Tengo días tratando de
escribir algo. Normalmente, cuando pienso, tengo la lucidez
suficiente para entenderme, para traducir cada palabras de mis
emociones, y comprendo perfectamente qué es cada cosa que viva en
mí, lo que pase en mí, porque he dejado de ser hipócrita (al menos
conmigo mismo).
Llevaba interrumpidas
horas con extemporáneas interiorizaciones, viajes internos a ese
analizar y comprender -humano- que me es propio y de cada quién; en
este mundo de interioridad que, difícilmente asomamos a otros y, si
“milagrosamente” llegamos a sacarlo, resultamos decepcionados,
pues, si a pocos importa, nadie lo entiende (salvo uno) (prisionero
de este carapacho de carne y hueso) ¡Con la excepción de Dios!
(¡Claro!) (Soy uno de Sus accidentes) ¡Ja! ¡Ja!
En esos gratos momentos
de lúcida introspección, esos que -por ventura- Dios y nuestras
vidas nos han otorgado como supremo privilegio del yo, me quejaba.
Pensaba para mí mismo: “¿De qué me sirve ésto? He dejado de
ser, en muchos aspectos, el viejo hombre, ese que Paulo Saulo
tipifica en sus cartas; he dejado de ser lo vil o lo despreciable que
pudiera ser (para mí o cualquier ser) ¿Qué ganancia tenía?”
Muy abajo, casi en lo
visceral de mi mente, me preguntaba: “¿Qué gano con mi
integridad? ¡Para qué algún intento de mejorar la rectitud? (y
estoy consciente de que, si hallo un billete de 100 Bs en la calle,
no miraré hacia los lados, para buscar a quién se la halla caído)
(aunque, estos días, en una panadería, a una desconocida se le
cayeron 50 Bs y, junto con otro, le advertí recogerlo).
¡Me daban ganas de
llorar!
Le decía, yo, a Dios:
“¿En qué me estoy convirtiendo?... Si esta es la vida que consigo
¿Para qué quiero vivir una eternidad?”. (Este
presente debería ser la antesala de ese futuro: No luego).
Por otro lado, meditaba:
“¿Cómo puedo hablar de un Dios vivo, un Dios que oye nuestras
peticiones, si YO MISMO no hallo respuestas?”
Despotricaba de la
religión, criticaba algunas nociones o rudimentos que practican
otros; pero jamás podré saber cómo Dios trata la vida de otras
personas (ni cómo las moldea, mientras soy moldeado).
Me reía de ciertas
posturas religiosas, esos clichés recurrentes, que se asemejan a un
parche en la boca de muchas personas, a un chip implantado a lo que
parece el uso de sus cerebros (todos lo tenemos).
Mentalmente tomaba notas.
Hacía mi diálogo (un
monólogo interior) que nunca pude verbalizar en letras, pero tenía
claro (intermitentemente). Sabía que debía escribirlo (debo
escribirlo) y -hoy- no lo sé (aunque estás lágrimas no las podré
escribir como letras) y mi único testigo es Dios y la mirada absorta
de este monitor que no cesa de verme, mudo, sordo, pero una extraña
mujer (A.A.) en alguna parte de los sucesos se hace preguntas,
algunas las sé responder, pero no hallo mis propias respuestas (y sé
que, con ella -quizá- las encontraré).
Me sentía decepcionado.
Una cosa es hablar o
discutir con la razón, pero otra cosa es hallar los debidos
argumentos -el abanico de evidencias- que se pueda compartir con un
público que no es mi audiencia. En un sentido, mi dilema, es el
mismo que cualquier humano, cualquier pensante, que se debate en un
duelo a muerte con la duda o la verdad (y mis dudas son pequeñas,
pero me gusta vivir con respuestas prácticas, oportunas).
Tanta gente dice cosas
(más que yo) que me sentí molesto: “¡Dios! ¿Por qué no les
hablas Tú? ¡Sí! Tú mismo.” ¿Por qué esa insistencia, molesta
y religiosa, de que “la Biblia es la palabra de Dios”, cuando sé
que ESO NO ES TODA LA VERDAD?.
Me disgustaba.
Millones de persona ya te
niegan, nada creen, y su fe la vuelcan hacia otras experiencias (de
la naturaleza que sea).
