domingo, 9 de septiembre de 2012

Viejos

Esa mañana, el ruido del agua saliendo del fregador dañado, sonaba más fresco que el molesto vecino que prolongó su festín más allá de las dos de la madrugada. No eran las 9 am y ya el calor se anunciaba como el del sol de un medio día de verano.

No había solución. La llave que obtura la salida del agua, allá en la cocina, había que sustituirla y tras, un sándwich de huevos con cebollas, la faena dominical se alteraría para colaborar con la dueña de la casa.

-¡Coño! ¿No te dije que no debías saltar la talanquera? –gritaba ella, al final de su habitación- pues, ahora te jodiste, te echaré y te joderás.
-¿Qué pasó? ¿Con quién peleas? –preguntó alguien, mientras él hacía la rosca para el tubo que serviría para cambiar la llave rota.
-¡No te metas! Es con este pero del carajo…

Esa mañana, como sucede a veces, el perro correteaba resbalando sus uñas sobre el suelo, y produciendo ese peculiar ruido de alegría y, ansiedad, a la vez.

-¡Pareces contento! –le habló al animal- ¿Vas a pasear?

Las herramientas giraban poco, mientras éste vigilaba los pasos, y lo que hacía esa mujer. Por un momento supuso que el perro era llevado al pasillo pero, al salir más allá de la puerta, al recorrer el estrecho pasillo, comprendió que algo extraño pasaba.

-¿Lo botó? –pensó para sí.

El perro no llevaba cadenas. Si hubiera le hubieran sacado, como de costumbre, ese ruido le habría sido familiar, pero no lo notó…
Se asomó por la reja de la puerta y, pese a lo que había comprendido, el puddle estaba muy cerca de la puerta donde le habían forzado a reconocer que le han echado y está más que “salido”.

Al rato, más de una hora luego, no de sus hijos le dijo:

-¡Mamá, mira! Pedrozo está aquí afuera… ¿Lo dejó en la calle? Y las llaves están pegadas tras la puerta.

No hubo respuestas. El perro no sabe qué será de él, pero no se aleja de la puerta (esa que siempre tuvo abierta).

-¿Me lo llevo y lo regalo? –preguntó, reconciliante, uno de sus hijos.
-Me tiene harta. Me dañó la lavadora, no me hace caso… (Y evito escribir el número de cosas que argumenta).
-¡Ah, bueno! Me lo llevo a la casa de Alejandra, a ver qué dice.
-¡Alejandra no tiene nada que decir! Yo soy la dueña, y ella ya tiene bastantes problemas con la perra que metió allá.

Desoyéndolo, casi sin negativas, uno de sus hijo subió -a Pedrozo- al apartamento de arriba y, mientras escribo, el ruido de sus uñas suena en el techo del cuarto en que hoy lo registro como suceso.

¿Deja un perro de ser perro?
¿No es todo su mundo lo que ella desea tirar a la calle?

Tengo la impresión, pero no la certeza...

-¡Voy a botar a esos pájaros, también!... ¡Y a los vecinos!
-¿Puedo llevarme al azulejo, el que salvó mi hermano? –inquirí, sin ser llamado a opinar.
-¿Para qué se muera de hambre, con cambures mallugados o viejos?
-¡Ja! ¡Ja! Te contradices, mamá ¿Cómo los vas a “botar” y piensas en lo mal que van a comer? Yo, por el contrario, no los dejaría en una ciudad, pero me llevaría el azulejo a mi montaña, para que se mezcle con los suyos.
-¡Esos pájaros nacieron aquí! –espetó.
-Pero los quieres echar, como a mí: ¡Pronto me iré! (pero, cuando me necesites “mamá”, siempre me buscarás) ¿No tienes años siendo así? ¡Pobre mi papá!... ¡Je! ¡Je! (por eso te dejó).
-¿Me dejó? –replicó por sarcasmo- ¡Yo lo dejé!
-¡Mamá, lo sé! –reconvení- pero me divierto en ver cómo funcionas: Eres tan… Pero nunca olvidaré las veces en que pensé ustedes volverían: Yo, a ti, tampoco te soporto y ¿te puedo cambiar? ¡Siempre puedo irme! (tú no).
-¡Bah!
-Hoy botas al perro (nunca lo hiciste) ¿Mañana qué? Hay cosas que, jamás sabrás; pero, de tus errores, siempre algo aprendí.

¡Qué bueno es leer y aprender! Qué bueno es conocer y conocerse. Agradezco a mi hermano mayor (Aby) por haberme prestado las conferencias de Pilar Sordo, en Valdivia… Todos estamos algo locos, pero el amor –como tal- no hay que encerrarlo en un manicomio del alma.

Hay cosas que siguen, como el cauce de un riachuelo, o como el torrente de grandes ríos, o como fluye dentro del pensamiento que se hunde en las corrientes de las venas.

A.T.  Petare Sept. 9, 2012-09-09

P.S.
¿La veré a sus 74?... Que vaina llegar a viejos.

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