Lo que se fue no fue amor, sino una consignación de afectos,
una inversión a esa suerte de lotería, en el
mercado de las emociones.
Amar
a consignación es entregar un cheque en blanco
con
la promesa del aval de quienes le firman.
Se
entrega si se quiere, quizá con afecto puro y,
pese
a lo que sea duro, no se miran los defectos.
Es
transarse con afectos, no esperando hallar descuentos.
Que
no sean los lamentos, la protesta de lo anulado.
Sí
sabrá quien haya amado, mucho duele el descontento.
Te
desgarran las rebajas, mucho más que el interés.
Bien
reparas si no ves, el amor consignado.
Desagradables
los descuentos, si dudaren de tu firma.
El
cariño no se afirma, si se da por interés.
¿Qué
te dice quien no ve? Sólo un número confirma.
Quien
no ame nada firma, todo un cheque en mora es.
El
amar es consignar, un valor que se ha otorgado.
Todo
aquel que hubo amado, algo dio por un querer.
Es
empeñarse, como prenda, por debajo del valor.
Sepan
bien que el amor, vale más que tener.
¿Quién
anhela en esa suerte, dar pérdida en la ganancia?
Sólo
pierde la distancia, aquel quien invirtió bien.
Amar
en consignación, es apostarle a la vida
y
se borran las heridas, si se quiere con amor.
El
azar y los imprevistos, son partes de ese negocio
¿Y
quién quiere por divorcio? La moneda del infortunio.
Amar
es consignar abonos a la fe, no descuentos.
Dar
no es forzar los resultados, sino los aportes.
El
amor es una inversión que, primeramente, se consigna.
Las
ganancias no son la meta, sino el arte del negocio y,
por
pérdida, ganamos experiencias que capitalizan...
¡Teme
allí!... Quién no consigne su amor.
A.T.
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