Abracémosnos de nuevo
bañándonos de
lágrimas,
Que la vida
nos remeda,
Y el adiós ya
no lastima.
Quédate en
otra vida,
Que no celo en
la distancia,
Que mi amor no
te castiga,
Ni abrogó la
intolerancia.
Si soñara
contemplarte,
Adormilado,
ojos míos,
Ya no muero
por besarte,
Ni en tenerte
desvarío.
Y mirarme en
tus pupilas,
He caído de tu
asecho,
Y el quererte
se mitiga.
¡Regálame un
instante!
Pero –a solas-
contigo.
¡No me hables
de tus amantes!
Tú me hiciste
lo que hicieron. (Rom. 2:1, 3)
Encandílame en
un beso,
Ilusióname de
ilusión.
Sedúceme de
palabras,
¿Hallo gusto a
la traición?
Me dejaste que
te amara,
Y tan bien, tú
lo sabías…
¿Merecí que me
dejaras?
¡Está bien! No
me querías.
No menciones tus
amantes,
El saberlo me lastima.
Que la vida es
un instante,
Lo que hiciste
se me olvida.
Abrázame de
nuevo
Olvidados del
adiós;
Que la vida a
nadie espera,
Y el amor se marchitó.
A.T. Nov.
12, 2012
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