¿Qué tanto me atrae a ver tu pecho?
Que difícil te hablo, sin bajar la vista;
no es que poco a poco sea un autista,
que desee en secreto invadir tu lecho.
No son tus ojos los que admiro,
ni el carmín de labios lo que endecho.
Es que yo, si a amarte tengo derecho,
entre tu pecho respiraría henchido.
¿Cómo no ver los pendientes de tu cuello?
¿Cómo ignorar la esfericidad del escote?
Hoy me das del pan a garrote...
Con este nudo, me ahogo en resuellos.
¿Son de verdad o mi fantasía?
Sean lo que sean -desnudo el descote- es puro magnetismo tras el eclipse de dos lunas.
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