni mejor).
No sabría enredarme con sus costumbres, no celebraría sus mismas cosas, pero –tampoco- soy ser de ir a tus misas ni de confesarme ante otro hombre (aunque hoy me confieso).
No podría caer de rodillas ante las imágenes que ellos veneran, ni hundirme en el culto de sus fanatismos o deportes… ¿Será mi religión? ¿Serán mis defectos? ¡No lo sé! Pero no me inclino ante otro hombre y, si me arrodillo mujer, no será para otra cosa que amarte (y no lo puedes ver o leer).

Entiendo perfectamente qué necesitaré ser paciente… ¿50 años ya no bastan?
Sé que no puedo desandar la marcha del tiempo y quedarme en “la juventud” ni podré apresurarme en su carrera, al encuentro vago de lo que será la “eternidad”… ¿Te veré allí, más joven, y serás tú vieja?... ¡Lo viejo no me gusta! ¿Qué sentido tiene todo eso?

¿He de conservar lo poco que queda?
He sido un tonto al soñar.
No quiero usar estas letras y
¿Hallaré humectante tus palabras?

¿Sabes que duele?
¡Depender! Desear y ver…
Soy cada día viejo y no entiendo lo que hacen otros:
¡Cómo desaprovechan la mujer de sus días!

No es un orgasmo
No son sus besos,
Son sus palabras
Que se hacen hueso.

P.S.

No soy inocente, peco -también- como tú
y si algo terminó...
¿No hay segunda oportunidad?

1 comentario:

Dulci dijo...

siempre la hay turulín, hoy pensaba qué cosas habia aún en mi, adentro que no logro materializar, no puedo hacerlo tangible, a eso la gente llama deseos...esos se esfuman...lo único que lo evitaría es cambiar su estado. Hacer algo lo evitaria, todo en ti y en muchos ...creo.

te abrazo en este silencio sepulcral gran amigo.