miércoles, 25 de julio de 2012

Lo que queda.



Hoy desperté con ganas de hacerme un inventario. Hay empresas que los hacen una vez al año (o con más frecuencia) pero las personas, de alguna manera, deberíamos evaluar nuestros bienes de un modo más regular, más acertado y –no como cosas o muebles- sino como bienes de mucho valor, por nuestra relación de pertenencia, nuestra dependencia interdependiente a personas e, incluso, algunas cosas (porque hay cosas a las que nos debemos y, sin ellas, la vida sería más incómoda o más difícil). ¿Ejemplos? Una amistad verdadera vale + que una pequeña fortuna.

Comencé a escribir tarde hoy. Espero una llamada para un trabajo al que me invitaron y ¡sabe Dios lo que sucede! En ese sentido, como un bien, el trabajo es uno de nuestros bienes terrenales. Si no somos útiles en algo, si no podemos servir a otros, en cierta medida, tampoco somos útiles a nosotros mismos. Si no somos útiles a nosotros, si no sabemos ni servirnos un vaso de agua, pues, estamos en serios problemas. Nuestra inutilidad es garantía a un fracaso prolongado (mismo que se suspende cuando comenzamos a servirnos –como un bien que nos da Dios- para servir a otros también). ¡Por cierto! La película “The Ultimate Gift” (El Último Regalo) da muy buenos argumentos para que evaluemos nuestros bienes. En un buen número de esos bienes que los actores citan, está el trabajo

El trabajo -cualquiera que sea- no es un bien para un fin, pero es un buen medio para muchas cosas. No voy a redundar en su importancia: Si no sirves no trabajas. Si no trabajas, no eres económicamente independiente (o autosuficiente). ¿Quién te querrá si no sirves?

¡Hmm! Otro bien: La autoestima.

La autoestima puede ser necia, egoísta y, si es insana, no sirve (tampoco trabaja ni sirve a otras personas). Uno puede saber hacer cualquier cosa pero, si la tiene desenfocada, uno no aceptará ni tomar la escoba para quitar la basura de la casa ni de su dormitorio.

Ellas, la estima y la autoestima funcionan en niveles de prioridades pero, la más importante (según yo) es la de supervivencia (de allí que haya que servir –en algo- para poder trabajar).

Hay momentos en que uno no desea el trabajo de vigilante y desea la comodidad de una oficina. Hay tiempos en que uno no desea trasnocharse, exponerse a una infidelidad conyugal o de pareja, pero –si no trabaja- ¿quién te quiere? De allí que haya que trabajar (para sobrevivir económica y emocionalmente, siendo útiles, para que nos quieran).

Mi lista va como por dos bienes: Servir que es igual a Trabajar (el primero no espera retribución económica, el otro sí); La Autoestima (misma que se debe redirigir –también- hacia otras personas, para que no sea vulgar egoísmo).

En el área de La Estima, si soy justo revisándome (y es lo que vengo haciendo desde hace unos años, con fallas y defectos) jamás podré recompensar a tantas personas que agregaron tanto a mi vida. Hoy no citaré nombres, no seré extensivo ni preciso en los muchos casos que –ellas y ellos- añadieron un valor a mi vida y me enseñaron (además, si alargase la lista ¿cómo pagarles?) (mis pocas oraciones no puedo, yo mismo, hacerlas un cheque en efectivo) ¡Además! Merecen mucho más que un regalo material o un insulso reconocimiento público (muchas veces, letras sin efecto ni afectos).

Yo querría Dios acertadamente premiara a esa amiga y maestra que me llevó a la Gran Sabana con sus amigas de la universidad, por allá, en 1988. Ella me ayudo a sobreponerme del efecto MP, tal cual hizo mi amigo JC, al mantenerme como dos semanas en Valencia (conste que estoy evaluando su amistad como bienes, no simples cosas, aunque, por otro lado, ésta se haya distanciado por casos y cosas).

Desearía que HN saliera de algunas de sus opiniones… Pero no soy Dios para llevarlo a las cosas que sólo le corresponden a Él hacer que Su gente entienda (y yo entiendo muy poco muchas cosas espirituales que no sé verbalizar ni cumplir).

