Imagino nadie vendrá a preguntar. Supongo
a nadie interesa.
¿Para qué lo haces o no lo haces?
Cada persona tendrá que vivir su vida y
aprender de sus experiencias o de las ajenas (que serían menos costosas o
dolorosas) y, tal como dice el dicho: “Nadie aprende en cabeza ajena”.
Sea lo que seas, lo que haces, puedes
posponerlo o adelantarlo. Una vida emocional, social, económica, estudiantil,
vocacional… o profesional ¡puedes hacerla hoy o mañana! (pero no pasado
mañana).
Sea lo que decidas ¡Hazlo! Es tu vida
(como fue la mía y la de muchos).
No creo que mis hijos vengan a preguntarme
cierto día: “¿Por qué te casaste?” (yo tampoco iré a preguntarles a ellos y, mi
papá, tampoco me preguntó y, en lugar de ello, habló con la que fue mi esposa,
y ella le escuchó).
Tenemos grandes sueños (no son nada
malos). Tenemos sueños pequeños (igual, valen para vivirse o ser realizados).
¿Por qué te casarías?
A mis 32, sin un empleo fijo, tuve la
misma idea. Parte de mí hubiera deseado seguir con la misma promiscuidad de mis
18, el mismo libertinaje de esa juventud, pero reconocí la necesidad de
legalizar y organizar mi vida sexual con una sola persona.
Antes de esa aventura del matrimonio (que
no fue del todo mala), hablé con M.P. Yo me hubiera casado con ella, mucho
antes, pero ni quería ese cambio, no confiaba en ella ni en nada, y tuve que
pasar por mi sendero de piedras, pues, económicamente era dependiente y no
tenía casa propia (de alguna manera, ciertamente, andaba descalzo en esa vida).
No recuerdo su argumento. Sé que ella no
había terminado la universidad –tampoco yo- y, aunque habíamos terminado como
pareja, sólo quise asegurarme resolver un error de omisión: Ella no accedió.
Por otro lado, hice lo propio con quien me
acepto y se embarcó en esa aventura… ¡Ja! ¡Ja! No es nada fácil intentar vivir
con quien no se conoce, con quien se ha caminado sólo un par de meses y, por
muy intensos que sean esos momentos, esa adicción emocional, química y
visceral, cesa si Dios no comulga en nuestras ideas, incluso, teniendo un gran
parecido en la doctrina de fe (distintas denominaciones o interpretaciones de
Dios).
Aquella y yo nos “embarcamos”; pero -de mi
parte- hubo muchos buenos momentos que disfruté antes del predecible naufragio…
¿Tienes casa propia? ¿Puedes manejar la
economía de la vida junto con otra persona?
¿Tienes ingresos regulares y propios, que
no dependan del auxilio de la familia o de uno solo de los que intenta vivir
juntos?
¿Tienes suficiente carácter para nadar
sobre un mar de levas emocional, sexual o económico? ¿Tiene ella las fortalezas
donde tú eres débil o fuerte?
¿Es amor o simple atracción humana?
Habrá muchas otras preguntas para
responderse y sondear el alma… ¿Estoy listo para la responsabilidad de algo que
es mayor que un sexo casual? (y, en
éste, los riesgos de un embarazo no deseado, una enfermedad degenerativa e
irreversible, son semejantes al copular con alguien desconocido).
Estadísticamente se sabe que, a cierta
edad o tiempo rutinario de la relación, se tiende a desmejorar la intensidad de
las relaciones, sean sexuales o sean personales. Si uno de los dos, o ambos, se
sienten desdeñados, marginados o alejados –en la presente forma del vivir
social- esa descompensación emocional puede suplirse FUERA de la relación
matrimonial. ¿Estarás atent@ a que tus relaciones de trabajo o filiales NO
DEBEN reemplazar tus vínculos amorosos matrimoniales?
Es muy posible que la mujer, primero que
el hombre advierta esa cesación o disminución de la intensidad de la relación,
del cariño, de las atenciones físicas y sexuales. Por lo general, uno no
advierte ciertos cambios en la rutina, por las presiones del trabajo y, si se
tienen niños, pues, el primer choque es el desplazamiento del tiempo que antes
se le concedía, pero su propio hijo o hija toma ese lugar y las demandas del
dinero le pueden llevar a concentrarse en el trabajo, otros ingresos y,
mientras aquella da pecho a su hijo, el hombre, extramaritalmente, puede
buscarse otra vagina… ¿No sucede, así, cuando el marido se aísla en su mundo, y
ella busca otros recursos del placer, en la ausencia de quien la debía atender
y complacer?
Aun así, con todo, volvería a jugarme la
lotería de esa vida. No soy de los que tenga todo, pero lo quiero todo y, como
ya sé qué está mal, puedo intentar lo posible, dentro de mis imposibles: No
concibo al amor sin ese formal compromiso.
A.T. Octubre
2012
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