miércoles, 19 de septiembre de 2012

Lo que ella me dio…


Sé que debo una respuesta a mi duelo.

Mi opinión, o interpretación de los hechos, es nada a lo que pasó (o pudo pasar).
Sin mirarla, aún puedo verla pasear a sus perros, atrás, por el estacionamiento.
Sin tocarla, sin tenerla al frente, puedo revivir esos momentos –ahora fugaces- de lo que eran horas, en su grata compañía.

Hoy, sin necesidad de su consentimiento, puedo oírla cantar un par de melodías (“Solamente tú” y “Corre”). Su voz, que no era el tono que me agrada, puede decirme cosas que no dijo y, ahora, me las dice (las repite) como si fueran sólo para mí…

(“Solamente tú” y “Corre” son cantadas para “alguien”… No sólo para mí, pero puedo imaginar lo que quiera, aun cuando duela o enamore).

¿Qué me dio?

Me dio algo que, como dije al gran amor de mi vida (MP): “Resucitó (despertó) algo que creí muerto…” (o insepulto). Ella me movió LA VIDA y, desde hace 25 años no sabía, no sentía, lo que redescubrí (pero era una relación con mis afectos) (era un enamoramiento con mis sentimientos) ¡Qué sé yo la verdad de LO SUYO?

Encontré, a través de esa interacción, muchas cosas. Descubrí –me tropecé- con el YO que soy y el que había encerrado, cautivado… ¡No era yo! (siendo YO).

Esa mujer me hizo sentir que mi vida estaba unida y dependiente del estar con ella. Todo yo cambió, me involucré –tanto- que mis ojos evitaban ver otras mujeres, otras piernitas, y mire que –a ella- no la vi como un objeto (no la toqué como a una cosa) sino como a esa parte de mí que no sabía si tenía o si era mía (pero dispersa).

Me dio horas, me dio días y, aunque NO ERAN COMO HUBIERA DESEADO, fueron los que ella dispuso y, SIN PEDIRLOS, me los dio. ¿Cómo ponderar o “valorar” lo que no puede preciarse con un valor, con un precio: Yo era feliz (y más con ella) (pese a nuestras MUCHAS diferencias).

Me enamoró, me sedujo. Ella sabía lo que hacía y, de mi parte, no sabía –bien- lo que pasaba (hasta que comprendí y me retiré) (por mi bien) (y el suyo, también).

Me abrió a una vida a la que me había negado.

Sus manos, sus pies, sus ojos, las pecas de su espalda, sus axilas, sus brazos, la sensación de sus piernas (en mis manos) palparon cosas que no viví antes. Tocar su vientre, ver su ombligo, su delgadez… Era como retroceder a mi adolescencia (y pude verla como era ella, con los ojos en el pasado).

No era un beso lo que buscaba.

No era tocarla o gozarla: Yo me entregué en profundo amor y admiración (ella lo supo, ella lo vió).
Me dio más de lo que pude dar con helados, refrescos, mi tiempo o mi vida (Repito: Viví gracias a esos encuentros) (Yo estaba como muerto).

¡La primera vez! (omitiré algo que la delató, muchas veces).

Fuera de ello, era como viajar en el túnel del tiempo (no aseguro lo que ella decía, salvo lo que me hizo sentir) ¡Volé a mi pasado! (Me sentí mejor que con MP).

¡En fin!

No reciclaré lo que sé ha pasado (puedo encerrarlo en ese baúl y encadenarlo, y no permitir que me suceda –dos veces- con la misma mujer).
¿Qué me dio?
Dándome “poco” fue un catalizador (muchos de mis versos –los más sentidos de este período- salieron de lo que me sentido POR ELLA).

¿Qué me dio?

Una decepción, un dolor (que no es único) pero que yo no dejaré que nadie sienta por mí: No dejaré que nadie me permita enamorarme, y menos si esa persona tomará una decisión que me excluya, luego que dice “cosas” que parecen decir un “Te Amo”.

Me dio tanto, me dio lo único que YO SABÍA TENÍA (pero no era mío) (y eso es lo que me basta). Por fortuna, siempre me dijo: “No quiero herirte” y, si lo hizo –dos veces- fue porque yo seguí tras sus pasos, tras sus ideas o insinuaciones ¡Yo la acepté! Yo la quise y SÉ QUE LA AMÉ. ¿Tenía algo más? ¿Tuve algo mejor? (hoy nada sé).

