Esta mañana, como
frecuentemente despierto, la querría tener a mi lado.
Puedo confesar
que no caminé con ella a la orilla de la playa, pero varias veces la tomé de la
mano (y estuvimos abrazados).
Puedo decir que
no la cargué sobre mi cuerpo; pero la levanté para cruzar la calle, una tarde
lluviosa, evitándole mojara sus pies y sus sandalias…
¿Pero hablo hoy,
de ella? ¡NO! No hablo de quien tomó su decisión correcta ni de quien hizo bien
en seguir o apartarse, hablo de toda y cualquier mujer que se ame (esa que
pueda amar y pueda besar).
¿Qué criticaría
de la siguiente generación? Demasiado apego al entorno materialista. No están
mal las consideraciones que aseguren la permanencia familiar o de parejas, pero
noto que se piensa más en la conveniencia que en el amor de verdad, ese que da,
sin querer comprar cariños y lealtades.
¿Qué criticaría a
mi generación, a los que vinimos de los años 60? Inseminamos demasiado, regamos
demasiados hijos, y muchas de esas mujeres siguen prisioneras, esclavizadas (inermes)
para vivir lo que les quede LIBRE de sus vidas (no todas, pero demasiadas).
Los hijos,
básicamente, se irán a vivir sus vidas. No estoy de acuerdo que –para el amor-
sólo se halle o se busque un espacio “cuando
los niños ya se duerman”, “cuando se
terminen las faenas”… ¿Por qué robarme un beso? ¿Por qué tocarse a
escondidas? ¿Por qué vivir un love affair extramatrimonial?
¡No me sirve la
mujer que viene a casa! (ni aquella que debo llevar a un hotel, usando lentes
oscuros).
No es bueno que nuestros hijos vean la intimidad, pero, más temprano que tarde, notarán
que nos reducimos y ellos harán lo que no hicimos: ¿Se casaron con la familia,
con los hijos de otros esposos?
¡Madres! Uds se
ocupan de tantas tareas, tanto ocuparse de cosas que siempre habrá que hacer,
que el amor se erosiona, que otra mujer atiende los apetitos románticos (o
sexuales) de sus esposos, amantes (y peor es nada), que luego se quejan de esas
arrugas, esos pellejos colgantes. ¡Coño!
No hablaré nadie,
sino por mí: Cada mañana quiero amarla (no es sólo sexo). Cada día o cada hora
que tengo libre, o de ocio, deseo acariciarla, tocarla, olerla escucharla. No
soy de los que mira fotos o repite videos ¡Creo a la realidad que siento! (no
sólo a lo que veo) y las veo tan complicadas en trabajos, ajetreos o deudas… Es
nuestra responsabilidad. Cosechamos lo que sembramos, pero los hijos siempre se
van. ¿Dónde queda ese amor? (y no es que hable del que ellos merecen o
necesitan) sino Del que dejamos de darnos, el que dejamos de compartirlos con
las mujeres que tuvimos (y no lo hicimos).
Entiendo que Uds
funcionen así (yo no). Entiendo que muchas y pocas sean románticas, lúdicas,
conversadoras, verbal o escrituralmente expresivas o del modo que sean, pero
soy tan distinto, que no siempre entiendo las diferencias: Quizá estoy
equivocado.
Otras, cifrando
sus esperanzas en fotos, explotan sus caras bonitas, pero –su corazón- ya ni
expresa la nada y aguardan –un no sé qué- que ni ellas mismas saben qué esperan)
o ya ni esperan) ¡No vendrá el adivino!
No puedo cambiar
el mundo de nadie (tan poco hago con lo mío) pero ¿de qué se extrañan? Se esclavizaron
de las tareas que ya deberían hacer sus hijos, sus hijas. En lugar de formarlos
para la interdependencia, les educaron para la dependencia y, si aprendieron de
la libertad, fue a expensas de lo que ustedes se esclavizan…
¡Perdónenme! (o aborrézcanme).
Yo pienso
distinto. Llámenme irresponsable, indolente, pero –cuando extrañen los abrazos-
(la pasión de algunos besos) bésense con los recuerdos: Ocuparse, sólo de los
hijos, no está en mi agenda.
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