Tengo un amigo, además, que no sólo me ha ayudado en un sinnúmero de ejemplos y oportunidades en las que Dios le ha permitido servirme y servirle a otros. Ese viejo, junto a su esposa, han hecho tantas veces de padre y madre, que no me atrevo ni a escribir sus iniciales, no sea que –entre hermanas y hermanos- alguno de nosotros venga a pelearse por sus cariños y yo venga y me pelee con ellos y diga: “Soy el favorito” (lo cual es mentira). ¡Je! ¡Je! (Dios te bendiga, hno y amigo. No necesito explicarte que hoy cuento mis bienes y Uds, también, en ellos están contenidos).

En medio siglo de vida, en alguna medida, ya muy tarde, se dejan pasar miles de cosas de un modo irreversible, irrecuperable. Agradezco a Dios que mi salud es buena. Si la comparo a mi niñez o a la que otros no tienen y jamás tendrán, la salud es un bien que está en mi haber. ¡Por cierto! También, la salud emocional debería ser considerada o contada con la física y, en este caso, doy un breve reconocimiento a mi Hermana del Alma y a una Psico Lok que pusieron sus bálsamos en mi vida ¿Cómo olvidarlas y no contarlas? (Creo que cada persona haría bien en determinar quien ha sido su hermana o hermano del alma, y besarle la mano: Eso es otro bien que nos ha dado Dios).

¿Son los hijos y los amores perdidos parte de mi inventario? ¿Hoy? ¡Hmm!

Hace menos de una semana tenía unas ganas terribles de escribir sobre amores (no los míos). Yo lavaba mis trapos sucios y una llamada angelical llegó –repentina- a mis oídos y le hice el comentario… Pero no quiero hablar de amores muertos, sino de los vivos. ¿Mueren los amores? ¿William Wiurt murió sin pronunciar el nombre de esa mujer que tanto ansió? (En secreto: No lo creo).

Públicamente puedo confesar, hasta desvergonzadamente, que no soy un padre ejemplar ni un amante modelo, pero soy el único bien póstumo y eterno que tengo. Hoy sé que, gracias a las acciones y oraciones de mi ex esposa (la madre de mis 3 hijos) MP salió de mi vida y yo sólo momifiqué algunos recuerdos, como para tener alguna referencia del pasado y, aunque está todavía bonita, aunque la respeto por estar casada y ser una buena persona y cristiana, no voy a ponerla en un altar ni voy a denigrar de mis sentimientos ni los de ella pues, ¿quién puede sabiamente decir: “De esta agua no beberé”? Ella llenó mi vida, en su momento, del mismo modo como mi ex esposa y, aunque hoy no sirvo para ese compromiso, ya sé que no debo soñar con que “alguna” vez me aventure al matrimonio, pues, siendo realista, luego de los 50 no queda mucha vida y, si no fui aceptado por ser quien era en ese entonces –con los años- la aceptación va en declive (tanto para mí como para cualquiera). ¿Se ama más por la belleza, por el dinero o por el carácter que tenemos? Cualquiera que sea su opinión, la mía me la reservo (en mis haberes) pues, habiendo tantas mujeres, una sola me rompe el corazón.

Uno de los bienes terrenales -supremos- es el amor. A decir verdad, creo que es el único bien que sé es eterno, que trasciende a este vida y comienza desde aquí mismo (pero cuánto problema para entenderlo o lograrlo).

Puedo imaginar, con poco atino, la oportunidad que nos da Dios para empezar a amar, desde aquí, en la tierra. Tengo gran dificultad para amar a un ser abstracto, físicamente ausente, pero sé que existe (aunque no Le oigo y no Le veo, por no estar en Su dimensión espiritual) pero que lo prefiguro y vivencio con muchas cosas o personas (entre ellas, mis hijos) que, a lo largo de 5 décadas de existencia terrena, como otro de esos haberes no alcanzados o abarcados, Su esperanza me mantiene aquí o allí.