Puedo ver esas fotos (puedo borrarlas o romperlas, también) ¿Cambiará algo mi vida? ¿La olvidaré? ¿Reduciré los hechos?

¡No fue sólo un beso! (fue algo más hermoso) (aunque la compare a Franchesca, la mujer de la película “Los Puentes de Madison”, con Meryl Streep y Clint Eastwood).

Ella, para mí, tuve la sensación de que no debía dejarla y, comprendiendo QUE NO TENGO LO QUE QUIERE, me hice un favor, dejándola ir (se iría, de cualquier modo) (yo también).

Por otro lado, en lo espiritual (lo moral me importa poco) (aunque no hicimos nada amoral o censurable) esa oportunidad de tenerla cerca me dio una gran lección y, aunque creo en Dios, hoy le guardo rencor: ¿Cuánto debo vivir para entender o dejar de creer? (tengo una querella personal con mis creencias: O creo o dejo de creer).

Así que, un beso –comparativamente- ni el tesoro de mis vivencias redescubiertas, son nada en relación al amor que compartí CONMIGO MISMO a expensas de la existencia de ella. Si tiempo, las horas conversadas, el tiempo de vernos, juntarnos, palparnos, etc., quedan como un hito en mi vida (lo que hice –yo- en ella -¡pues!- es patrimonio de sus emociones, sus vivencias ¡que las atesore ella! (como yo atesoro sus fotos, sus palabras… Y esas cosas que no sé, ni debo decir).

¿La amé?  ¡Sí!

¡Más que a lo que tengo –hoy- por vida!

Y si en mí estuviera el poder decidir: “Hasta aquí llego” (ya lo he pensado) (y es mi rencilla contra Dios) ¡Me largaría con todo LO QUE ME DIO!

Y de la vida me despido (pero no muero cuando quiero, sino cuando no quiero).

¿Para qué vivir? Si lo que se cree tener no es mío o, por defecto, a quien se quiere dar, no tiene interés genuino para recibirlo (No era sexo: Era amor).

¡Me dio tanto!  Quitándome nada.

(Excepto lo que yo sé) (Y un no sé qué que –todavía- podría extrañar, y no es amor).
¡Puedo verla! (y no me ve ni sé si soy visto)

Puedo leerla (ya sin interés) y “lo que me escribió” (no fue para mí: No puso mi nombre) (escribe para tantos) (no creo un par de sus mentiras, ni en su falso amor).

¡Qué importa! (no es amor) (pero a amé).

¡Me dio tanto!   Dejándome en nada.

A.T.          Sept 12, 2012

Enamorado

 

