"(...) I soon forgot about myself and felt better for having made a positive difference in someone else's life." (Pronto me olvidé de mí misma y me sentí mejor al hacer una diferencia positiva en la vida de alguien más).
Hace años, en esos días de mi único divorcio legal, dejé que mi amargura saliera al exterior; ya no más en los soliloquios de la exclusividad de mis manuscritos. No debió ser, no debí haber sido así y, sin embargo, valió la pena aprender de la multitud de mis errores: Sin saberlo, buscando una clase de alivio, como ese que imaginamos hallar cuando gritamos -ante el dolor y la rabia- así grité, escribí: Herí, insulté… ¡Responsable soy!
Cuando uno está herido, en realidad ofendido -porque otros hieren cuando herimos- lo que hacemos es similar a dar gritos, lamentar, pero sin lágrimas de llanto. Esa clase de penas se traduce en letras, y no en las debidas palabras para drenar ese mal que gobierna indeseables emociones (…) Fueron años, errores, ensayos y, gracias a DIOS, aprendí un poquito y hasta me envió ángeles sin alas (no haré mención de sus nombres).
Hoy, un poquito más ajustado, no sólo a quien soy o a mis deseos, sino a posibilidades, encuentro grato el no saberme solo, único: Hay millones.
No podré cambiar nada, sino a mí mismo. Jamás podré recompensar a quienes me dieron espacio en sus vidas, en sus palabras y atenciones y, cada quien, dará pasos en la dirección que quiera: Somos exploradores de la vida… y algunos, también, se pierden en su viaje y jamás vuelven.
Quisiera escribir hoy de tanto… No soy dueño del tiempo ajeno.
En todo caso, las cosas llegan solas; otras, hay que buscarlas… Sea como sea, tal me ha pasado, hoy dejo estas palabras conversando a solas, mismas que me envió mi viejo amigo, el pastor Eduardo Muñóz: “En todo lo que hagas, coloca a Dios por fundamento: Él te guiará y coronará de éxito tu esfuerzo.”
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