Es un hecho científico e innegable que no tenemos la Biblia original, la primera que fue escrita por el dedo de Dios, en un monte, acompañado de Moisés (no la hubo en papel, sino escrita en tablas de piedra). La inspiración literal, directa y verbal -haciendo honor a la verdad que ella misma expresa y registra- sólo fue para Moisés aquellos 40 días y noches, quien –en primer lugar- recibió las tablas de piedra que DIOS MISMO ESCRIBIÓ, pero Moisés, airado por lo que vio bajando de esa montaña, tiró las piedras contra el suelo y se rompieron… Luego, más adelante en ese relato, Dios le dijo a Moisés: “Ahora hazte de otras piedras pulidas y TÚ MISMO ESCRIBE lo que YO te dije” (¿o diga?)…

Más adelante, en los años y siglos, la Biblia, sus relatos, historias y cuentos pedagógicos, se fueron escribiendo y agregando por añadiduras, sean de varios profetas y comentadores y religiosos. Sin embargo, en relación de los haberes espirituales, intangibles, hoy –todavía- tenemos el amor, las relaciones familiares y de parejas. ¿Cuántas relaciones hemos deshecho por una fugaz soberbia, por un momento de locura, por necedades y otras pendejadas humanas? Cuando pienso en las primeras tablas –escritas por Dios- me enojo contra Moisés ¿Por qué rompió esa evidencia trascendental? Es obvio que LA FE no se destruiría, sino una de las evidencias, a fin de no dejar ídolos, ni iconos, sino la REFERENCIA de la fe, ese HABER HISTÓRICO en la tradición religiosa. ¿Puedo negar a Dios, siendo testigo de La Creación universal? (lo poco que puedo vivir, en la tierra) ¿Puedo desvirtuar la realidad de las vidas que hoy sigue cambiando el cristianismo, si yo mismo maldecía el nombre de Dios, como todavía lo hacen –hoy- muchas personas? Esas son evidencias, haberes de la fe y, aunque no puedo demostrar (repetir) la historicidad de que alguna vez me casé con una evangélica que creí era la mejor del mundo, de la que supuse no me desencantaría como yo la desengañé a ella, primero. ¿No la puedo ver como un bien activo, un regalo entre los capitales pasivos? ¿Un presente ausente que me dio dos hijos y una linda hija? ¡Sí! (pero de lejitos) (Hay bienes que deben mantenerse congelados).

En relación a La Fe, como un bien activo, he de movilizarla como una cuenta activa. No puedo sentirme culpable porque tal capital no se acreciente ni devengue intereses, pero sí he de tenerla como una cuenta activa (por pequeña que sea). Moisés bajó de su encuentro con Dios y se arrechó. Rompió las tablas, nos dejó sin esa evidencia y mandó a matar a un gentío. ¿Se acabó la maldad y el error en el mundo?  Por otro lado, para que la fe se exaltara (o se intuyera) nos quitaron el Arca del Pacto, como si nos arrancaran del Paraíso que los judíos se habían imaginado ser los únicos que tendrían acceso… Pregunto: ¿Cuántos regalos no hemos deshecho con la boda, los pies y las manos?

La Lealtad y La Fidelidad

Voy a extrapolarme en los siglos ¡Zasss! Estoy en los días del Rey David (¡Perro! Quisiera volar así para otras cosas, también).

Urías, conversando con su señor le dice algo como esto: “¡No mi señor! No está bien que yo vaya a dormir con mi esposa cuando otros soldados ya están lejos de las suyas, luchando por la causa de Israel y de su rey”. (¡Qué noble hombre!).

David, para cubrir su pecado con Betsabeth, insiste en hacer que se meta en la cama de la mujer que él había mancillado (Betsabeth, también tiene culpa), pero este hombre no duerme sino con el pueblo y su gente y, para salir del problema (el pecado davidiano) ordena que lo pongan en el frente y, llegado el momento, que lo dejen para que muera al frente de la batalla. ¿Cuántas veces hemos perdido amistades, relaciones, por ese pecado de la deslealtad?

No hay que ser rey, ni “sangre azul” para meter la pata hasta las metras. Podemos cegarnos en egoísmos, pero ¡asesinar y traicionar! Puede verse en la plebe tanto como en la alta nobleza (pecado es pecado, aunque se le invente nombres distintos).

Un puede ser quien sea, con mucho o nada de dinero; sin embargo, estoy convencido de que seremos juzgados y condenados por esos pecados y errores. David, siendo rey y profeta, metió la pata hasta ese hartazgo ¿En qué somos mejores y peores que “los inspirados” y esos personajes bíblicos?