No hace mucho que salí
de algunas estructuras, me retiré de algunos credos; pero sigo
viendo que TÚ NO ERES MUDO, que hablas (cuando te place) y has
tenido -a bien- hacerme ver las cosas como SOBERANAMENTE te da la
gana ¡Eres Dios! (y no me interesa invadir tu lugar).
Pensaba en aquellos que,
presionados por sus muchas decepciones, sus repetidas cuitas o
sinsabores, no quieren escuchar a nadie (y menos un retórico “Dios
te ama”, cuando sus esquemas se desmoronan como el mundo
y nada augura que será para levantarlos, sólida y definitivamente,
en un nuevo orden).
Reprochaba, yo, a Dios, y
quería sentarlo en mi banquillo de los acusados: “Respóndeme Tú,
con esa verdad”.
No quise, ni quiero (ni
querría) ridiculizar Su trabajo.
Me dolía, me inquietaba
-todo ese todo- como si estuviera perdiendo más de mi tiempo (y sé
no soy el único que se siente, así).
A la edad de 50,
cualquiera que viva como yo, podrá notar cambios: Algunos internos,
otros externos.
Por fuera, no me ocupo
mucho. Por dentro, inevitablemente, no puedo hacer remiendos al friso
interior de mi alma. Puedo engañar, al mundo, si lo quisiera; pero
-a mí mismo- no puedo mentirme. Y sería lo más pendejo que pueda
intentar alguien, en lo que le quede de vida.
Si alguno me preguntase:
“¿Qué es la vida?”. Con sinceridad, respondería, no tengo esa
respuesta (quizá debe descubrirla, cada persona, por cuenta propia)
¡No lo sé! (pero incluir a Dios, en ella, podría ayudar mucho).
Pero, ¿qué pasó desde
que intenté “justificarme”, defender mi “integridad”? (la
cual no tengo, si soy absolutamente justo).
Conocí a un grupo de
personas, aprendí de sus ideas, sus opiniones (y no son como las
mías).
Me hice un plan de
contingencia (poco planifico cosas) y lo que buscaba “toda mi
vida”, parecía alejarse (a los 50 ya comienzas a ver que
algunas cosas, ciertamente, fenecen o mueren) ¿Se muere tu
Esperanza?
Habían pasado muchas
cosas...
Si me permito -a vuelo de
pájaro- comentarlas, tardaría un rato; pero, quizá, te sirvan de
referencia.
Regresé de Colombia en
Julio 2010.
No tenía planes de
volver a Venezuela. Había dicho, no volver, “Jamás y nunca”;
pero, el pasado ni el futuro, nos pertenece (es un alivio) (hay menos
trabajo viviendo un día a la vez).
No soy mal agradecido.
Si hubiera vendido todas
mis cosas, para mudarme a otro país; no sé bajo qué puente tendría
que buscar cobijo, para dormir (Gracias a Dios, no lo he perdido
todo).
A mi llegada, terminando
una relación de casi 2 años de cohabitar; mis ojos “miraron” a
una negrita... Pero su religión, su forma ciega de fanatismo, me
alejó y advirtió un posible error que evité (evitamos). Sin
embargo -esa atracción- me sirvió para entender que, interiormente,
no quedó un daño, que puedo sentir y volver a amar (pero no dónde
las diferencias sean abismales o la incompatibilidad se resbale).
Seguí adelante, con los
ojos abiertos (la cartera vacía) pero atento (y deshojando pétalos
a las margaritas). ¿No he sido, así, toda la vida?
Aunque no soy de los que
vuelva en retroceso, giré la cabeza y miré el horizonte del pasado:
No lo añoro, pero puedo ver lo que se suelta, lo que abandono o se
ha ido.
A mi edad, aunque no me
pese, debo ser realista: Más de la mitad de mi vida se ha ido en eso
de “ensayo y error” y, aunque me quedaren 20 años para
disfrutarlos, mi cuerpo cada día se muere, mi libido ya no es la de
18 – 30, y mi amigo número UNO... ¡Cae o muere! (le
pasó a mi padre) ¡Ja! ¡Ja! (no puedo ser tan tonto para ignorar el
cambio).
Al volver la vista (no ha
sido un solo día) noté que hay cosas que no dejaría.
He podido dejar -atrás-
a conocidas y desconocidos (eso no me pesa).
