Hay cosas, y
hasta secretos, que jamás deben hacerse públicos.
Supón que
estableces la mejor de las comunicaciones, con cualquier persona. Ella o él
comienza a contarte confidencias y, de pronto, comienza a decirte cosas
que -se supone- no debían salir de su boca (pero te las dice por tenerte confianza) (por su necesidad de intimar con alguien, además de sí mismo) (o
para hacerte creer que te dice verdades, pero para
ablandarte en las cosas que sí son muy tuyas).
¿Confiarías tú en ella o él? (recuerda que está traicionando o menoscabando la
confianza que otro u otra puso, primero, en él o ella).
Sé de amigos y,
hasta de parejas, que se cuentan “todo” (cosa que dudo). Comprendo ese mecanismo en las que uno y otro se
hacen concesiones de confianza, se dan “pruebas de amor”, se cuentan
fantasías... y, penosamente, algunas de éstas se han vuelto realidad (en
detrimento de la relación, de los hijos, etc) y -aquella confidencia- no les
sirvió de nada; sino para ese breve momento de amor ágape o amor
eros, en las que uno y otro se confiaron y, al final, se hirieron (casi mortalmente).
Supón que le
dices: “Me gusta la cachapa de maíz dulce, amarillo... ¡Muy tierno! Le
insistes en el cuento, le hablas de cómo ves y visualizas tu fantasía y, por
cosas del destino (nada se produce “por accidente”) la cachapa te llega, y con
bastante queso de mano (caíste en ese pecado y te llevaste -en él-a la mujer que amas) (la que tú dices
amas) ¿Qué te queda de la experiencia?
Puede que haya
esa satisfacción. Esa que se parece al tomarse una botella de miel -dulce,
sabrosa- pero con un desgano que repugna, que empalaga... ¡Hasta como una
diarrea! ¿Has comido miel hasta que la rechazas? (¿Alguna cosa comes -o
haces- que te empalague?) ¡Yo sí!
Supón que, luego
de tu cachapa criolla, ella
se te va con la cachapera... ¿De qué sirvió todo el
esfuerzo que hiciste para conquistarla? ¿No te dolió el tiempo que esperaste
para HALLAR a la mujer de tu vida? (al
hombre de tu vida).
Luego, si te
complació una vez (de pronto dos), le despiertas la curiosidad por la cachapa masculina...
¿Te vas a meter en ese peo? (y... ¿si le
coges gustico?)
Lo que escribo
no es para niños ni para religiosos (es más, les alerto).
Hay momentos en
que desearía no saber las cosas que sé ahora, pero debo ser responsable de lo
que aprendo, de lo que oigo, incluso de los que no es mío. ¿Puedes tenerme
paciencia? Ya la he tenido contigo, y si no... ¡Sabes qué hacer!
Estamos
desenfocados. (Tú, yo, todos).
No soy mejor
que nadie (jamás podría) y estoy viendo
lo que pasa (en muchos lugares) y no me cruzaré de brazos (y es poco lo que hago).
Hay un cuento
muy viejo: El de Sansón y Dalilah.
No voy a
pintarte a Sansón. Puedes verlo como el Rambo judío o como se te antoje;
pero el Antiguo Testamento lo llamó Juez (todavía no entiendo eso bien)
(quizá porque aprendimos que los héroes “son” intachables, incorruptbles,
invulnerables...) (pero
prefiero estos “modelos” bíblicos al mojón de Simón Bolívar).
Si tuviera que
decirte algo de Dalilah -la filistea- yo diría que era una colombiana que se
fue en un contrabando a Palestina... ¡En
serio! (¡Je! ¡Je!)
La imagino
bella, de excelente figura, sibarita, (...) Pero no la voy a
desnudar... y menos aquí.
¿Cómo sería
-realmente- ella? (no es un
carácter bíblico) ¡Qué buena es para mentir! “Vienen los filiseos... ¡Vienes los
filisteos!” ¿De dónde era ella? ¿Traicionaría
alguna vez a los suyos? (¿Siempre por dinero?) (quizá por amor).
Para saner más,
búsquenla en el libro de Jueces, pero -la Dra Pilar Sordo- bien podría corroborar que se parece
mucho (psicológicamente) a las mujeres (y hombres) de siempre.
¿Y cómo son las mujeres de siempre? (¡Graxs
Hno A.G.! ... Por lo de Pilar Sordo-Muda).
Hmm! (no soy el
indicado para el tema) (me daré mi chinazo en la cara).
¡Ja! ¡Ja! (pero pa´ lante).
Todas las
mujeres tienen algo hermoso, bello (y feo) (igual que todos).
Dalilah, la
colombo-filistea, no podía oír de real (se le resbalaban las...) (ese es uno de los “detalles” de una mujer
con improba belleza).
¡Ah! No había silicona esos días, ni las pechugas King Size de
ahora (o sea, que eran de
verdad verdad) (algo positivo, pero no
para mis castos ojos). ¡Ay, sí! (´toy cieguito).
El tabú de los
pechos es tan viejo como ese negocio del heterochuleo...
Dalilah tenía un
cabello largo, abundante; como el más frondoso de los árboles que pueda
gustarte (¡Mentira!) (La estoy
idealizando).
No creo que ella
fuese muy alta, comparativamente a lo que se supone mediría Sansón ni tendría
ella que mudarse de pelucas, como lo haría Celia
Cruz (así que, por allí va la cosa: No era una
catira). ¡Eso sí!
¿Qué nos enseña
esa historia de amor? (amor
unilateral) (quizá por mutua conveniencia).
En 1er lugar, es
una de las historias de amor que me gustan: Sansón la amó (y la amaba), pero ella...
¡Uds ya saben! (era su negocio y, penosamente, vivía en el barrio de esos
malandros filisteos).
Luego, la gran
lección, para hombres y mujeres (por
fortachones o débiles que pensemos seamos) ¡Hay
cosas que no se deben decir!
Si fuera Sansón
(lejos estoy de serlo), la perdonaría (y más, si entiendo mis faltas, admito mis
debilidades y mi concupiscencia).
Si perdiera la
conciencia del horizonte de las cosas, si perdiera la perspectiva
-enceguecidamente- sabría reconocer algunas de mis faltas (y, al hacerlo, no
disminuyo MI DOLOR) (Ni por confesarlo, recobraré la vista): Sansón pudo
reivindicarse ante Dios (quizá
no tanto consigo mismo) ¿Qué pensaría de Dalilah, al
momento quejumbroso de su moribunda agonía? (¿La habrá pensado?) (he pensado en
alguien, pero “a lo hecho pecho”).
¡A Dios dejo los milagros! (un pelo no me
importa, sino perderme del amor -de amar- o extraviarme sin buen motivo).
Hmm! (y he fallado).
Tampoco soy juez competente para nadie (sigo siendo yo) (y mi vela se apaga).
Además, en el
juego de dar -o
recibir- siempre hay riesgos de perder (también
de ganar).
¿Enceguecería
tanto, como para negarme a lo que es parte de esta vida?
No quiero ser un
fenómeno... Tampoco querría a Dalilah (hay un perfume que advierte esos
peligros).
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