Estar enamorado es cuestión de aptitud y de actitud.
Uno puede enamorarse de cualquier persona, sea del color que sea, del tamaño que sea, la condición física o económica que se quiera, acepte o convengan, siempre que nuestras aptitudes y actitudes estén en simpatía y no estén en conflicto arbitrariamente.
Uno puede amar, o querer, mucho de un semejante, como de alguien que sea opuesto ¡es cuestión de aptitud y actitud!
Si fuera mujer, me parece, sería lesbiana ¿qué hay de malo en la mujer? Cuando uno se enamora, cuando de veras se ama, ni nota esos cambios humorales o penosos, que las mujeres sienten cada 28 días. Cuando entran en la menopausia, me parece, hasta sus canas no interrumpen la línea de algunos quereres, excepto cuando ella se zafa, o es uno el que otro rumbo decide.
Pienso, quizá sólo es impresión mía, cuando alguien te gusta, no siempre cuenta su cara, sino el modo como te cuesta sacarla de tus deseos o de tus pensamientos. Si es alguien que sólo deseas –una vez que la tomas- muchas de esas emociones (esas nociones) se desvanecen y, quizá de allí, es que las mujeres prefieran comerse un helado de barquilla, poco a poco, dejando –a veces- que la crema se deshiele sobre sus manos y, si de veras le gustas, no sucederá eso de tener que limpiarse las manos, de entretenerse en borrar lo pasado, porque siempre come lo que quiere y desea (Es contigo ¡Sí! Subliminal).
Cuando hay mutua atracción, uno y otro procura el bien ajeno.
Enamorarse es tocar las cuerdas de la guitarra que hay dentro de cada corazón humano y, si las mías (o las suyas) no son tañidas, hay un sentimiento que no es correspondido, un afecto que no es realimentado: Esa música cesará.
Hay una magia burbujeante, en esto del enamoramiento. Los cinco sentidos (si son sólo esos) sirven de aliados para que tú te comprendas. La voz de la persona que amas te será única. Puede que te enamores de muchas personas, pero el sonido de lo que ella habla, del modo que te lo dice, te sacudirá por dentro, y pocos notarán cuando se te sacude el piso.
Es inevitable que, a cierta edad, tengas un reservorio de experiencias, evidencias o preferencias. Cuando escuchas a esa mujer o a tu hombre, ya sabes que “algo” pasó. Hay como un micro interruptor biológico que se dispara en ciertos momentos, ante ciertas personas y circunstancias. Ella habla (o él te dice) y es como si toda ella la hubieras soñado, largo tiempo, hasta que un día la oyes y te dices: “Esto lo soñé” y, en otros casos, es un deja vú. ¿No lo vas a saber tú?
Algunos, muchas veces, hemos sido muy visuales. Se nos aparece un monumento y decimos “ella es” (pero no es) (pocos son felices con sus monumentos). Pero, ¿Si te hacen ojitos? ¿si sonríen, si te dan atenciones?
El ego puede ser un aliado y un adversario, en eso de enamoramientos. Uno comienza a balancearse sobre realidades e irrealidades, al punto de la base del altar del ego, que la estabilidad puede perderse y, si es amor, la otra parte de ayudará (o te dejará caer) no precisamente en amor: La otra parte siente, tiene sus aspiraciones, sus necesidades y prioridades.
En el fraguado de las relaciones, sean físicamente humanas o platónicamente asexuadas, hace falta la música de la necesidad en común: Nadie que se enamore debiera bailar sus piezas a solas, pero algunos aprendemos a bailar sus lecciones.
¿Es ella un trance con JL? ¿Es como bailar con Madonna? O ¿Un romántico vals de letras con Emily Brontë?
Uno debiera bailar “al son que le toquen”… Pero la práctica, la vida del día a día, no es así: El antagonismo aleja, más de lo que pudiera acercar.
La infatuación, contraria al enamoramiento, reproduce mucho de esas cosas que vinculamos al amor. Uno puede pensar “estoy enamorado”, pero –en realidad- es la señal de que estamos dispuestos a enamorarnos, o expuestos a vulnerarnos, en esa forma de relacionarnos con el mundo externo (desde nuestro mundo interior de aspiraciones, deseos, etc.)
Si alguien intentase reproducir el experimento de la vida, en un simple laboratorio blanco y negro y, me echaran en la jaula de esos experimentos, igual respondería (con menos libertades). Si me pusiesen con 12 mujeres, en silencio y todas sin ropas, es posible que mi error sea el mismo. Si las pusiesen, a ellas, a escoger entre otros doce (enmudecidos) me sentiría satisfecho de lo que escogen sus ojos: Pero los ojos no ven al corazón.
En el mundo real, la mayoría de las personas operamos como en el laboratorio: Vemos la superficie. Si la verdad humana se redujese a “la verdad” experimental que acabo de comparar, podríamos argumentar nuestra esclavitud al error, la infatuación de las intrascendencias y lo insulso que sería el vivir, pero la verdad se tiene que descubrir, en cada cerrar y abrir de ojos del día a día.
No sé si crean en un Dios que nos da vida y dio la vida, no sé qué aprendan o desaprendan pero, sin ese redescubrimiento del Yo, en el Tú, nada sería original o nuevo ¿Cuántas veces te has enamorado?
Puedo cerrar los ojos y recordar a quien amé. Puedo saber que ella está allí y, a la vez, sé que ya no está y –con dolor- agradezco se haya ido. Con exactitud, con la certeza de mi laboratorio mental sé qué me gustó, porqué la amé y porqué debo dejarla (y ella me deja). Si me lo propongo, por algún tiempo, podría prolongar lo que voy soltando como cenizas, pero sería como llevar a cuestas un peso muerto, algo de mí que se hace fétido y, aunque me dejé llevar algo de mi vida (algo que creí mío) tampoco era de ella: Si no nace del concierto de dos.
No la clonaré.
No cerraré los ojos para verla.
Ella superó todas mis referencias, todo lo que había imaginado…
Sin embargo, como decía a una amiga que sólo conozco “de oído” y por sus letras, exploraré ese Presente Perfecto que sé posible. Caminaré, no en retroceso, hacia lo que me quede de tiempo, ladeando el oleaje de los imprevistos ¿Cuánto sabe ella que me gusta? (y la pregunta es más que para dos).
Ahora, enamoradamente, puedo visitarme en esas sensaciones.
Si pudiera ensamblarlas, a capricho, las usaría como cosas, sin aceptar lo que cada persona es. Si tratara de buscar un parecido, en medio de cualquier otra, lo que haría es pretender un fetiche de algo que no se consumó y por algo que sé no se cristalizará: El amor acepta el todo, no una parte ni una mitad.
Hoy, esta mañana, mientras miro a la pantalla, me descubro con mis sonrisas. No es la misma atontada, embelesada, de esos días de julio-agosto 2012, pero es lo que hoy tengo.