He podido caminar, solo y
a solas, aunque esa nunca fue mi meta (ni mi primera intención).
He podido vivir, sin
mucha complicación; pese a que estos tiempo se harán más
difíciles.
Criticaba, a Dios, mis
días y decía: “¿De qué me valen?”. Ya sé que, con soltura,
rechazo propuestas “amorosas” (porque sé cuándo o cómo, éstas,
no tienen que ver con el amor genuino).
A mi edad (con mi
pobreza) uno no puede nadar con más exigencias de las que antes ya
tenía: Hay que bajar la guardia...
Racionalmente sé que
debería ser así ¡puedo ser así! (pero hay un standard emocional
del “DEBE SER y PUEDE SER” que me grita, o me alienta).
¡Toda mi vida la he
buscado!
Ésta aventura de logros
y fracasos, sin quererlo, la ha idealizado, la ha soñado y -la
inconformidad- ha desdeñado a más de una (porque no se parece a ese
modelo) (mismo que existe en raras películas y en los romances de
los sueños).
“¿Por qué Dios? -le
decía- “¿Por qué nuestras almas sueñan?”.
Para qué vivir una vida,
esta insulsa existencia, cuya retórica insiste en cosas intangibles
o inalcanzables y, muchas veces -Tú mismo- eres parte del problema
(yo no nací solo) (alguien MÁS me trajo).
Tomé una hoja en blanco
y la colgué del escritorio.
Quería escribir, quería
decir; pero estaba (estoy) bloqueado. Una cosa es pensarlo, otra cosa
escribirlo (y ahora entiendo este ejercicio de los escritores: ¿Saben
cuántas hojas hay que romper, a veces, antes de publicar cualquier
cosa?).
No hace mucho escribí
algo (En Las Alturas). Fue mi primer ejercicio para “entender” lo
que hace un escritor:
- Sentir y dialogar con el protocolo de mis emociones y traducirlas.
- Escribir
- Publicar.
Aunque es un pequeño
trozo de letras, pasé -en ello- más de 12 horas y, a decir verdad,
más de 24 horas del día. Como lector, leyéndome a mí mismo, pude
comprender a una andinita que aportó muchísimo más de lo que
admito (ella fue la fuente de la inspiración) (si conviene hablar de
ello). Mi lección, lo que aprendí, es que jamás había ANALIZADO
cada palabra, cada sentencia y sus secuencias, dentro de la
estructura de cosas que “veía” o narraba (ella enviaba mensajes
de texto yo hacía de intérprete de mis emociones).
Al terminar, cuando
publiqué, ella logró ver “la obra” y, para mi sorpresa, confesó
que -leyéndola- ella lloraba (lo hizo más de una vez).
No aclararé los detalles
(la intención no es esa). Sin embargo, que yo sepa, es la 1ra vez
que algo me cuesta tanto. ¡Me fue difícil escribir! Normalmente
tengo las ideas, todo fluye con naturalidad, como si fuera un experto
pintor de palabras; pero ese día, tanto como esta semana, he tenido
la complicación para hallar esa simplicidad a la que hoy renuncio
¿Sabes por qué?
¡Te hallé a tí! (o fui
hallado de ti, A.A.).
Judía, gitana... ¡o
loca! (no lo sé).
Pero me agradas.
Me había hecho unos
planes.
Ya pensaba otras cosas.
Pero giraste mi vida unos
180 grados (no daría otra vuelta para quedar en lo mismo).
Llegaste tú, con esas
cosas, y se ha resbalado mi “armadura” (dejándome desnudo) y ya
no me importa.
Sé que no logré vaciar
muchas de mis ideas (siguen y quedarán latentes) ¡Saldrán! Como se
pare un hijo a la vida (nadie quiere a la muerte).
Sé que hay muchas y
particulares diferencias: No pensaré en ellas... Y, más
bien, pensaré en los puntos de encuentro, gratas coincidencias (nos
crió una abuela) y, sin comentar más, acepto tu amistad. Asumiré
algún costo y el riesgo: Vales alguna pena (me quitaste la
armadura) ¿Por qué sentir vergüenza? (aunque me dé, cierto
friíto) ¡Je! ¡Je!
