¿Quiénes juzgarán en su estrado?
¿En nombre de qué justicia?
Son viles hombres, cuyos padres consumen licor en la vía pública y,
Sus madres, se apropian de víveres que esconden en sus ropas al salir del mercado.
No hallo autoridad moral en ellas ni ellos.
Ostentan un poder judicial que no merecen y lo presumen.
No veo un ápice de integridad ni coherencia espiritual,
sus palabras no caminan con sus hechos…
¿Me juzgará esa forma disoluta de rectitud?
¿Quiénes son esos? ¿Diplomados en honestidad?
El volumen de sus calificaciones se mide en la trampa de exámenes copiados y
Transacciones con ímprobos profesores.
¿Qué derecho, sobre mí, tienen? ¿De dónde los sacaron?
La diferencia, si hay alguna, es que a mí me han atrapado.
Violentan el derecho de la ley con uniforme, amparados con una licencia para matar
¿Lo sabe menos Miraflores?
¿No es un secreto a voces en el Congreso?
No pueden condenarme.
¿Son libres de mis pecados?
Esos abogados se transan con sus jueces.
La paga que me piden es el precio de otro asesinato.
¿A quién debo matar? ¿Me dejarán ser siempre libre?
El jurado, ingenuo aún, no será absuelto por inocencia.
¿Cómo mostrarles sus infracciones y delitos?
El fiscal no es el mismo que me pide dinero al cruzar mal la avenida.
Éste señala otro precio para “olvidar” mi falta… ¿Qué padre o madre tiene?
“¡Soy inocente! ¡No hice nada!” –en vano grito.
Todos quieren sacar provecho de mi caída. Ya no es Victoria…
El precio que me fijan –el negocio de su teatro- lo pagaré si me dan mis armas.
¿Quién será el culpable? (No soy sólo yo).
La cárcel paga su vacuna, algo más que allá afuera… (pero es mi 3ra. visita)
Afuera tengo amigos, quienes me darán más salidas.
Humana y profesionalmente, comprendo parte de mi fracaso pero,
¿Quiénes son ellos?
No son más que yo, delincuente detenido.
Me discriminan por las marcas que me encadenan...