P.S.
No te reprocho los besos –nada- excepto el hacerme creer que era correspondido: Yo te amé realmente (no era tu cuerpo lo que deseaba poseer) (yo deseaba ser tuyo, lo que me reste de vida).
¡Eso es lo que resiento!
(y que hubiera otra agenda, otro tipo, en una fila de pretendientes).

Visité mi tumba.


Es un viejo edificio de concreto.
Esos 6 pisos parecían más altos.
No estoy seguro del motivo que me impulsa a seguir esta pena, pero la visito.
No veo el lecho de otros mortales, tampoco dónde cayó mi cuerpo (aunque no estoy enmohecido).
Mis manos no callan; todavía reclamo ese recuerdo, reconozco sensaciones, lo que comía mi alma de su mano, lo que disfrutaba junto a ella… ¿Cómo no volver a mi hermoso nicho?
No busco verla con nadie, no imagino la profanación. ¿Fue mía? ¿Me hice suyo? ¿Hasta qué punto me entregué a la vida que me produjo?
Estoy alerta, viendo todo el lugar, como un alma que pena.
No busco flores, no respiro ese olor, pero la esencia (su fragancia) diría que resbala en las memorias, en el celo del ansia, por lo que pudo ser un carnal deseo y banal impulso (pero era amor).
¿Cuánto tomaré penando, para que deje de serlo?

Con dificultad –en un soplo de vergüenza- levanté la mirada a esa abertura (por donde mis ojos querían colgarse) (quizá para verle) (quizá para saltar más abajo) ¡No le vi!

Quería mirarle, hallarle en la panadería; sin embargo -pese a todo- mi vida insepulta sentirá ese rechazo, el descalabro de amarle cuando no debí: Esto no es algo que vino de la nada (la sentía, la intuía).
Muchas cosas extraño para abandonarme al gustoso capricho de un yogurt o el comerme una palmerita…

¿Era comida lo que buscaba? Es a mí –su  vida- lo que ansiaba…

No puedo saludarla (ni con una sutil mirada): Me obligué a respetar lo que me pide esta muerte sin suerte.
No puedo verla ¡ni a escondidas!
(¡Dios!... Esta pena es mayor que con MP)

Soy un sepulcro tapeado sin mí, obstaculizado por el respeto de una distancia que mi alma desconoce y este cofre abierto de mi pecho, no sabe ser cerrado -ni sellado- por enterradores desconocidos: No hay paso a lo que pensé sería una vida (no hay salida a la dicha que he perdido).

Mi alma sigue en pena.

Mi condena sobrepasa la agonía.

No hallo camino a otra forma de redención.

No sé el sendero a otra salvación: Lo que tuve se lo dí (no era nada, y fue mi amor).

A.T.     Sept 18, 2012

lunes, 10 de septiembre de 2012

Mi agenda

Esta mañana, como frecuentemente despierto, la querría tener a mi lado.
Puedo confesar que no caminé con ella a la orilla de la playa, pero varias veces la tomé de la mano (y estuvimos abrazados).