Me había propuesto,
siguiendo un mal consejo, no avanzar más; pero renuncio (te lo
agradezco). Ya quería yo -como te dije- terminar esta carrera y que
me sacaran del mundo (pero me doy un plazo) ¡Vales las penas!
¿Cómo y con qué
corresponderte?
(algo más de una hora
conversando) (tengo algunas ideas).
Y todo lo que, por
compromiso asuma, implica algún cambio a los que seré totalmente
nuevo (tenme paciencia) (había abandonado La Esperanza) (no sabía
te habría, en mi plan de “contingencia”). Me sorprendiste ¡Me
sorprendes! (y yo, renegando de Dios).
En mis charlas, mi
conversado silencio, le decía: “¿Te equivocaste conmigo? ¿En qué
me he convertido? ¿Para qué me sirve evitar la promiscuidad? Cuando
hiciste a la mujer... ¡Ese día me ignoraste!”
Había una rabia que no
le confesaba.
Era una furia que puse al
control de mi piloto automático (y no Le supe hablar) (hoy, tampoco,
lo sé).
Había esta lucha
interior. Este reproche conmigo mismo: “¿Por qué otros disfrutan
y me niegas ese mismo derecho? ¿Por qué otros desprecian -a varias-
y a este pobre pendejo Lo ignoras? ¿De qué me sirve servir a Tu
justicia?”
Si al haber de esos
momentos -una docena, cada día- te pensaba en reproches: “¡Dios!
Me ignoraste”. Me decía, a solas conmigo -caminando las calles-
“¿Por qué ellos y no yo?” (No se trataba de envidia, sino de
justicia CONMIGO, también por otros). ¿Saben cuántas personas
están en peores condiciones que LOS QUE REPROCHAMOS A DIOS?
Me di un paseo.
Corrí de mis ideas,
dándome un descanso: Era un asedio.
Conté mis dedos, miré
mis brazos, noté mis piernas: Estoy completo.
¿Hay paralíticos?
¿Hay mutilados?
Pero un repentino
reproche paraliza.
Una frecuente
recriminación nos mutila...
y, sin advertir, hay más
paralíticos emocionales -más mutilados a la verdad- que aquellos
quienes hagan frente a sus impedimentos físicos aparentes,
circunstancias económicas temporales o al aspecto cultural que
pudieren amenazar (aprender no mata).
“¡Dios!” -me dije-
“¿Ella es un espejismo? Alguien distinto a un Dejavú”. ¿Es
alguien real? Pregunté yo.
Adivina tú qué pasó
-si lees- si ella es real u otra de mis fantasías (te reservo
el beneficio de la duda).
Me encuentro en la
encrucijada.
Alguna vez pasarás,
quieras o no, por alguna de ellas (de tí depende mucho, lo que
llamamos “futuro”).
Hay un nudo en mi
garganta. Una sonrisa en mis labios (y el sarcasmo de la
incertidumbre se oye a mi espalda).
¿Cómo manejarme?
Salí de una bonita
relación en Octubre 2011. Las diferencias ya las había advertido,
denunciado y, éstas de hoy -aunque similares- son distintas (hay
algo de miedo) (puedo predecirlo: Soy cobarde a lo que no quiero que
termine, a lo que deje de ser hermoso, a quien pudiera asirme). ¡Por
qué no a ella?
Me lanzaré en tus
brazos, papá.
Ella giró mi vida 180
grados, pero las lecciones de la vida no se olvidan: He estado allí.
Aunque diga ser judía,
no lo es tanto, como yo.
Aunque es la persona más
hermosa que haya conocido (que mi finita mente recuerde) tengo
algunas ideas que no debo abandonar... Aunque ya abandoné a otras, y
me despido de los “amigos”.
“¿En qué me he
convertido, Señor?”
Como disfruto cada rato
que invierto -felizmente- en ella, con ella, por ella (¡Tú lo
sabes!) (Ella lo sabe). ¿Estaremos encandilados? ¿Será nuestro
espejismo?
(Ya no quiero hablarte)
Hago una pausa, en mis
silencios, y deseo escupir la lengua; para no hablar más conmigo.
Abro los ojos, y
tinieblas, hallo en los pasillos interiores de mi razonamieto: ¿No
he contado esas piedras de tropiezo, a lo largo de 50 años? ¿Ya no
sé -tantas cosas- a las que este humano es vulnerable?
No se ha ido (y me
despido).