Puedo considerar un bien la suma de mi aprendizaje chucuto de la vida. Sé que la metida de pata davidiana  yo no la pondría, ni con la mujer más buenita que se acerque a mis miopes ojos. Por convicción, no me gusta competir con nadie ni contra nadie. ¡Puff! ¿Y por el “amor” o las nalgas de una mujer? ¡Eso es lo más impredecible del mundo! (no el amor, la mujer).

Ayer, visitando a una vieja amiga, me enteré de las razones para su 2do divorcio. Es obvio que me dio una vista parcial. No conozco las razones del 1er divorcio. Parcialmente entendí parte del segundo (conocí a su 1er esposo) (y ambos se habían rendido y encomendó a Dios) y, como ella me dijo, casi suspirando: “Yo estoy en desobediencia”. ¿Cómo no iba yo a advertir que, quien hoy ella llama “mi peor es nada” no va a salir de su vida? (En mi presencia, esa tarde, ella no le respondió al teléfono 3 veces). ¡Ah! Cuando él llegó, parcialmente se lo reclamó (pero estaba yo y eso se postergó, con seguridad).

¿Qué es lo que queda, en los haberes? (y en los saberes).

¡Oye! En primer lugar, los valores eternos: El amor genuino. El producido de Dios, para Dios y por Dios. Las relaciones: Aunque se sea un pata en el suelo, cuando menos, algunos podremos contar (con los dedos de las manos) los que siguen siendo nuestros amigos (los que no están con nosotros por razones de interés egoísta, utilidad manipuladora o conveniencias individuales: sean sexuales, económicas o apegos emocionales).

Puedo contar pocos amigos y, los que la vida me ha regalado, no son interesados (as) ni yo con ellos (as). Estas amistades –a quienes no les puedo ni sé cómo corresponderles- han sido leales y fieles (hasta las metras) y todavía puedo reírme (e iluminarme) al mencionar a un par de ellas: Son dos lunas.

Si Dios me diera la oportunidad de honrarlas, sorprenderlas, a una le daría salud y, a la otra no sé qué le falte. Si pudiera emular la película “The Bucket List”, creo que me enrolaría en muchas de esas cosas, pero no puedo parafrasear ninguno de sus deseos, sus sueños o peticiones, porque he aprendido a mantener distancia de ciertos bienes (no eternos) y “Dios no le pone cacho a burro”. Lo que sí sé (más bien, imagino) es cómo será a eternidad. Ese día ya no habrá más noches. El tiempo, si existe, será el término de una noción, un concepto en desuso que perderá su vigencia, quedando obsoleto. Las personas podrán reunirse por encima de esta visceralidad o los apegos que, si hoy nos distancian, allá no nos alejarán más. El amor será lo que es, lo que siempre fue y no pudo ser aquí, por distintas causas y circunstancias. ¿No es eso lo que queda?

Conozco a tantas personas heridas.

Hay quienes están más dolidos y heridos que yo (y pensaba yo era el único o el peor de todos).
Uno -si a los haberes vamos- no puede comprender la dimensión completa del amor si no lo siente, si no sufre la ruptura de una herida, si no padece una indiferencia, un desengaño y una traición o rechazo.
Hay momentos que causamos dolencias y, con el tiempo, las padeceremos de otras personas. Desdeñamos a muchos y la vida nos mostrará qué se siente al ser desdeñados. Podemos traicionar a un amor, a una relación incipiente, pero la sabiduría nos llegará cuando seamos testigos de la experiencia, del logro padecido, con el testimonio de nuestro propio dolor.

El Dolor, también, es un haber. ¡Gracias a Dios! No siempre queda como tal, excepto la marca de su lección, el estigma de ciertas memorias, el picor enojoso de ese flagelo.

La Esperanza… ¡Seré breve!

Hay una especie de epílogo paulino que cita: “…estas cosas permanecen: El amor, la fe y la esperanza”. ¿Saben que? Me parece que hoy concuerdo con él…

Estos días, cerca de mis 51, me pasó algo muy bueno, pero –resumiendo- sé que eso tiene que ver con La Esperanza.

No daré detalles (los mismos no importan) pero, aunque ella también es intangible (como La Soledad) sé que se reserva una última enseñanza antes de la partida hacia el reposo que nos dará una transición hacia La Otra Vida (un bien pasivo).

A.T.       26 de Julio de 2012

1 comentario:

Dulci dijo...

¿Un bien?
Respirar.


Sin comentarios, te abrazo.