Puedo decir que no la cargué sobre mi cuerpo; pero la levanté para cruzar la calle, una tarde lluviosa, evitándole mojara sus pies y sus sandalias…

¿Pero hablo hoy, de ella? ¡NO! No hablo de quien tomó su decisión correcta ni de quien hizo bien en seguir o apartarse, hablo de toda y cualquier mujer que se ame (esa que pueda amar y pueda besar).

¿Qué criticaría de la siguiente generación? Demasiado apego al entorno materialista. No están mal las consideraciones que aseguren la permanencia familiar o de parejas, pero noto que se piensa más en la conveniencia que en el amor de verdad, ese que da, sin querer comprar cariños y lealtades.

¿Qué criticaría a mi generación, a los que vinimos de los años 60? Inseminamos demasiado, regamos demasiados hijos, y muchas de esas mujeres siguen prisioneras, esclavizadas (inermes) para vivir lo que les quede LIBRE de sus vidas (no todas, pero demasiadas).

Los hijos, básicamente, se irán a vivir sus vidas. No estoy de acuerdo que –para el amor- sólo se halle o se busque un espacio “cuando los niños ya se duerman”, “cuando se terminen las faenas”… ¿Por qué robarme un beso? ¿Por qué tocarse a escondidas? ¿Por qué vivir un love affair extramatrimonial?

¡No me sirve la mujer que viene a casa! (ni aquella que debo llevar a un hotel, usando lentes oscuros).

No es bueno que nuestros hijos vean la intimidad, pero, más temprano que tarde, notarán que nos reducimos y ellos harán lo que no hicimos: ¿Se casaron con la familia, con los hijos de otros esposos?

¡Madres! Uds se ocupan de tantas tareas, tanto ocuparse de cosas que siempre habrá que hacer, que el amor se erosiona, que otra mujer atiende los apetitos románticos (o sexuales) de sus esposos, amantes (y peor es nada), que luego se quejan de esas arrugas, esos pellejos colgantes. ¡Coño!

No hablaré nadie, sino por mí: Cada mañana quiero amarla (no es sólo sexo). Cada día o cada hora que tengo libre, o de ocio, deseo acariciarla, tocarla, olerla escucharla. No soy de los que mira fotos o repite videos ¡Creo a la realidad que siento! (no sólo a lo que veo) y las veo tan complicadas en trabajos, ajetreos o deudas… Es nuestra responsabilidad. Cosechamos lo que sembramos, pero los hijos siempre se van. ¿Dónde queda ese amor? (y no es que hable del que ellos merecen o necesitan) sino Del que dejamos de darnos, el que dejamos de compartirlos con las mujeres que tuvimos (y no lo hicimos).

Entiendo que Uds funcionen así (yo no). Entiendo que muchas y pocas sean románticas, lúdicas, conversadoras, verbal o escrituralmente expresivas o del modo que sean, pero soy tan distinto, que no siempre entiendo las diferencias: Quizá estoy equivocado.

Otras, cifrando sus esperanzas en fotos, explotan sus caras bonitas, pero –su corazón- ya ni expresa la nada y aguardan –un no sé qué- que ni ellas mismas saben qué esperan) o ya ni esperan) ¡No vendrá el adivino!
No puedo cambiar el mundo de nadie (tan poco hago con lo mío) pero ¿de qué se extrañan? Se esclavizaron de las tareas que ya deberían hacer sus hijos, sus hijas. En lugar de formarlos para la interdependencia, les educaron para la dependencia y, si aprendieron de la libertad, fue a expensas de lo que ustedes se esclavizan…

¡Perdónenme! (o aborrézcanme).

Yo pienso distinto. Llámenme irresponsable, indolente, pero –cuando extrañen los abrazos- (la pasión de algunos besos) bésense con los recuerdos: Ocuparse, sólo de los hijos, no está en mi agenda.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Amar un mundo

Alguien ha dicho que este año se acaba el mundo…

Si eso llegase a ser cierto, imagino que, muchos de nosotros, querría hacer algo trascendente con lo que le quede de vida ¡Ja! ¡Ja! ¿Será que nos han influenciado? ¿Será que hemos sido “motivados”, tal como la publicidad nos índice, como lo hace ella, de ese modo tan subliminal?
No tengo una respuesta concreta para nada. Imagino que cada uno estará consciente de lo que hace ¡No es mi problema! Pero… ¡Si fuera verdad?