No se marcha (y soy -yo-
quien huye).
“¡Papá! Ella no era
la señal... ¿O sí?”
“AMOR
CON HAMBRE NO DURA” (Esa es la lógica, hace siglos)
¿Cómo controvertirlo o negarlo? ¡Mírame a mí! Hay millones, peor
que yo. ¿PENSASTE EN NOSOTROS?
Podría seguir
escribiendo, una hora o dos, y jamás dejarías que escribiera lo que
ya Tú sabes (y yo sé).
Podrías estarte tú,
aquí, conmigo; pero no es eso lo que quiero “¿Pensaste en mí?
¿Pensaste en ella? ¿Pensaste en TODOS?”
No voy a volver a ser
rechazado.
Hace mucho los rechacé
(no me alegro de ello) (tampoco lo disfruto) pero ¡no soy como
ellos! ¿Qué debo hacer? ¡Mira, viejito! Son 50 años metido en
esto y, AUNQUE ESA MUJER ME FASCINA, no voy a seguir si no me
bendices.
Sé que la trajiste.
Esto no es algo que se
haya hecho de la nada ni solo, pero ¡Sin tí NO sigo!
“(Tú sabes lo que te
pido)”
“Tú me conoces, papá.
No temo otro avance. Pero ¿volveré a pasar por lo que aprendí con
Elizabeth?”
¡Noooooooooooo!
Advierto esa piedra en mi
camino. Yo no pensé ni diseñé este mundo y “lo que es del
cura va pa´la Iglesia”... “¿Viste que ella piensa
distinto?” (que nos parecemos) y, a la vez, ella es alguien tan
distinta (no entiendo quién la dejaría) (pero comprendo mis
razones: No quiero otro fracaso).
Si tú, si este mundo,
pretende retocar las pinceladas que va dando a mi vida ¡Me retiro!
(aprendí de esa escuela).
Si quieres reforzar el
aprendizaje del dolor, del desencanto ¡búscame en otra aula!
(retiro esta materia).
No tengo lo que Tú y yo
(y ella) sabemos hará falta ¿Debo publicarlo?
La vida me ha enseñado
y, este rol en tu teatro, me harta:
- Si me has hecho un regalo, me gusta su envoltorio: ¡Dámelo completo!
- Si quieres que proceda, Tú sabes los remedios de los medios.
- Si debo descubrirlos -implementándolos yo- muestra los caminos y esa fuente de recursos.
El resto es tan
“perfecto”. Da devuelto lo que pensé sería mi vida, pero hay
realidades que no resolví en medio siglo ¿Cómo las concluyo ahora?
(y esto es una oración que -por miles- yo te ruego).
NO quiero una eternidad.
Si esto es el loop de la
vida ¡desconectame! (ya no me interesa).
Si esta escuela nunca
termina, no me interesa el pensum de estudio: Dame paz eterna.
Ella actúa como un
ángel, pero no quiero ser dios yo . ¿Es así la eternidad? ¿Viviré -allá- a tientas? (tengo suficiente con esto, aquí abajo).
¿Cómo puedo decirle -a
centenas- que lo celestial es mejor? Que el presente, por insulso o
complejo que sea, es un asunto “temporal” y NO PROVEES una
respuesta contundente a cuestiones existenciales esenciales:
- Comprensión
- Autoestima y edificación mutua.
- Amistad incondicional de otros seres, con humanos.
- Amor, con esa persona que nos guste, a quien amenos y entendamos, POR SER LA PERSONA QUIEN ES y no por la fantasía que caprichosamente se nos antoje o prefiramos.
Son muchas cosas -Dios-
las que querría decirte, y no sé decirlas. Me has encerrado, me has
impedido, en todo aquello que me propuse escribir, pero
-intuitivamente- sé que son reales, vitales, y no me has ayudado a
confesar, a divulgar, como si mis emociones fueran solo mías (y hay
millares que lloran sus secretos) y, tampoco, han podido parir
algunos de sus sueños: ¡No quiero ser Dios! No quiero una
eternidad.
¡Apágame!
¡Desconéctame!
Este no es un modo de
vivir, sino de dar vueltas y vueltas sobre sí mismos, como siendo
parte de algún ciclo (y no soy de los que giran) ¡Tú me conoces,
viejo! (y ya no quiero seguir).
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