No hace mucho pasé y me gocé de un enamoramiento. Si lo etiqueto, como algo, le diría “infatuación” (no lo sé, pero la disfruté) y, si me tocara ese llamado, la partida de la que no se regresa ¡Hoy sería un buen momento! (viví).

No obstante, como tengo por referencia, ciertas cosas no pasan cuando yo las pido, o las quiero. ¿Qué iba a imaginarme -besuqueado- en la grama del parque del Este? ¿Pasaron tantas cosas, así, antes? (estoy viviendo).

¿Qué debería hacer?

La Dra Joyce Meyer, el 26 de Octubre del 2011, publicó algo llamado “El arte de aprender cómo amar” ( The Art of Learning How to Love ). Al inicio del artículo, no tanto como prólogo, se dijo: “One of the most important facets I've learned about love is unselfishness, which in the Bible it is characterized as a willingness to sacrifice one's own wishes for those of others. I've learned that true love will always adapt and adjust to the needs and desires of other people.

Esa voluntad de no ser, para no actuar egoístamente, es una característica del desprendimiento que nos produce un auténtico amor. Ello no significa que dejemos de amarnos o de consentirnos, sino que –en lugar de buscar nuestra preferencia- hacemos que “el YO” ceda el paso, sentándose en un segundo plano: El, Ella (o el ello) puede ser primero.

Al leer mucho de su artículo, me dije: “Debo traducirlo y compartirlo”, pero –cambiando de opinión-  sólo puedo referirlo, comentarlo y, en el mejor de los casos, dejarles el link, acá: ( http://www.godlife.com/series/everyday-answers ).

Muchas personas, como Ella o Erick Fromm, dirían que es un arte (yo no lo creo) pero –estoy seguro- tenemos que aprender y aprehenderlo…

Tal como vivimos aprendiendo y viviendo, no cesaremos –tampoco- de ser seducidos al camino del amor. ¿Es malo amar? ¿Es un pecado sentirse o ser amados?

Meyer, en su escrito, insiste en testificar el modo que ella esperaba las cosas se hicieran y cómo exigía fueran hechas; así que, con el tiempo, comprendió su egoísmo y aprendió a dejar de serlo: “I learned to adapt my own needs and desires in order to help meet the needs of others.” ¿Cuántos hemos pasado por este ajuste? (o desajuste).

Como superviviente de mis afectos o deseos, he aprendido a identificar-ME cuando estoy enamorado. Sin mucho rollo, suelto mucho de lo que no cedo (no digo más) y, si les sirve de algo, Uds –también- pueden reconocerse en su situación emocional (igual que a esa persona que Uds creen les ama, por motivos correctos y no por emociones -o idealizaciones- de quienes realmente SON).
No puedo menos que recomendarles la lectura de sus libros y, como ella ha dicho, en relación al “arte de amar”: “Tenemos que ir más allá de las palabras y, verdaderamente, HACER algo que ayude a que otros satisfagan o alcancen conquistar sus necesidades” (¡Insisto! Dentro del ámbito en el que uno NO DEJE DE AMARSE, ni vulnere su integridad –ni la de otros- como simple individuo).
En ese sentido, para balancear lo que ella presenta, retomo las palabras de Jesucristo: “Ama a tu prójimo, como a ti mismo.” (No amarlos de más, no amarlos de menos) (Hay que guardar el equilibrio para no padecer ninguna clase de daños).

Viejos

Esa mañana, el ruido del agua saliendo del fregador dañado, sonaba más fresco que el molesto vecino que prolongó su festín más allá de las dos de la madrugada. No eran las 9 am y ya el calor se anunciaba como el del sol de un medio día de verano.

No había solución. La llave que obtura la salida del agua, allá en la cocina, había que sustituirla y tras, un sándwich de huevos con cebollas, la faena dominical se alteraría para colaborar con la dueña de la casa.

-¡Coño! ¿No te dije que no debías saltar la talanquera? –gritaba ella, al final de su habitación- pues, ahora te jodiste, te echaré y te joderás.
-¿Qué pasó? ¿Con quién peleas? –preguntó alguien, mientras él hacía la rosca para el tubo que serviría para cambiar la llave rota.
-¡No te metas! Es con este pero del carajo…

Esa mañana, como sucede a veces, el perro correteaba resbalando sus uñas sobre el suelo, y produciendo ese peculiar ruido de alegría y, ansiedad, a la vez.

-¡Pareces contento! –le habló al animal- ¿Vas a pasear?

Las herramientas giraban poco, mientras éste vigilaba los pasos, y lo que hacía esa mujer. Por un momento supuso que el perro era llevado al pasillo pero, al salir más allá de la puerta, al recorrer el estrecho pasillo, comprendió que algo extraño pasaba.

-¿Lo botó? –pensó para sí.

El perro no llevaba cadenas. Si hubiera le hubieran sacado, como de costumbre, ese ruido le habría sido familiar, pero no lo notó…
Se asomó por la reja de la puerta y, pese a lo que había comprendido, el puddle estaba muy cerca de la puerta donde le habían forzado a reconocer que le han echado y está más que “salido”.

Al rato, más de una hora luego, no de sus hijos le dijo:

-¡Mamá, mira! Pedrozo está aquí afuera… ¿Lo dejó en la calle? Y las llaves están pegadas tras la puerta.

No hubo respuestas. El perro no sabe qué será de él, pero no se aleja de la puerta (esa que siempre tuvo abierta).

-¿Me lo llevo y lo regalo? –preguntó, reconciliante, uno de sus hijos.
-Me tiene harta. Me dañó la lavadora, no me hace caso… (Y evito escribir el número de cosas que argumenta).
-¡Ah, bueno! Me lo llevo a la casa de Alejandra, a ver qué dice.
-¡Alejandra no tiene nada que decir! Yo soy la dueña, y ella ya tiene bastantes problemas con la perra que metió allá.

Desoyéndolo, casi sin negativas, uno de sus hijo subió -a Pedrozo- al apartamento de arriba y, mientras escribo, el ruido de sus uñas suena en el techo del cuarto en que hoy lo registro como suceso.

¿Deja un perro de ser perro?
¿No es todo su mundo lo que ella desea tirar a la calle?

Tengo la impresión, pero no la certeza...

-¡Voy a botar a esos pájaros, también!... ¡Y a los vecinos!
-¿Puedo llevarme al azulejo, el que salvó mi hermano? –inquirí, sin ser llamado a opinar.
-¿Para qué se muera de hambre, con cambures mallugados o viejos?
-¡Ja! ¡Ja! Te contradices, mamá ¿Cómo los vas a “botar” y piensas en lo mal que van a comer? Yo, por el contrario, no los dejaría en una ciudad, pero me llevaría el azulejo a mi montaña, para que se mezcle con los suyos.
-¡Esos pájaros nacieron aquí! –espetó.
-Pero los quieres echar, como a mí: ¡Pronto me iré! (pero, cuando me necesites “mamá”, siempre me buscarás) ¿No tienes años siendo así? ¡Pobre mi papá!... ¡Je! ¡Je! (por eso te dejó).
-¿Me dejó? –replicó por sarcasmo- ¡Yo lo dejé!
-¡Mamá, lo sé! –reconvení- pero me divierto en ver cómo funcionas: Eres tan… Pero nunca olvidaré las veces en que pensé ustedes volverían: Yo, a ti, tampoco te soporto y ¿te puedo cambiar? ¡Siempre puedo irme! (tú no).
-¡Bah!
-Hoy botas al perro (nunca lo hiciste) ¿Mañana qué? Hay cosas que, jamás sabrás; pero, de tus errores, siempre algo aprendí.

¡Qué bueno es leer y aprender! Qué bueno es conocer y conocerse. Agradezco a mi hermano mayor (Aby) por haberme prestado las conferencias de Pilar Sordo, en Valdivia… Todos estamos algo locos, pero el amor –como tal- no hay que encerrarlo en un manicomio del alma.

Hay cosas que siguen, como el cauce de un riachuelo, o como el torrente de grandes ríos, o como fluye dentro del pensamiento que se hunde en las corrientes de las venas.

A.T.  Petare Sept. 9, 2012-09-09

P.S.
¿La veré a sus 74?... Que vaina llegar a viejos.

jueves, 6 de septiembre de 2012

¡Te bendigo!

Te sigo bendiciendo
¡Estoy enamorado de una mujer que no me eligió!
¿Cómo puedo amar sin los medios?

Que él te dé, que cualquiera te dé,
Lo que yo no tengo ni supe dar.
Que te colmen con la abundancia de amor, o de placer,
Y bienes de dicha; pues, aunque algo tuve, no bastó lo que era para ti.
Y tú me colmaste (de este amor -que no deseo- y todavía lo transpiro).

¡Cuánto deseo que este duelo termine!
(me refiero a mi batalla; no a una competencia de oponentes, porque Dama no eres).
Sé que esa curiosidad (o capricho tuyo) no cesará hasta que te abandones en esa deriva de emociones.
Hago bien en no estorbarte -en no estorbar a nadie- y soplo aire bajo tus alas, pues,
Si truncase tu partida, si por algún medio retuviera, tendrás la incertidumbre de lo que “habría sido”, de lo que debió haberse hecho, y soy sólo otro (en otro lugar).
Y sé que cualquiera puede darte lo que buscas, lo que crees deseas; pero no será mi amor, no será esta libertad que me oprime (sólo a mí)… ¡Con sinceridad te bendigo!
¡Gózalo!
¡Disfrútalo!
Ha pagado un buen precio y, con honestidad, deseo él aprecie tenerte esos días (y que se quede contigo) (y todo lo tuyo) ¿Me hará un favor? ¿Me librará de lo que siento?
No sé cómo zafarme.
¡Pardiez! ¡Cómo me cuestas! (pero no era amor, de parte tuya).
No sé cómo olvidarte y, aunque lo estoy haciendo, te dejé entrar –tanto en mí- que me alegro de no haber tocado tu carne y no haberme fundido de ti: Sería una burla picada en cuatro (tú, yo, él y los demás).
Con todo, te bendigo.
En el fondo eres inocente, quizá tanto como yo y, en caso de culpas, yo he sido el culpable advenedizo, fui el elemento que sobraba, lo que estuvo de más, en lo que ya tú conocías.
(Hago una pausa. Tomo aire fresco y suspiro: ¿De qué me sirvió amar o seguirte amando?)
¡Te sigo bendiciendo!
Me volviste a la vida. Creí no volver a sentir, no volver a caminar henchido de sueños, pleno de buenas emociones y encarecidos deseos (pensaba darme todo).
Me diste una paz, una que pocas veces acaricio y, lo que te reprocho es esa ausencia que, más que debida a tu decisión, se debe a mi condición (y no hablo ahora de dinero) (igual querrías probarlo a él -y a otro- que te mueva la lívido).
Te sigo bendiciendo.
Respeto tu decisión ¿pero qué buscabas en mí? ¿Explorar tu curiosidad? ¿Practicar tus artes de seducción? ¿Jugaste con lo mío?
¡No lo sé!
Me parece irresponsable soplar tras la mente de quien quiere querer. Me parece una falta de respeto, hacia cualquier semejante, decirle o demostrarle –más de una vez- “me gustas” y luego desecharle como una toalla sanitaria utilizada, como a un trasto echado del camino, como una servilleta sucia…
¡Te perdono! ¡Te bendigo!
¿Cómo puedo amar sin los medios?
Hablo de dinero, hablo de tu cuerpo, y la garantía de que serías siempre mía.
¿Cómo amar, a cualquiera, sin la certeza de que su mente no anda dispersa pensando en otras personas, en otras emociones, nacidas de una lectura, de una foto, de muchas formas de interactuar?
¡Son tantas cosas!
Sin embargo, no soy ave nocturna.
Sólo vi lo bueno que hay en ti, pero lo oscuro guardaré en secreto (igual, lo hiciste conmigo) (para no herir).
No vuelo, no me elevo, ni andaré cabizbajo: Soy sólo yo.
No diré que alzaste mi autoestima, que me moviste a erecciones, porque anduve con cuidados (y no lo lamento) (perdí menos) ¿Qué diré de esos besos?
¡Sí!
Me insuflaste aire, me henchiste de dichas y nuevas alegrías, pero seré comedido para no ensalzarte (para no recordarte) y, en lugar de zaherirte, me hago bien en bendecirte: Dios te bendiga, amor de mi vida.
A.T.      Septiembre 7, 2012